Una idea de principios
C¨®mo conformar un programa de legislatura capaz de atraer la confianza de la mayor¨ªa parlamentaria constituye el desaf¨ªo que los electores dejaron el 23-J
El arranque de la XV Legislatura con la elecci¨®n de la presidenta del Congreso de los Diputados y la de los miembros de la Mesa ofrece ya mucha informaci¨®n en torno a los escenarios posibles para la investidura. Las rondas de consultas que inaugurar¨¢ el Rey con los portavoces de los grupos parlamentarios tienen como prop¨®sito aclarar si, como parece, solo Pedro S¨¢nchez tiene capacidad para aglutinar una mayor¨ªa suficiente para ser reelegido. Felipe VI encargar¨¢ la tarea de formar Gobierno al t¨¦rmino de dicho trabajo exploratorio. No hay plazos para un tr¨¢mite institucional que no deber¨ªa dilatarse mucho en el tiempo. La sesi¨®n de investidura tampoco tiene calendario determinado, pero a nadie se le oculta que ser¨¢ convocada en el momento m¨¢s adecuado para quien aspira a gobernar.
En este contexto, leeremos an¨¢lisis sobre el margen jur¨ªdico y pol¨ªtico con el que la presidenta del Congreso y el Rey ordenar¨¢n sus actuaciones hasta conducir a un candidato a la investidura. Tampoco faltar¨¢n informes que imaginen cualquier hip¨®tesis para que quien decide sepa siempre c¨®mo operar. No es esta, sin embargo, la cuesti¨®n que m¨¢s atenci¨®n deber¨ªa robarnos. El elemento mollar desde la perspectiva pol¨ªtica est¨¢, a mi entender, en seguir de cerca la negociaci¨®n conducente a vertebrar un acuerdo entre distintas fuerzas parlamentarias capaz de reunir una mayor¨ªa que permita formar gobierno y evitar un adelanto electoral. El fundamento de la sesi¨®n de investidura no es otro que el de otorgar la confianza parlamentaria a un candidato en torno a un programa de gobierno. Algo as¨ª no genera mayor misterio si el partido ganador de las elecciones re¨²ne por s¨ª mismo una mayor¨ªa suficiente. En esa circunstancia, el programa de gobierno coincide con el programa electoral del ganador y, en consecuencia, nada hay que negociar con nadie. No es este, sin embargo, el caso que nos ocupa. C¨®mo conformar un programa de legislatura capaz de atraer la confianza de la mayor¨ªa parlamentaria constituye, en suma, el desaf¨ªo que los electores dejaron el 23-J a quien concurra a la investidura.
Efectivamente, el candidato que finalmente sea propuesto por el Rey necesitar¨¢ contar con el acuerdo de muchos para poder ser elegido presidente. El com¨²n de los ciudadanos sabe que sumar voluntades exige dar cabida a los intereses y a las propuestas de aquellos con quienes ¡ªquieras o no¡ª necesitas acordar. As¨ª de simple. Obvia decir que el espacio para el acuerdo se hace imposible cuando en un programa de gobierno todo son principios. Y ello porque los principios, si verdaderamente lo son, constituyen l¨ªneas rojas infranqueables que imposibilitan el acuerdo. Ning¨²n partido pol¨ªtico puede renunciar a sus principios. Un partido s¨ª puede, sin embargo, renunciar a propuestas por muy importantes que sean. Tambi¨¦n puede reformularlas o postergar su ejecuci¨®n. Incluso puede convertirlas en reivindicaci¨®n aspiracional. Quienes acuden a negociar con los principios como lema no buscan el acuerdo. M¨¢s matices requiere el an¨¢lisis de quienes proponen iniciativas que desbordan los marcos jur¨ªdicos o presupuestarios vigentes. En estos casos el acuerdo se dificulta en extremo y dependiendo de la habilidad de quienes negocien todo puede acabar en un fiasco. El acuerdo es, sin embargo, posible y depender¨¢ del margen que los actores pol¨ªticos se otorguen para la transacci¨®n como autopista para alcanzar un espacio de entendimiento donde el beneficio sea mutuo.
Pues bien, los ciudadanos tenemos la posibilidad de observar durante los pr¨®ximos d¨ªas el clima con el que cada uno prepara los fundamentos de la negociaci¨®n y el margen del acuerdo que puede hacer factible la legislatura. Basta con analizar la manera en la que unos y otros hablen o callen para apreciar la firmeza que sostiene el prop¨®sito de acuerdo. Les propongo que observemos tambi¨¦n qu¨¦ reclama cada uno como condici¨®n para participar en la mayor¨ªa conducente a formar un gobierno y qu¨¦ garant¨ªas de cumplimiento exige. Y, sobre todo, estemos atentos a aquellos que abandonen el ¨¢mbito de las propuestas para conducir la negociaci¨®n al terreno de los principios. La excusa de los principios son la se?al de alarma que puede anticipar un no acuerdo.
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