La edad del pavo
Este mundo se ha ido liando cada vez m¨¢s como para ponerse a pedir que se debatan las pol¨ªticas o se respeten las reglas de juego
Para intentar entender las cosas lo primero que hay que procurar es saber lo que significan. Y esto est¨¢ empezando a ser extremadamente complicado. El partido que en Espa?a se declara constitucionalista lleva cinco a?os sin cumplir un mandato al que lo obliga la Constituci¨®n. Y ...
Para intentar entender las cosas lo primero que hay que procurar es saber lo que significan. Y esto est¨¢ empezando a ser extremadamente complicado. El partido que en Espa?a se declara constitucionalista lleva cinco a?os sin cumplir un mandato al que lo obliga la Constituci¨®n. Y un Gobierno que no deja de proclamarse progresista pacta con fuerzas que no tienen ni el menor rastro de esa sensibilidad. Esto sucede, adem¨¢s, dentro de la m¨¢s estricta normalidad, con luz y taqu¨ªgrafos, a nadie se le mueve ni un solo cabello. Lo dicen, lo afirman con solemnidad, lo repiten una y mil veces sin el menor remilgo. Esto es as¨ª, y punto, sostienen con desparpajo, sonr¨ªen y se dejan fotografiar. Poco se sabe, por lo dem¨¢s, sobre lo que significa ser constitucionalista o qu¨¦ es eso de creerse progresista en estos tiempos de tantos cambios vertiginosos que a ratos parece que se escapan de las manos. El delirio llega cuando fuerzas pol¨ªticas que compart¨ªan parecidos proyectos se pelean a muerte por defender qui¨¦nes son los progresistas de verdad y qui¨¦nes los que hacen trampa.
Tampoco resulta f¨¢cil comprender en este momento qu¨¦ papel juegan las instituciones. El Parlamento fue el mi¨¦rcoles un jolgorio. Cambi¨® de sede, por lo pronto, por unas obras en el Congreso y sus tareas se trasladaron al edificio del Senado. Esto tuvo que producir cierto desconcierto en los diputados, a quienes se les vino por delante fue una tarea tit¨¢nica. Tuvieron que votar tres decretos, que conten¨ªan cada uno un mont¨®n de propuestas y muchas de ellas de extraordinaria relevancia, y les tocaba pronunciarse tambi¨¦n sobre el techo de gasto y la senda del d¨¦ficit, y sobre las enmiendas a la totalidad de la ley de amnist¨ªa hechas por la derecha y la ultraderecha. Solo contarlo ya produce cansancio y un tanto de ansiedad: estaban en juego la revalorizaci¨®n de las pensiones, la subida o bajada de la cesta de la compra, la llegada de m¨¢s fondos europeos, etc¨¦tera. Si el Parlamento est¨¢ concebido para discutir las cosas y, antes incluso, para explicarlas, el desaf¨ªo del otro d¨ªa resultaba colosal. El caso es que, por lo que cuentan las cr¨®nicas, el sentido de la votaci¨®n final se estaba decidiendo en otra parte, como a escondidas. Hubo un momento en que los tres decretos parec¨ªa que se iban al garete y, poco despu¨¦s, dos de ellos sal¨ªan adelante. Eso s¨ª, con su elemento de tensi¨®n. Alguien se equivoc¨® al votar y hubo que repetir el proceso
Un espect¨¢culo total, que se quiere wagneriano, pero que tiene demasiados elementos de Mortadelo y Filem¨®n. Si alguien se queja del desbarajuste, casi mejor hacerse el sordo. Este mundo se ha ido liando cada vez m¨¢s como para ponerse a pedir que se debatan las pol¨ªticas o se respeten las reglas de juego.
As¨ª est¨¢n las cosas, y los hay que dicen que el problema es que las sociedades se han infantilizado, pero quiz¨¢ se equivoquen. Los ni?os se siguen tomando en serio lo verdaderamente importante: jugar. M¨¢s bien parece que el mundo entero est¨¦ atravesando la edad del pavo. Somos adolescentes inseguros, todo nos rebulle por dentro y queremos gobernar las cosas a nuestra manera, pero acudimos al cabo a protegernos en el grupo, en la tribu, en la hinchada. Y, en ese punto, en el de ponerse a bailar al comp¨¢s de las ilusiones de los nuestros, ?qu¨¦ importa entender las cosas!