Un cisne negro en campa?a
La inclusi¨®n de algunos exetarras sentenciados por delitos de sangre en listas electorales de Bildu arroja una nueva sombra de duda sobre todas las predicciones del 28-M
Con un buen pu?ado de encuestas encima de la mesa surge la noticia de la inclusi¨®n de algunos exetarras sentenciados por delitos de sangre en listas electorales de Bildu. Si estas elecciones se ven¨ªan presentando bajo el signo de la incertidumbre en gran cantidad de ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas, este imprevisto arroja una nuev...
Con un buen pu?ado de encuestas encima de la mesa surge la noticia de la inclusi¨®n de algunos exetarras sentenciados por delitos de sangre en listas electorales de Bildu. Si estas elecciones se ven¨ªan presentando bajo el signo de la incertidumbre en gran cantidad de ayuntamientos y comunidades aut¨®nomas, este imprevisto arroja una nueva sombra de duda sobre todas las predicciones. Es posible que estemos ante eso que Nassim Taleb llamaba un cisne negro, un suceso hasta entonces inimaginable que acaba teniendo un efecto decisivo sobre el orden social; en este caso, como es obvio, sobre el proceso electoral. Me siento incapaz de evaluar cu¨¢l vaya a ser el impacto espec¨ªfico que provoque, aunque el primero no se ha hecho esperar: cambiar el guion de los discursos, apartar la discusi¨®n sobre los temas habituales en este tipo de campa?a para concentrar la atenci¨®n sobre ¨¦l; en particular, y esta ser¨¢ la tarea fundamental de la oposici¨®n, recordar una y otra vez los pactos de esta legislatura entre el Gobierno y Bildu y obligar al PSOE ¨Dotros de su mismo bloque apenas se sienten aludidos¨D a adoptar una actitud defensiva.
Cu¨¢nto acabe alterando los ya conocidos vaticinios es algo que, como digo, no me atrevo a predecir. Es posible que la fuerza de gravedad de lo local acabe imponi¨¦ndose y su efecto sea marginal. Dudo, sin embargo, que no vaya a tener consecuencias sobre las elecciones generales. Porque la maldici¨®n a la que nos sujeta nuestro bibloquismo polarizado es que uno sabe que no solo elige a un partido, sino tambi¨¦n a sus inevitables socios parlamentarios. Y esta ecuaci¨®n forma parte ya de cualquier c¨¢lculo electoral individual de ¨¢mbito nacional. Por eso mismo, el PSOE debe tener preparada una respuesta contundente y cre¨ªble.
No solo ¨¦l, tambi¨¦n Sumar. Es conocida la afinidad dentro del tri¨¢ngulo UP, ERC, Bildu, ?la har¨¢ suya Yolanda D¨ªaz? La decisi¨®n de los de Otegi es posible que persiga una estrategia que va m¨¢s all¨¢ del blanqueamiento retrospectivo de los etarras, de persistir en imponer su versi¨®n particular de la memoria sobre el terrorismo; puede que el objetivo sea tambi¨¦n la creaci¨®n de un sub-bloque dentro de la izquierda, definir un grupo incompatible con nuevos pactos electorales a no ser que se acepte lo inaceptable. Que eso condene a la izquierda a la oposici¨®n es secundario. Bildu ya ha conseguido adem¨¢s sus objetivos inmediatos, ahora falta emprender la lucha por el derribo de todo el sistema del 78. Y pasar a una oposici¨®n activa y radical contra la derecha puede verse como el instrumento id¨®neo. Total, dentro de Euskadi, un territorio donde el Estado apenas est¨¢ presente, puede seguir reinando e incluso aspirar a la hegemon¨ªa.
Quienes vienen siguiendo mis columnas ¨Dno me hago muchas ilusiones, no teman¨D saben que siento cierta tirria por la actual tendencia a moralizar la pol¨ªtica, eso de convertir todo conflicto pol¨ªtico en una disputa entre el bien y el mal, entre los ¨¦ticamente correctos y los indignos. Si adopto esa actitud es, entre otras razones, porque cuando aparecen las verdaderas disyuntivas ¨¦ticas, y aunque parezca parad¨®jico, estas acaban desvaneci¨¦ndose en el fragor del enfrentamiento pol¨ªtico. Dicho en otras palabras, de tanto moralizar lo pol¨ªtico hemos acabado por politizar la moral, devenimos en incapaces de ver las verdaderas quiebras de principios morales inesquivables. Y la decisi¨®n de Bildu lo es. Podr¨¢ ser legal, pol¨ªticamente ¨²til para sus objetivos o lo que ustedes quieran. Pero esto no va de derecho ni de pol¨ªtica, va de moral. Me pregunto, ?le gustar¨ªa a Irene Montero que metieran a un maltratador de g¨¦nero ¡°rehabilitado¡± en una lista electoral? Es legal, se?ora, ?por qu¨¦ no?