Marruecos me duele
Si una cat¨¢strofe natural es un desastre siempre, cuando golpea lugares que ya padecen d¨¦ficits estructurales, la sensaci¨®n de impotencia y desamparo es todav¨ªa m¨¢s abrumadora
El encanto de la medina de Marraquech, con sus imbricadas callejuelas y los edificios ocres que dan fe de c¨®mo se debi¨® vivir anta?o en la ciudad imperial, se convirti¨® en una peligrosa trampa cuando el temblor del viernes por la noche sacudi¨® paredes y techos, restaurantes perfumados de especias, las tiendas de artesan¨ªa con alfombras colgando en sus patios interiores, riads de altos z¨®calos de azulejos policromos. Ya han fallecido m¨¢s de mil personas y hay centenares de heridos graves. Vemos a los turistas desconcertados, descubriendo una vez m¨¢s una sociedad marroqu¨ª en apariencia ca¨®tica y desorganizada que, si sigue siendo como yo la conoc¨ª, tambi¨¦n tiene la extra?a capacidad de aglutinarse en momentos tr¨¢gicos como este para el socorro mutuo. Tal vez porque la familia, el grupo, el barrio y el pueblo siguen siendo las m¨¢s s¨®lidas estructuras de apoyo, mucho m¨¢s fiables que el mahzen. O porque hablamos de un pa¨ªs con una estructura estatal m¨ªnima en la que muchos ciudadanos no tienen acceso a la sanidad por no poder pag¨¢rsela. Por esto, si una cat¨¢strofe natural es un desastre humano siempre, en los casos en que asola sitios que ya padecen d¨¦ficits estructurales, la sensaci¨®n de impotencia y desamparo es todav¨ªa m¨¢s abrumadora.
No me cuesta imaginar a las se?oras de cierta edad agarr¨¢ndose la cabeza con ambas manos mientras invocan a Mulley Abdel Kadel Al-Jilali, sant¨®n del que se acuerdan nuestras mayores en momentos de infortunio y desolaci¨®n. Aunque yo estoy muy lejos, puedo ver a los piadosos chasqueando la lengua mientras bisbisean oraciones pidiendo que el Todopoderoso se apiade de nosotros. No es raro que ante el desastre se acreciente el sentido fatalista de la vida y la gente se pregunte por qu¨¦ tanta desgracia, por qu¨¦ tanta destrucci¨®n. No faltar¨¢ el fundamentalista que aproveche la oportunidad de recordar a quienes se salieron de la recta senda del islam verdadero que esto no es m¨¢s que un aviso de lo que nos espera despu¨¦s del Juicio Final.
Casi en directo hemos visto las terribles consecuencias del se¨ªsmo en la famosa ciudad. Fuera de foco quedan las aldeas con casas aisladas o peque?os n¨²cleos de edificaciones rudimentarias sin cimientos, construidas muchas de ellas con adobe por las propias familias. El d¨¦ficit de comunicaciones terrestres har¨¢ m¨¢s dif¨ªcil el socorro a la poblaci¨®n rural que, de nuevo, sentir¨¢ que depende de ella misma y de nadie m¨¢s para sobreponerse al desastre.
Imzuren, en 2004, resuena en mi memoria. Quisiera que todo hubiese cambiado en este Marruecos que dicen los economistas que va mejor que nunca, pero, por muy fuerte que sea mi deseo, no puedo dejar de tener en cuenta a quienes regresaron hace poco de mi pa¨ªs de nacimiento y repiten el acostumbrado resumen sobre su estado: ¡°Marruecos es Marruecos, no cambia¡±. Ojal¨¢ se equivoquen y esta vez, a diferencia de lo que pas¨® en el terremoto de Alhucemas, las ayudas de la solidaridad internacional y de los marroqu¨ªes en el extranjero encuentren v¨ªas seguras para llegar a los afectados y no perderse por el camino.
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