El ¨¢rbol de Navidad

Leo el estupendo art¨ªculo de David Trueba Mi ¨¢rbol es m¨¢s grande, que me hace reflexionar sobre la celebraci¨®n actual de la Navidad. Mis abuelos eran noruegos, y se celebraba con una solemnidad impresionante: mi abuela pon¨ªa el ¨¢rbol, lleno de nieve de algod¨®n, el 24 de diciembre por la tarde. Entonces entr¨¢bamos en la sala a oscuras, con solo ...

Leo el estupendo art¨ªculo de David Trueba Mi ¨¢rbol es m¨¢s grande, que me hace reflexionar sobre la celebraci¨®n actual de la Navidad. Mis abuelos eran noruegos, y se celebraba con una solemnidad impresionante: mi abuela pon¨ªa el ¨¢rbol, lleno de nieve de algod¨®n, el 24 de diciembre por la tarde. Entonces entr¨¢bamos en la sala a oscuras, con solo las luces del ¨¢rbol encendidas, mientras sonaba en un gram¨®fono de 1920 la canci¨®n que se canta en Noruega: Jeg er sa glad hver julekveld (¡°Estoy tan contento porque es Nochebuena¡±). No pod¨ªamos coger los regalos, pues primero bail¨¢bamos en corro alrededor del ¨¢rbol, cantando esa canci¨®n de la que no entend¨ªamos nada, pero que nos sab¨ªamos de memoria y cuyas palabras nos parec¨ªan m¨¢gicas. Poco que ver con el ¨¢rbol met¨¢lico m¨¢s grande por el que compiten varias ciudades y con las luces que se encienden ya en noviembre por todas las calles. Creo, al igual que Trueba, que son m¨¢s importantes otras cosas en la pol¨ªtica local que pretender entusiasmar a toda la ciudad con ¨¢rboles, luces y villancicos.

Olav Mazarrasa Mowinckel. Santander

Sinhogarismo

M¨¢s de 37.000 personas viven en la calle, seg¨²n las ONG. El 80% son hombres, aunque el sinhogarismo femenino, envuelto en la invisibilidad, no se limita a las estad¨ªsticas. La frialdad de las cifras se disuelve ante historias como la de un hombre que, avergonzado, no confes¨® a sus hermanas su vida en la calle. La crudeza del sinhogarismo es tambi¨¦n reflejo de la masculinidad hegem¨®nica. La exposici¨®n a riesgos, una violencia desbordada, descuido de las redes de apoyo, son lamentos de una masculinidad que, en su af¨¢n de demostrar fortaleza, se desdibuja en las esquinas urbanas. Combatir este problema, implica m¨¢s que dar refugio; tambi¨¦n desafiar al patriarcado y abrazar una masculinidad diferente.

Salvi Mac¨ªas Parrado. C¨¢diz

Yo tambi¨¦n me declaro terrorista

Israel acusa al presidente del Gobierno de ¡°apoyar el terrorismo¡±. Lo hace porque S¨¢nchez critic¨® ante Netanyahu la masacre de Israel en la franja de Gaza, porque pidi¨® protecci¨®n para toda la poblaci¨®n civil palestina, porque solicit¨® urgentemente la paralizaci¨®n de esa guerra, porque pidi¨® corredores humanitarios y treguas, porque exigi¨® una conferencia de paz para reconocer el Estado de Palestina. Por defender la vida y trabajar para la paz, yo tambi¨¦n me declaro terrorista.

Aurelio Duque. Valencia

Comedores sociales

He tenido la oportunidad de colaborar en un comedor social para adultos. Reconforta encontrarse con un grupo de voluntarios que dedican su tiempo libre a servir a quienes con dificultad sobreviven en una sociedad cada d¨ªa m¨¢s individualista. Un grupo de voluntarios formado en su mayor¨ªa por personas mayores y retiradas, para quienes esta labor resulta no solo gratificante, sino tambi¨¦n un punto de encuentro con otras personas que comparten compromiso y sensibilidad hacia los m¨¢s vulnerables. Mayores a quienes la sociedad descarta y en quienes se palpa la sensaci¨®n de utilidad que les provoca esta actividad, que m¨¢s all¨¢ de proporcionar un plato de comida a quien no puede permit¨ªrselo, consiste en dedicar un saludo y un gesto amables a personas ante las que a menudo cerramos los ojos.

Sara L¨®pez Rodr¨ªguez. Madrid