Ni Frankenstein ni Nosferatu
En Espa?a, el populismo radical no es mayoritario por ahora, pero secuestra a la mayor¨ªa moderada de derechas e izquierdas, que no puede entenderse y apostar por lo que la une. La democracia espa?ola necesita despu¨¦s del 23-J seguir siendo b¨¢sicamente liberal
La democracia espa?ola afronta las elecciones generales del 23-J con una absurda disfuncionalidad a sus espaldas que bien podr¨ªamos describir como terror¨ªfica o, cuando menos, freak. La resume el t¨ªtulo de este art¨ªculo. Con ¨¦l se refleja cinematogr¨¢ficamente de d¨®nde venimos y a d¨®nde podemos ir. Al menos si no se impone la sensatez de la moderaci¨®n entre los que tendr¨¢n que decidir qui¨¦n gobernar¨¢ despu¨¦s de que las urnas digan lo que piensan el pr¨®ximo 23-J.
Creo hablar en nombre de muchos que vive...
La democracia espa?ola afronta las elecciones generales del 23-J con una absurda disfuncionalidad a sus espaldas que bien podr¨ªamos describir como terror¨ªfica o, cuando menos, freak. La resume el t¨ªtulo de este art¨ªculo. Con ¨¦l se refleja cinematogr¨¢ficamente de d¨®nde venimos y a d¨®nde podemos ir. Al menos si no se impone la sensatez de la moderaci¨®n entre los que tendr¨¢n que decidir qui¨¦n gobernar¨¢ despu¨¦s de que las urnas digan lo que piensan el pr¨®ximo 23-J.
Creo hablar en nombre de muchos que viven instalados en la amplia y extensa franja de la centralidad pol¨ªtica. Gente moderada, profesional, de ideas liberales, universitaria y con una vida relativamente desahogada. Espa?oles que no dan lecciones de espa?olidad a nadie, pero que no soportan la radicalidad, la intolerancia y la prepotencia, vengan de donde vengan. Que encarnan esa franja de la poblaci¨®n que empasta la sociedad porque se relaciona con todo el mundo y tiene capacidad para escuchar, empatizar y hablar m¨¢s all¨¢ de los conflictos territoriales, las tensiones sociales y las diferencias generacionales.
Del grosor y cohesi¨®n de ella depende, en mi opini¨®n, la estabilidad de nuestra sociedad y su coherencia al influir en la redacci¨®n del relato que explica m¨¢s o menos c¨®mo funciona la sociedad espa?ola a diario. Pues bien, esta gente no quiere que despu¨¦s del 23-J tengamos que ver en la pantalla de la pol¨ªtica nacional el Frankenstein de Charles D. Hall, ni tampoco el Nosferatu de Friedrich Murnau. No lo quiere porque sintoniza con el 60% de los espa?oles que suman la moderaci¨®n centrada de este pa¨ªs. Espa?oles que no entienden por qu¨¦ tenemos que correr el riesgo de vivir condenados a que el Gobierno que salga de las urnas el 23-J nos obligue a todos a ver c¨®mo la radicalidad desdibuja el sentir de la moderaci¨®n mayoritaria.
Si el PSOE y el PP suman el 60% de los votos, ?por qu¨¦ est¨¢n subordinados en sus expectativas de gobernar a que el primero agregue a los independentistas catalanes y Bildu y el segundo a Vox a cambio de concesiones a su radicalidad? Saco conscientemente a Sumar de la ecuaci¨®n extrema porque la propuesta de Yolanda D¨ªaz ha neutralizado el componente populista que aleteaba en el ADN de Podemos. Con todo, la versi¨®n Frankenstein que liderar¨ªa el PSOE tendr¨ªa que congregar tanto la radicalidad independentista como el extremismo antisistema de la izquierda perif¨¦rica. Un suma y sigue tan antisistema como lo ser¨ªa Vox para el PP que, de pactar con la extrema derecha, se convertir¨ªa en una especie de Gobierno Nosferatu.
Lo sorprendente es que teniendo el PSOE y el PP una experiencia repetida de gobiernos moderados, con vocaci¨®n de partidos de Estado y clara proyecci¨®n europe¨ªsta, est¨¦n condenados a no entenderse. La culpa est¨¢ en la memoria compartida que alojan desde los amargos desencuentros producidos durante los gobiernos de Gonz¨¢lez y Aznar que culminaron con el 11-M y la moci¨®n de censura de 2018. Un toma y daca de reproches que ha generado resentimiento rec¨ªproco que ninguno se esfuerza en sanar. Un resentimiento tan abrupto que se ha transformado en una sima por la que se ha colado la excepcionalidad populista que aqueja nuestra democracia y que se ha adue?ado de la centralidad del tablero pol¨ªtico diario.
Aqu¨ª est¨¢ la esencia de la disfuncionalidad populista de la pol¨ªtica espa?ola. Lo que nos aleja de la ola populista europea y norteamericana. Un activo que convertimos en pasivo con torpeza, pues en Espa?a el populismo radical no es mayoritario por ahora, pero secuestra a la mayor¨ªa moderada de derechas e izquierdas, que no puede entenderse y apostar por lo que la une. Algo que lleva a cada parte moderada a culpar a la otra de la situaci¨®n y defender, entonces, con pasi¨®n lo que les separa. Una situaci¨®n que ha sido inaceptable durante esta legislatura y que no puede repetirse en la pr¨®xima si la moderaci¨®n, de izquierdas y derechas, no interioriza de una vez por todas que debe cada parte de ella apostar por la otra. El objetivo no puede ser otro que mutualizar entre todos los que defienden la democracia que esta no caiga v¨ªctima de la toxicidad de los extremos.
Que nadie piense que apelo con lo dicho a una gran coalici¨®n PP-PSOE de cara al 23-J. No lo hago porque b¨¢sicamente nos dejar¨ªa sin alternativa moderada. Tampoco reclamo que vote la lista m¨¢s votada, a pesar de compartir el fondo del an¨¢lisis. Lo que quiero resaltar es que la democracia espa?ola necesita despu¨¦s del 23-J seguir siendo b¨¢sicamente liberal. Al menos si quiere sobrevivir en medio del oleaje populista y autoritario que desestabiliza nuestra sociedad y todo el mundo occidental. Un reto conectado a otros de fondo que requieren pol¨ªticas de extraordinario calado. Hablamos de desaf¨ªos que nos confrontan con la emergencia clim¨¢tica, la sostenibilidad ¨¦tica de nuestra transformaci¨®n digital, la geopol¨ªtica de bloques global y, sobre todo, c¨®mo hacer viables la libertad y la igualdad entre tant¨ªsimos diferentes que tienen el derecho a serlo.
De c¨®mo abordemos esta suma de desaf¨ªos que son, en realidad, una encrucijada de caminos, depender¨¢ que acertemos o nos equivoquemos como pa¨ªs en un momento crucial de la historia de Europa y Occidente. Algo para lo que no valen gobiernos, digamos, atemorizantes para la otra parte de la sociedad, sino sensatos para la mayor¨ªa de ella. Gobiernos que saquen acuerdos para satisfacci¨®n de ella. Sobre todo porque 2024 vendr¨¢ cargado de m¨¢s tensiones e incertidumbres debido a las elecciones europeas, rusas y norteamericanas. Y porque estar¨¢ en el aire el desenlace de una guerra de Ucrania que, entonces, llevar¨¢ dos a?os de vida a las espaldas de todos y que puede coincidir con el arranque de otra, u otras. Porque la lucha por la hegemon¨ªa planetaria entre Estados Unidos y China se va a poner seria en un futuro no muy lejano y nos obligar¨¢ a elegir con m¨¢s nitidez que ahora.
Admit¨¢moslo, dar respuesta y acertar en todo lo dicho es imposible. Pero intentarlo y acertar en algunas cosas, s¨ª lo es. Para ello es imprescindible que quien tome las decisiones sea capaz de mutualizar el coste pol¨ªtico y social de ellas mediante consensos y pactos que conciten alrededor la mayor¨ªa moderada que tiene este pa¨ªs. Esto solo es viable desde un realismo pragm¨¢tico que sume y no divida desde la moderaci¨®n. No lo olvidemos porque la radicalidad debilita los consensos y hace imposible la perdurabilidad de los pactos.
En cualquier sociedad europea, los n¨²meros que suman los partidos que encarnan la moderaci¨®n, har¨ªa que se entendieran al verlos como un activo de pa¨ªs. Aqu¨ª, todav¨ªa es imposible antes del 23-J. La falta de una trinchera que la moderaci¨®n deber¨ªa haber puesto frente a los extremos nos hace v¨ªctimas de ellos en este tramo final que nos conduce directamente a una especie de segunda vuelta del 28-M que hace que PSOE y PP no est¨¦n dispuestos a entenderse. Y a que todos vivamos el momento atrapados por un riesgo fat¨ªdico de bloqueo rec¨ªproco. Algo que sucede en medio de una presidencia espa?ola de Europa y cuando la guerra de Ucrania se adentra en sus peores momentos.
Tal y como est¨¢n las cosas, solo una mayor¨ªa clara, aunque minoritaria, podr¨¢ gobernar este pa¨ªs. Eso s¨ª, tendr¨¢ que hacerlo con la mano tendida a la minor¨ªa mayoritaria y habr¨¢ de convencerla de que le deje gobernar.
Esto solo suceder¨¢ si la mayor¨ªa suficiente pacta con ella y le da su protagonismo de minor¨ªa necesaria. Solo de este modo podr¨¢ acertarse en los desaf¨ªos que mencion¨¢bamos e impedir el riesgo de un gobierno mayoritario pero freak. Bien bajo las sombras alargadas de Nosferatu, bien bajo los electrodos paralizantes de Frankenstein.