Tibias esperanzas
El neoliberalismo ya no tiene quien lo pregone en serio. Ya no hay may¨²sculas en las que creer como el comunismo, el capitalismo, la ciencia o la religi¨®n. Hay que dejarse de abstracciones y aterrizar en la tierra
Se acomoda la primavera con esa cara limpia que tiene, precedida de un aire suave que huele a inc¨®gnito, con esa cautivadora expresi¨®n que da saber que traes novedades. El negro invierno ya se fue, y ahora los d¨ªas se alargan como si no quisieran irse m¨¢s. En las terrazas hay risas nuevas y mandan las cervezas heladas, peque?as reinonas de corona blanca con ej¨¦rcitos de m¨®viles a sus pies.
El tr¨¢fico a¨²lla. Se habla de planes de vacaciones y la mesa bulle de ideas. Entonces alguien mira hacia el sol y nombra la sequ¨ªa. Se hace un silencio, de esos que dentro lleva la pregunta ?qu¨¦ va a ser de nosotros? Se va tirando, pero al futuro a¨²n no nos atrevemos a mirarlo de cara, y ya tenemos edad para entender que los finales felices son solo una cosa de Hollywood, mentiras arriesgadas que han provocado un sinf¨ªn de malentendidos.
No somos tan j¨®venes. Hemos aprendido otras cosas. Por ejemplo, que ya no hay may¨²sculas en las que creer. La fe en el Capitalismo, el Comunismo o la Ciencia ¡ªen la Religi¨®n ni entramos, parece de otro mundo¡ª se ha desvanecido. No hay grandes esperanzas. Queda el libro de Charles Dickens con ese mismo t¨ªtulo, le¨ªdo por millones, en todas partes, lleno de violencia y de golpes de generosidad, de sue?os de juventud y de legados. Nadie conf¨ªa ya en las magnas palabras, y solo nos quedan tibias esperanzas, como a contrapi¨¦, a ratos. Queda esa creencia c¨¢lida, ¡ªinvisible pero tenaz¡ª, de que nos tenemos los unos a los otros, que estamos juntos en el mismo bote, ahora casi en llamas.
Podemos divertirnos hasta morir ¡ªno es mala opci¨®n¡ª, pero el hecho es este: el ser humano solo lleva 30.000 a?os en la Tierra y ya no est¨¢ seguro de alcanzar un futuro vivible. Lo leemos en un viejo n¨²mero de la revista Alternativas Econ¨®micas: a lo largo de la historia ha habido 26 civilizaciones que desaparecieron por su cabezoner¨ªa en negar su inviabilidad. Y en el caso de nuestro turbocapitalismo ¡ªtan nuevo, de apenas unos cientos de a?os, y ya un zombi que avanza en piloto autom¨¢tico¡ª, la regla es simple: no es posible un crecimiento infinito en un planeta con recursos finitos. ¡°La actividad humana desenfrenada trata al planeta como una gran despensa y, a la vez, como un gran vertedero. Y eso no puede ser. Mi hijo de seis a?os lo entiende¡±, reflexiona en el art¨ªculo Antonio Turiel, doctor en F¨ªsica Te¨®rica. ?Qu¨¦ hacemos, entonces? Habr¨¢ que buscar otros caminos.
Hope is everything ¡ªla esperanza lo es todo¡ª leemos en el banco de un parque donde apoya las patas del perro de Ricky Gervais en la serie After Life. El desesperado protagonista de la serie se levanta cada d¨ªa pensando para qu¨¦. Pero ah¨ª est¨¢ cada ma?ana. Eso lo han visto 120 millones de personas en el mundo. Entienden qu¨¦ le pasa, y atienden lo que dice. Y lo que explica el protagonista, trasunto de Ricky Gervais ¡ªimprobable narrador de este tiempo que nos ha tocado vivir, como antes lo fue Dickens en el suyo¡ª, es que olvidemos definitivamente Hollywood, que lo que hay son finales de ceniza. Pero entre la gravedad que dan algunas situaciones hilarantes, entre el lamento y la pena, Gervais tambi¨¦n dice: ¡°Cre¨ªa que no preocuparse era un superpoder. Me equivocaba. Preocuparse por las cosas, eso es lo que realmente importa. La bondad y hacer que los dem¨¢s se sientan bien. Ese es el verdadero superpoder, y todos lo tenemos¡±.
El neoliberalismo ya no tiene quien lo pregone en serio. Lo que la naturaleza sabe tambi¨¦n lo sabemos nosotros, y ya por poco no lo vamos a negar m¨¢s: el v¨ªnculo, la diversidad y la cooperaci¨®n lo es todo. Y hay que estar atentos a lo que dec¨ªa Audre Lorde: no son nuestras diferencias las que nos dividen, sino la incapacidad de aceptar tales diferencias. Hay que dar un paso m¨¢s. Reconocernos y remar juntos. Ese salto, de la vieja orilla bald¨ªa a la otra ¡ªterritorio ignoto, pero lo imaginamos fresco y acogedor¡ª se est¨¢ produciendo ante nuestras narices. Es una cierta nueva idea de futuro.
Todo va muy r¨¢pido y quiz¨¢s lo hemos olvidado, pero hemos conseguido hacer cambios m¨¢s dr¨¢sticos. ?Se acuerdan, en su casa, aquella primavera de 2020? Nos miramos unos a otros y nos decidimos responsabilizarnos. Entendimos nuestro papel p¨²blico. Con miedo, con algunas decisiones pol¨ªticas de espanto que a¨²n hay que pagar ¡ªnuestros m¨¢s mayores en aquellas residencias¡ª, con dudas, con convencimiento, con aciertos, conseguimos cambiar el modo de vivir. Hay que olvidarse de lo grandilocuente y sus may¨²sculas. Dejarse de abstracciones, aterrizar en la tierra, mirarla y ponernos en marcha buscando otras formas de vivir. Y hay que hacerlo con cuidado, prestando atenci¨®n. Como advierte Paula Farias, m¨¦dico humanitaria y novelista: la esperanza hay que manejarla como quien maneja nitroglicerina.
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