Mi ¨¢rbol es m¨¢s grande
La pol¨ªtica local, que es la gloria bendita de nuestro sistema, ha emprendido una carrera hacia la soflama grandilocuente
El famoso art¨ªculo de Larra, en torno a la rutina oficial del Vuelva usted ma?ana, lo convirti¨® en un inmortal de nuestras letras. Si es que hay algo inmortal en este mundo, incluso nuestras letras. Afianz¨® lo que llegar¨ªa a convertirse en un g¨¦nero period¨ªstico que al d¨ªa de hoy persiste con fuerte demanda: el articulismo de opini¨®n. Con los a?os, ese aspecto de denuncia cabal y algo populista que encumbr¨® a Larra, se transformar¨ªa por arte de birlibirloque en un g¨¦nero de autor, demasiado pendiente de las moner¨ªas de un yo inabarcable y que tocar¨ªa el cielo con la impostura, vacua en contenido pero florida en lo estiloso, de un Umbral. Los dem¨¢s, a pedales, avanzamos por la cuesta convencidos de que la vida consiste en zurrarse en el ring hasta que suene la campana. Uno de los lujos del articulista es que algunos ciudadanos se acercan a ti como si pudieras solventarles los asuntos que les acucian. Que, todo hay que decirlo, no son nunca las grandes palabras ni las enormes trifulcas del territorio pol¨ªtico, sino las cuitas cotidianas, ese asunto que se escribe con min¨²sculas y que nunca aparece en ninguna pancarta.
En los ¨²ltimos meses mucha gente nos comenta la desidia tremenda con que los trata la Administraci¨®n. Ya no es aquel Vuelva usted ma?ana de los tiempos de Larra, sino algo mucho m¨¢s sutil pero igualmente denigrante: no tiene usted n¨²mero, visite nuestra web, sin cita no podemos atenderle. Despu¨¦s de la pandemia y aquel confinamiento que ya todos los valientes de la cacerola han olvidado, se dejaron impuestas unas normas que perturban mucho la atenci¨®n ciudadana. Apenas hay ventanillas disponibles con un humano al otro lado y se extiende la exigencia de ventilar la burocracia a trav¨¦s del m¨®vil o el ordenador. Quienes tienen que resolver los tr¨¢mites administrativos, solicitar un cambio de residencia, una gesti¨®n puntual o atenci¨®n m¨¦dica caen en la desesperaci¨®n. Ya no existe la recepci¨®n cercana salvo en esforzados y voluntariosos profesionales que extralimitan sus funciones y por m¨¢s que se publicitan tel¨¦fonos de ayuda pocas veces ofrecen respuesta. La concesi¨®n de cita es casi una loter¨ªa, que se divide en tramos por horas y para cuyo manejo est¨¢s obligado a convertirte en ingeniero inform¨¢tico y monje cartujo al mismo tiempo.
La pregunta que nos hacemos es por qu¨¦ la pol¨ªtica se ha convertido en esta amalgama algo amorfa de discursos tremendistas que ti?en de ideolog¨ªa hasta el parte meteorol¨®gico, donde se habla de golpe de Estado, de traici¨®n a la patria y de fin del mundo, pero sin embargo nadie se ocupa de la gesti¨®n del padr¨®n, del desperdicio de agua, de la pobreza sist¨¦mica y del abandono de parques y jardines. La pol¨ªtica local, que es la gloria bendita de nuestro sistema, ha emprendido una carrera hacia la soflama grandilocuente. Es cierto que el electorado est¨¢ tan infantilizado que mis queridos ni?os festejan el ¨¢rbol de Navidad m¨¢s grande y luminoso con un orgullo de conquista social sin precedentes. Nos conformar¨ªamos con ver soluci¨®n a los baches, el alcantarillado, el arbolado de verdad (no el de pl¨¢stico) o la entrega de la m¨ªsera ayuda a la dependencia. De verdad, no nos hace falta que resuelvan el mundo, con que se pongan al tel¨¦fono y nos den una cita en tiempo racional ya nos dar¨ªamos por felices.
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