El 28-M y la falsa diversidad de Espa?a
Es llamativa nuestra insistencia en denunciar los excesos centralistas para reivindicar lo que somos, siempre en clave de singularidad e identidad territorial, y c¨®mo ese relato se esfuma al aparecer la campa?a electoral
?Abran juego, se?oras y se?ores! Porque comienza la en¨¦sima campa?a electoral y he aqu¨ª su extra?a paradoja. Estas elecciones municipales y auton¨®micas parecer¨ªan una oportunidad de oro para acercarnos a esa diversidad que tanto reivindicamos para las tierras de Espa?a y que, sin embargo, solo nos importa en la medida en que jueguen un papel relevante en el particular juego de tronos del poder del Gobierno central. ?En qu¨¦ quedamos, entonces? ?Nos importa de repente ...
?Abran juego, se?oras y se?ores! Porque comienza la en¨¦sima campa?a electoral y he aqu¨ª su extra?a paradoja. Estas elecciones municipales y auton¨®micas parecer¨ªan una oportunidad de oro para acercarnos a esa diversidad que tanto reivindicamos para las tierras de Espa?a y que, sin embargo, solo nos importa en la medida en que jueguen un papel relevante en el particular juego de tronos del poder del Gobierno central. ?En qu¨¦ quedamos, entonces? ?Nos importa de repente Do?ana o solo es relevante como otra pieza de la disputa por La Moncloa?
Es llamativa nuestra insistencia en denunciar los excesos centralistas para reivindicar lo que somos, siempre en clave de singularidad e identidad territorial, y c¨®mo ese relato se esfuma al aparecer la campa?a electoral. F¨ªjense en c¨®mo se cuela la Comunidad Valenciana en nuestros sesudos an¨¢lisis demosc¨®picos: lejos de hablar sobre lo que all¨ª sucede, Valencia nos importa en la medida en que pueda cambiar el ciclo electoral. Esa ser¨¢ nuestra lectura: o el PSOE resiste o el PP avanza. Incluso la tan cacareada unidad de la izquierda es absolutamente instrumental. Es obvio que, si no dan los n¨²meros para otro pacto del Bot¨¤nic, hablaremos del ¡°momentum PP¡± y el nuevo escenario electoral, y en gran medida es as¨ª: es dif¨ªcil gobernar Espa?a con Madrid, Andaluc¨ªa y Valencia en contra, aunque a los socialistas les venga de perlas la disputa por el poder en Catalu?a que, de todos modos, compensar¨¢n alegremente con apoyo independentista. Pero lo sorprendente es comprobar c¨®mo forzamos nuestros an¨¢lisis para que encajen, no con la realidad, sino con el marco que aplicamos. Dejamos, as¨ª, en un segundo plano los problemas reales de los ciudadanos y esa singularidad que tanto reivindicamos con lengua de trapo, pues lo importante es la lucha por el poder del todo y la estrategia de captaci¨®n electoral para diciembre.
Habr¨¢ quien insista en que la ra¨ªz del problema est¨¢ en las visiones y relatos impuestos desde Madrid y su identificaci¨®n con Espa?a. Pero quiz¨¢ sea el momento de que nos responsabilicemos todos de los imaginarios que utilizan los pol¨ªticos. Ese ¡°Espa?a es Madrid¡± no es patrimonio exclusivo de Ayuso. Desde hace d¨¦cadas, los nacionalistas de otras comunidades aut¨®nomas insisten en esa identificaci¨®n: al hablar de ¡°los mentideros de la capital¡±, de ¡°la prensa de Madrid¡±, se construye lejan¨ªa. Madrid es, as¨ª, esa otredad que nos aliena y oprime, aquel centro lejano incapaz de comprendernos. Decir ¡°Madrid¡±, adem¨¢s, es evitar decir ¡°Espa?a¡±, y ya saben que lo que no se nombra no existe. Pero hay otros mantras esencialistas (¡°Madrid se va¡±, ¡°Madrid es facha¡±) que se escuchar¨¢n estos d¨ªas, y todos ellos los aprovechar¨¢ Ayuso cual chulapa castiza. Desde el abismo de nuestras propias burbujas identitarias, participamos todos de ese imaginario tramposo, y tal vez sea porque, en el fondo, no nos acaba de interesar qu¨¦ cosa es Espa?a y su diversidad. Al fin y al cabo, con la diferencia te relacionas, pero con la otredad confrontas. Y en el choque parece que todos vivimos mejor.