Necesitamos palabras nuevas, sin adjetivos, para definir las guerras
En este final de a?o, te?ido de conflictos b¨¦licos, otras dos palabras surgen con fuerza: odio y perd¨®n, ambas dif¨ªciles de conjugar
Es cierto que las guerras son el ca?amazo de la historia de la humanidad. Imposible, por tanto, describir las huellas del homo sapiens ignorando sus luchas, desde las tribales de a palo limpio a las modernas y sofisticadas de nuestra era at¨®mica.
Desde la invenci¨®n de la escritura hasta hoy, el vocablo guerra estuvo siempre en relieve. Con el tiempo fue adornada de adjetivos para tratar de domar su crueldad. Llegaron as¨ª las guerras santas, las ideol¨®gicas, las ...
Es cierto que las guerras son el ca?amazo de la historia de la humanidad. Imposible, por tanto, describir las huellas del homo sapiens ignorando sus luchas, desde las tribales de a palo limpio a las modernas y sofisticadas de nuestra era at¨®mica.
Desde la invenci¨®n de la escritura hasta hoy, el vocablo guerra estuvo siempre en relieve. Con el tiempo fue adornada de adjetivos para tratar de domar su crueldad. Llegaron as¨ª las guerras santas, las ideol¨®gicas, las quir¨²rgicas y las mortales, nunca la guerra a secas que resulta demasiado indigesta.
En el ser humano se junta lo m¨¢s tenebroso y sublime cuando estallan las guerras y resucitan los instintos m¨¢s primitivos que duermen a la espera de que se conviertan en imperativos de la existencia. No. No existen causas que justifiquen el infierno de la violencia como la perpetrada hoy en la guerra de Israel, con ni?os decapitados.
La guerra conlleva siempre tambi¨¦n el horror de la tortura, que tampoco admite adjetivos. Siempre cre¨ª que ella llevaba ya en su vientre lo sumo de la barbarie. Me equivoqu¨¦. Puede sobrepasar todos los l¨ªmites de la crueldad.
Lo pude confirmar durante la dictadura de Franco cuando a¨²n exist¨ªan las checas de la tortura. Fue en Madrid. Un abogado, amigo m¨ªo, me cont¨® horrorizado que le hab¨ªan llamado por tel¨¦fono para decirle que aquella ma?ana iban a torturar a una persona que hab¨ªa sido su gran amigo y que hab¨ªan acabado enemistados. Y lo invitaban a participar tambi¨¦n al rito macabro de la tortura. El mensaje era claro: as¨ª el torturado sufrir¨ªa doblemente. El abogado me coment¨®: ¡°Esos b¨¢rbaros no tienen l¨ªmite¡±. Cuando la brutalidad estalla no existen adjetivos para calificarla.
En este final de a?o, te?ido de guerras, otras dos palabras surgen con fuerza. Son las del odio y el perd¨®n, ambas dif¨ªciles de conjugar. En la guerra de Israel que empieza a configurarse como la de todo el Medio Oriente, se mezclan sentimientos dif¨ªciles de metabolizar porque retrae a los tiempos tenebrosos del Holocausto jud¨ªo. Es una guerra que golpea doblemente sea a los jud¨ªos que a los palestinos. Es tambi¨¦n una triste guerra de religiones.
Tantos amigos m¨ªos jud¨ªos pacifistas que luchan por una convivencia con los palestinos de Gaza sufren doblemente y necesitar¨ªan hoy para consolarles al gran escritor Am¨®s Os, quien se preguntaba: ¡°?Qui¨¦nes son los buenos y los malos?¡±. Recordaba que Israel y Palestina no son una cuesti¨®n de buenos y malos, sino ¡°un embate entre lo cierto y lo cierto, entre lo errado y lo errado¡±. Y a?ad¨ªa: ¡°Creo que las personas decentes de todo el mundo no necesitan elegir entre ser pro Israel o pro palestino. Necesitar¨ªan ser solo a favor de la paz¡±.
Veo cada d¨ªa como los jud¨ªos pacifistas est¨¢n sufriendo con esta guerra. Mi propia esposa, Roseana Murray, poeta, jud¨ªa, hija de padres que llegaron a Brasil huyendo de Polonia, acaba de escribir: ¡°Este es un momento no de escoger, sino de pedir perd¨®n. Desde siempre estuve a favor de Israel y de un Estado Palestino, lado a lado, biling¨¹es, compartiendo sabores¡±. Y a?ade: ¡°Estoy pidiendo a mucha gente perd¨®n dentro de m¨ª. Estoy viviendo un Yom Kippur, d¨ªa del perd¨®n jud¨ªo, infinito. Por todos los inocentes muertos de ambos lados. La venganza mata, destruye. No fue ese el juda¨ªsmo que me ense?aron mis padres y abuelos¡±. Y concluye: ¡°Israel no es Netanyahu. La venganza mata, destruye. Contin¨²en buscando la paz con las cuerdas vigorosas del amor¡±.
El cineasta israel¨ª Amos Gitai en una entrevista al diario O Globo de Brasil cuenta que acaba de presentar en Par¨ªs una adaptaci¨®n de su primer filme La casa de 1980. Participaron actores palestinos e israel¨ªes trabajando con un m¨²sico de Ir¨¢n y comenta: ¡°Necesitamos mostrar al mundo que podemos vivir y crear juntos. Podemos identificarnos culturalmente¡±.
S¨ª, la cultura que evoca el cultivo ancestral de la tierra, es lo m¨¢s moderno, lo m¨¢s creativo y el mejor ant¨ªdoto contra la locura de las guerras. En el lenguaje de la violencia, y m¨¢s de la guerra santa o de religi¨®n, la palabra perd¨®n suena a blasfemia. Y, sin embargo, en la historia de las tres religiones monote¨ªstas siempre ha existido latente, aunque diera miedo, el recuerdo del profeta jud¨ªo palestino Jes¨²s de Nazareth a quien lo crucificaron por atreverse a predicar el perd¨®n al enemigo. Lleg¨® a¨²n m¨¢s lejos: al diente por diente y ojo por ojo de la Biblia, lleg¨® a pedir ¡°devolver bien por mal¡±.
Siempre pens¨¦ que devolver bien por mal era un categ¨®rico imposible, hasta que un d¨ªa mi madre me cont¨® cuando ya era adulto una historia que ella vivi¨® con mi padre y que ha resucitado en mi memoria estos d¨ªas de guerras, torturas, violencias y venganzas.
Mi padre era maestro en una aldea de campesinos, casi todos analfabetos. Muchos de ellos acud¨ªan a ¨¦l cuando recib¨ªan alg¨²n oficio del ayuntamiento para que les ayudara a entenderlo y a contestarlo. Estaban siempre con miedo. Mi padre enferm¨® y falleci¨® con 41 a?os. Yo era un adolescente. Supe por mi madre que uno de aquellos campesinos, sin saber por qu¨¦, hab¨ªa denunciado a mi padre de que sufr¨ªa una enfermedad contagiosa, cosa que era falso, y que los ni?os segu¨ªa yendo a la escuela, que era una sala de nuestra casa, donde lo sustitu¨ªa mi madre que era tambi¨¦n maestra. Fue un golpe muy duro para ¨¦l.
Un d¨ªa, ya muy enfermo, supo que aquel campesino que lo hab¨ªa calumniado estaba con un problema grave, a punto de perder su casa y un pedazo de tierra que era lo ¨²nico que pose¨ªa. Mi madre se lo cont¨®. Al d¨ªa siguiente mi padre le pidi¨® que llamara a quien le hab¨ªa calumniado. Necesitaba hablar con ¨¦l. Cuando el campesino lleg¨® a su habitaci¨®n, le pidi¨® con iron¨ªa que se quedara a la puerta, sin entrar, para no contagiarse.
¡°He estado toda la noche sin dormir, le dijo, pensando en tu caso y he encontrado ya la forma de resolverlo porque me ha dado pena de que puedan embargar tu casa y tu tierra¡±. Era la fuerza no solo del perd¨®n si no tambi¨¦n de devolver bien por mal. Ah, mi padre era agn¨®stico. Mi madre me cont¨®, que durante su funeral, en la Iglesia, en primera fila, estuvo presente el campesino al que mi padre no solo hab¨ªa perdonado sino devuelto bien por mal.
¡°Perd¨®nales porque no saben lo que hacen¡±, grit¨® el jud¨ªo Jes¨²s mientras agonizaba en la cruz injustamente sacrificado. Su grito sigue resonando prof¨¦tico mientras el mundo sigue enzarzado en una guerra donde el odio vuelve a resucitar y remueve las conciencias.
El exguerrillero Pepe Mujica que conoci¨® y ejerci¨® la fuerza de la violencia ha escrito d¨ªas atr¨¢s: ¡°En mi jard¨ªn hace d¨¦cadas que no cultivo el odio porque aprend¨ª una dura lecci¨®n que me puso la vida. El odio es ciego como el amor, pero el amor es creador y el odio me destruye¡±.
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