El peor sexo de la televisi¨®n est¨¢ en ¡®The idol¡¯
Las nuevas generaciones lo tienen claro: si vuelve el porno de tortura con mujeres performando solitas fantas¨ªas masculinas cutres, de este orgasmo nos bajamos
Una veintea?era de clav¨ªculas marcadas, de las que se machacan en el gimnasio para que su cuerpo nunca ocupe mucho espacio, se contonea en tanga y tacones de stripper sobre una cama. Arquea su espalda sin miedo a invocar una hernia e imita con precisi¨®n a las chicas de PornHub para que, a unos metros de distancia, un hombre le dicte apalancado en un sof¨¢ c¨®mo gestionar su autoplacer: ¡°Que d¨¦ de s¨ª ese co?ito juguet¨®n¡± (¡°Fuckin¡¯ stretch that tiny, little pussy¡±, dice en el ingl¨¦s original). ¡°Te tengo agarrada del culo mientras te asfixio con mi polla. Quiero que te ahogues con ell...
Una veintea?era de clav¨ªculas marcadas, de las que se machacan en el gimnasio para que su cuerpo nunca ocupe mucho espacio, se contonea en tanga y tacones de stripper sobre una cama. Arquea su espalda sin miedo a invocar una hernia e imita con precisi¨®n a las chicas de PornHub para que, a unos metros de distancia, un hombre le dicte apalancado en un sof¨¢ c¨®mo gestionar su autoplacer: ¡°Que d¨¦ de s¨ª ese co?ito juguet¨®n¡± (¡°Fuckin¡¯ stretch that tiny, little pussy¡±, dice en el ingl¨¦s original). ¡°Te tengo agarrada del culo mientras te asfixio con mi polla. Quiero que te ahogues con ella¡±. ¡°Asf¨ªxiate, asf¨ªxiate¡±, le dice, mientras ella gru?e meti¨¦ndose los dedos hasta el fondo de su garganta sin miedo a la arcada inminente. El elocuente mon¨®logo sigue y, de fondo, suena un saxof¨®n a lo Kenny G. acompa?ado de beats electr¨®nicos, como si alguien actualizase la banda sonora de las pelis er¨®ticas de los noventa. No es una escena metair¨®nica. Ese combo audiovisual, con primeros planos de ¨¦l salivando lascivamente, est¨¢ pensado para excitarnos. No ha sido as¨ª en Twitter. Desde la Red solo se ha voceado repel¨²s, hast¨ªo y desprecio.
¡°Necesito que alguien hunda a Abel por esta escena asquerosa en The idol¡¯¡±, tecle¨® una usuaria en un tuit viral que fue replicado en m¨²ltiples formas. Todos hablaban sobre los diez ¨²ltimos minutos de Fantas¨ªa doble, el segundo episodio de The idol, la serie de HBO Max dirigida por el creador de Euphoria, Sam Levinson. El proyecto empez¨® bajo la direcci¨®n de Amy Seimetz analizando c¨®mo la industria musical tritura a artistas j¨®venes a lo Britney Spears (interpretada por Lily-Rose Depp en la piel de Jocelyn). Cuando llevaba el 80% rodado, entr¨® en escena el hijo del guionista Barry Levinson. Ech¨® a Seimetz, desech¨® todo ese material que nunca veremos por tener ¡°una perspectiva demasiado femenina¡± y The idol se reformul¨® en la historia de una artista uni¨¦ndose a una secta sexual que lidera Tedros (interpretado por Abel Tesfaye, el artista conocido como The Weeknd, cocreador de la serie).
Tesfaye y Levinson son los responsables de haber coreografiado el sexo de una ficci¨®n que solo en sus primeros cinco minutos tiene a una boomer lamentando lo aburrido de 2023 y a?orando de forma sincera lo divertido que era te penetrasen analmente tus jefes en horario de trabajo. A algunas nos produce hasta ternura su empe?o en hacernos creer que las mujeres paseamos por casa con lencer¨ªa tres tallas m¨¢s peque?a que se clava en los pezones o vamos locas por masturbarnos con vasos pesados de whisky porque nada nos excita m¨¢s que pensar en restregar nuestro cl¨ªtoris con cristales afilados en punta. ¡°The idol nos ha dado la peor escena sexual de la historia¡±, escribi¨® la periodista Lucy Ford en un art¨ªculo de GQ que ha volado lej¨ªsimos en redes gracias a sentencias como ¡°aqu¨ª todo parece salido del cerebro de un adolescente pajillero que acaba de descubrir que pod¨ªa googlear ¡®tetas¡¯ en las im¨¢genes de Google¡±.
Cuando The New York Times aventur¨® que esta serie traer¨ªa de vuelta el sexo a nuestras pantallas, pocas imaginamos que ser¨ªa algo tan previsible, cutre y reaccionario como copiar sin imaginaci¨®n los mismos tics de las fantas¨ªas de violaci¨®n y sublevaci¨®n, que existen y no deber¨ªan ser cuestionadas, que tanto se discutieron en las guerras del porno de los setenta. En Twitter las nuevas generaciones ya lo tienen claro: si esto implica que vuelva el porno de tortura con mujeres performando ellas solitas postales de deseo reduccionistas para la mirada masculina, de este orgasmo nos bajamos.