Meditaci¨®n
?Dejar de pensar? ?Existe un horror m¨¢s grande que ese? Aunque siento reverencia por la idea de aquietar la mente, y s¨¦ que eso no se logra en 10 minutos, me puse de pie y me fui a correr
¡°?Por qu¨¦ no meditamos?¡±, dijo el hombre con quien vivo. ?l no sabe meditar, yo tampoco. Pero dentro de mi cabeza hay siempre una voz que dice ¡°?S¨¢quenme de aqu¨ª!¡±, y otra que dice lo contrario: ¡°Quiero que esto dure para siempre¡±. Era domingo, un buen d¨ªa para acallarla. ?l busc¨® una meditaci¨®n en la web. Nos sentamos. Una voz de mujer nos dio la bienvenida y sugiri¨® que procur¨¢ramos desprendernos de la tendencia ¡°a querer que las cosas sean de otro modo¡±, que deb¨ªamos ¡°aceptar el momento presente tal y como es¡±. Abrazarlo con cari?o y respeto. Yo siento respeto por el presente, pero no cari?o, y siempre querr¨¦ cambiar lo que no encaja, as¨ª que empezamos mal: solo para cumplir con esa indicaci¨®n necesitaba m¨¢s indicaciones. Pero la voz, imperturbable, pidi¨® que llev¨¢ramos la atenci¨®n a las costillas y respir¨¢ramos. ?C¨®mo se lleva la atenci¨®n a las costillas: imaginando una radiograf¨ªa? La voz dijo que iba a dejarnos ¡°solos¡± para que continu¨¢ramos llevando la atenci¨®n a esa zona (cosa con la cual yo ya ten¨ªa problemas) y, cuando se presentara un pensamiento, deb¨ªamos ¡°dejarlo marchar¡± diciendo para nuestros adentros: ¡°Pensamiento¡± (lo cual, parad¨®jicamente, implicaba pensar). Tuve la imagen estremecedora de un l¨¢piz tachando una idea venturosa. ¡°Ver¨¢s c¨®mo se disuelve, c¨®mo los pensamientos no son nada, llegan y se van¡±, dijo la voz. Abr¨ª un ojo. Mir¨¦ al hombre con quien vivo. Una l¨¢grima le ca¨ªa por la mejilla mientras yo pensaba que lo que suger¨ªa la voz era la descripci¨®n del da?o ps¨ªquico. ?Dejar de pensar? ?Existe un horror m¨¢s grande que ese? Aunque siento reverencia por la idea de aquietar la mente, y s¨¦ que eso no se logra con una meditaci¨®n de 10 minutos, me puse de pie y me fui a correr. ?Por qu¨¦? Porque hay que estar loco para obtener lo que se desea. Porque lo que m¨¢s se desea ¡ªen mi caso, cesar¡ª es lo que m¨¢s nos espanta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.