En el frente de guerra
A la reducci¨®n del parque de vivienda para su uso tradicional, en paralelo, la inevitable igualaci¨®n del precio del alquiler con las rentas muy superiores que un propietario puede obtener si opta por alquilar el piso por d¨ªas o semanas
En el frente de la ciudad, seg¨²n el ¨²ltimo parte de guerra, se va enquistando la batalla que destruye la sociedad urbana. Esta semana, calle Tarragona de Barcelona, n¨²mero 84-90. En los bajos, una logia, pero no es un contubernio. As¨ª se llama la tienda de tatuajes que los elimina con l¨¢ser o los pinta en la piel y el cliente puede pagar dichos servicios ¡°?en c¨®modas cuotas de 3 a 12 meses!¡±. El portero autom¨¢tico de...
En el frente de la ciudad, seg¨²n el ¨²ltimo parte de guerra, se va enquistando la batalla que destruye la sociedad urbana. Esta semana, calle Tarragona de Barcelona, n¨²mero 84-90. En los bajos, una logia, pero no es un contubernio. As¨ª se llama la tienda de tatuajes que los elimina con l¨¢ser o los pinta en la piel y el cliente puede pagar dichos servicios ¡°?en c¨®modas cuotas de 3 a 12 meses!¡±. El portero autom¨¢tico del edificio es una frontera dist¨®pica donde se confunden las eras. Contrasta su modernidad digital con la porter¨ªa de los d¨ªas desarrollistas y los pinchos en el marco de la puerta para que no se caguen las palomas. Una antigua vecina explica que algunos conserjes se prejubilaron, al mayor lo despidieron y ahora la propiedad ha externalizado el servicio. Ni llave necesitas. Para llamar al piso, un c¨®digo. A media ma?ana ventanas abiertas de par en par. No es por el calor. Son nubes de polvo. Cuando acaben con uno, seguir¨¢n con otro que ahora tiene la puerta tapiada porque esta fiesta no termina. Cada cinco minutos el tipo de la carretilla amarilla vac¨ªa sacos y m¨¢s sacos de baldosas rotas en el contenedor de residuos de la construcci¨®n. Obras por todo el bloque para convertir lo que eran pisos de alquiler, cada vez menos, en pisos tur¨ªsticos.
Esta es la batalla: la ciudad va siendo ocupada por los que la han convertido en mercanc¨ªa. ¡°La actividad m¨¢s relevante ya no es vivir, ya no son las conexiones, sino la capacidad econ¨®mica de crear valor¡±. Jorge Dioni en el arranque de El malestar en las ciudades (Arpa).
Incluso yo, que con sumas y restas, mal, muy mal, puedo comprenderlo. A m¨¢s pisos tur¨ªsticos, menor oferta para el alquiler. Y a esa reducci¨®n del parque de vivienda para su uso tradicional, en paralelo, la inevitable igualaci¨®n del precio del alquiler con las rentas muy superiores que un propietario puede obtener si opta por alquilar el piso por d¨ªas o semanas. Es una din¨¢mica que aceleran grandes inmobiliarias y sus abogados porque la comunidad de vecinos y la del barrio se ha deshilachado y as¨ª la pol¨ªtica pierde fuerza para revertir la situaci¨®n que expulsa a los vecinos de su comunidad.
Enfrente, quien proclama libertad porque quiere licencias, m¨¢s licencias, como sea. Si la pol¨ªtica no interviene, esta batalla se pierde. La batalla de m¨ªnimos es planificar para evitar la segregaci¨®n. La batalla progresista empieza por acabar con los pisos ilegales ¡ªen Barcelona han sido 6.000, por ejemplo¡ª, suspender la concesi¨®n de licencias ¡ªcomo aprob¨® hace pocos d¨ªas el Ayuntamiento de San Sebasti¨¢n¡ª y, con valent¨ªa, con buenas leyes, contra la inercia del peor mercado, revertir concesiones que hoy son a perpetuidad.
Esta batalla, que no se puede ganar en todos los frentes, se plantea el 28 de mayo y hemos ido conociendo zonas de conflicto en el frente urbano. Los puntos rojos que marc¨® Rita Maestre en el centro de Madrid y que no dejaban ver el callejero en el mapa. Ese edificio en M¨¢laga que era el paradigma de la crisis de la vivienda que se solapan Espa?a. El edificio de un amigo que vive en el barrio viejo de Girona y que ya no conoce a un solo vecino porque todos son turistas de paso en una ciudad que se ha reinventado para ser un centro comercial del ciclismo al margen de sus ciudadanos. Este edificio de la calle Tarragona en Barcelona, cerca de la casa donde vivo. En la puerta de la finca, mientras vuelve a salir el piso de la carretilla, dejan tres cajas de cart¨®n. Est¨¢n repletas de productos para la limpieza de fin de obras. Al lado un aspirador industrial.
Me marcho mientras miro el escaparate de la logia de los tatuajes. Aunque podr¨ªa pagarme uno de una paloma a plazos, no est¨¢ tan claro que me concediesen el cr¨¦dito. ¡°Esta financiaci¨®n est¨¢ sujeta a la aprobaci¨®n de la situaci¨®n financiera y del riesgo del cliente en el momento de su tramitaci¨®n parte de la entidad financiera¡±.