Hola oscuridad, mi vieja amiga
Simon y Garfunkel ten¨ªan raz¨®n. El sonido del silencio existe
¡°Hello darkness, my old friend¡¡±. Si no has reconocido la canci¨®n, es que eres un jovenzano, y te felicito por ello. As¨ª arranca The sound of silence, el sonido del silencio, un cl¨¢sico de Simon y Garfunkel. Llama la atenci¨®n que la canci¨®n empiece hablando de la oscuridad, el grado cero de la visi¨®n, para conducirnos hasta el silencio, el grado cero del sonido. Esta especie de sinestesia, o nexo autom¨¢tico entre sentidos, alcanza el paroxismo en otra estrofa: ¡°Gente hablando...
¡°Hello darkness, my old friend¡¡±. Si no has reconocido la canci¨®n, es que eres un jovenzano, y te felicito por ello. As¨ª arranca The sound of silence, el sonido del silencio, un cl¨¢sico de Simon y Garfunkel. Llama la atenci¨®n que la canci¨®n empiece hablando de la oscuridad, el grado cero de la visi¨®n, para conducirnos hasta el silencio, el grado cero del sonido. Esta especie de sinestesia, o nexo autom¨¢tico entre sentidos, alcanza el paroxismo en otra estrofa: ¡°Gente hablando sin decir, gente oyendo sin escuchar, gente escribiendo canciones para ninguna voz¡±. Paul Simon escrib¨ªa esto en 1964, tal vez en pleno baj¨®n por el asesinato de Kennedy tres meses antes, pero las intenciones del autor importan poco aqu¨ª. Lo que nos interesa es su lista de ceros perceptuales, de la oscuridad al silencio y m¨¢s all¨¢.
Los ceros fueron explorados a fondo por las vanguardias del siglo pasado. La abstracci¨®n de Kandinsky se puede considerar un cero, al renunciar sistem¨¢ticamente a toda forma figurativa. Tambi¨¦n es un cero la m¨²sica dodecaf¨®nica concebida por Arnold Sch?nberg para impedir de manera sibilina las tentaciones tonales que hab¨ªan caracterizado toda la m¨²sica hasta entonces. No en vano, Thomas Mann se inspir¨® en el compositor para construir a su doctor Fausto, ese tipo que est¨¢ todo el rato vendiendo su alma al diablo. En un museo de C¨¢ceres se puede ver un cuadro de Yoko Ono que consiste en un lienzo en blanco del que emergen las hojas reales de una planta. Me lo qued¨¦ mirando un buen rato, no s¨¦ si como amante de la pintura o de los Beatles.
La obra cumbre del cero musical es sin duda 4¡ä33¡å, de John Cage, que consiste en 4 minutos y 33 segundos del m¨¢s absoluto silencio, eso s¨ª, con un pianista sentado al teclado y gan¨¢ndose la pasta m¨¢s gansa de su vida. Cage fue alumno de Sch?nberg, por cierto, aunque es justo decir que su profesor le diagnostic¨® una incapacidad intratable para la armon¨ªa. Si Sch?nberg estaba en lo cierto, es indudable que Cage encontr¨® un camino para superarla.
Y acabamos de conocer novedades. Un peque?o grupo de neur¨®logos y fil¨®sofos de la Universidad Johns Hopkins, en Baltimore, han sometido a sus voluntarios a las torturas habituales de la psicolog¨ªa experimental y han visto lo siguiente. Un tono continuo se percibe como m¨¢s largo que uno discontinuo, aunque midan exactamente lo mismo. Por razones que ignoramos, esa parece ser una cualidad de nuestra percepci¨®n del sonido. Y ahora viene lo importante: un silencio continuo tambi¨¦n parece m¨¢s largo que uno discontinuo. En este sentido, percibir un silencio es como percibir un sonido. Otras pruebas m¨¢s enrevesadas apuntan a la misma conclusi¨®n. As¨ª como el cero es un n¨²mero, el silencio es un sonido, y nuestro cerebro lo procesa como tal. La lectora puede hacer la prueba por s¨ª misma, y Claudia L¨®pez Lloreda lo comenta en Science con un art¨ªculo accesible (en ingl¨¦s).
El cero se suele considerar un invento matem¨¢tico, seguramente hind¨². Pero, al igual que otras innovaciones matem¨¢ticas, no consista tanto en una invenci¨®n como en un descubrimiento. Nuestro cerebro parece estar preparado para percibir el sonido del silencio. Muy bien, Paul.