Mensaje desde Galicia
La victoria del PP no producir¨¢ m¨¢s dolores de cabeza de los que ya tiene la coalici¨®n de Gobierno
Quiz¨¢ era inevitable pretender esperar de las elecciones gallegas una trascendencia para la pol¨ªtica espa?ola en la que no pensaban quienes el domingo ejercieron su voto. Eran los primeros comicios tras la formaci¨®n del nuevo Gobierno de S¨¢nchez facilitado por una promesa de investidura. Y tambi¨¦n los primeros en 15 a?os sin Feij¨®o como candidato.
Pero las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas ya nos hab¨ªan ense?ado, y as¨ª ha sido, que las elecciones se decidir¨ªan en clave estrictamente gallega. ...
Quiz¨¢ era inevitable pretender esperar de las elecciones gallegas una trascendencia para la pol¨ªtica espa?ola en la que no pensaban quienes el domingo ejercieron su voto. Eran los primeros comicios tras la formaci¨®n del nuevo Gobierno de S¨¢nchez facilitado por una promesa de investidura. Y tambi¨¦n los primeros en 15 a?os sin Feij¨®o como candidato.
Pero las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas ya nos hab¨ªan ense?ado, y as¨ª ha sido, que las elecciones se decidir¨ªan en clave estrictamente gallega. La reedici¨®n de la mayor¨ªa absoluta del PP y el importante ascenso del BNG reflejan, esencialmente, el retrato pol¨ªtico que hoy define Galicia, siempre tamizado por las reglas fijadas en la ley electoral.
En esa clave interna, hay que tener en cuenta las columnas sobre las que la derecha ha sostenido una hegemon¨ªa casi inexpugnable desde 1981. La unidad gran¨ªtica del voto moderado y conservador en torno al PP, m¨¢s all¨¢ de sus candidatos; la d¨¦bil coordinaci¨®n electoral de la izquierda (por la que diversas candidaturas han competido por grupos de electores bastante similares); y una desmovilizaci¨®n de los votantes de oposici¨®n.
La presidencia de Alfonso Rueda necesitaba preservar, al menos, dos de esos tres componentes. La dificultad de alterar tales par¨¢metros ilustraba el escaso margen para que se produjera una alternancia. La izquierda no solo necesitaba una movilizaci¨®n muy elevada. Tambi¨¦n deb¨ªa hacerlo de manera que no se perdieran votos por la izquierda, algo que s¨ª suceder¨¢, dejando fuera a Sumar y Podemos. Y al tiempo, tratando de evitar una reacci¨®n similar por parte de la extensa base electoral del PP, algo que tampoco logr¨®: Rueda acabar¨¢ con apoyos equiparables a los de Feij¨®o en 2009.
La ¨²nica inc¨®gnita real estas semanas resid¨ªa en el alcance del cambio generacional apuntado en las encuestas. Las diferencias entre los menores de 45 a?os y los mayores de 65 confirman lo observado en otras partes, y que sintetiza di¨¢fanamente Oriol Bartomeus en El peso del tiempo (2023). No solo doblaban la intenci¨®n de voto al BNG y declaraban una preferencia por Ana Pont¨®n un 50% superior a la de sus mayores (mientras que la de Rueda ca¨ªa casi a la mitad), sino que se mostraban menos sensibles a la personalizaci¨®n del voto y parec¨ªan m¨¢s dispuestos a moverse si hab¨ªa expectativa de cambio.
De hecho, la franja entre 18 y 45 a?os fue donde mayor abstenci¨®n se produjo hace cuatro a?os ¡ªincluyendo unos cuantos miles de nuevos electores entrados en el censo desde 2020¡ª, de modo que era donde exist¨ªa mayor margen de movilizaci¨®n electoral. Algunas encuestas dieron cierta credibilidad a esa hip¨®tesis.
Pero no pod¨ªan perder de vista otro elemento distintivo de la nueva generaci¨®n de votantes: tienen 20 puntos menos de predisposici¨®n segura a votar, una decisi¨®n que adem¨¢s acaba tomando la ¨²ltima semana uno de cada cuatro j¨®venes. Pura t¨¢ctica electoral, sobre la que se pueden erigir grandes sorpresas, pero tambi¨¦n fuertes decepciones.
Que no haya cambio no significa que todo siga igual. En realidad, ser¨¢n resultados con consecuencias, especialmente para quienes se presentaban con candidatos interpuestos.
Para empezar, las elecciones del 18-F han desvelado una inc¨®gnita apenas comentada estos ¨²ltimos dos a?os: ahora ya podemos saber el coste real que podr¨ªa haber tenido para el PP la improvisada y forzada marcha a Madrid de su l¨ªder auton¨®mico m¨¢s emblem¨¢tico, desplazado para resolver una cuita madrile?a elevada a categor¨ªa nacional.
El PP podr¨ªa haber salido trasquilado de esa operaci¨®n. Solo una organizaci¨®n s¨®lida y fajada en el territorio lo ha evitado. Y tambi¨¦n el propio liderazgo de Feij¨®o, que, como art¨ªfice real de este resultado, podr¨¢ reivindicar su parte del ¨¦xito.
No obstante, Feij¨®o no sale indemne. Llevar¨¢ consigo las dudas abiertas sobre su criterio para manejar el largo trecho que le queda todav¨ªa a la amnist¨ªa, y la forma de gestionar sus relaciones con otros socios al margen de Vox. ?Debe el PP buscar su propia v¨ªa en la normalizaci¨®n de la pol¨ªtica espa?ola que podr¨ªa derivarse de la amnist¨ªa a los independentistas catalanes?
Ese quiz¨¢ sea el ¨²nico r¨¦dito aprovechable para Pedro S¨¢nchez, en unas elecciones que le han ido mal al PSOE y peor al socialismo gallego. Eran de sobras conocidas las dificultades del PSdeG para afianzarse como portavoz del galleguismo moderno, a pesar de las numerosas personalidades que sostienen al partido a nivel local. No solamente obtendr¨¢ el peor resultado desde 1981, sino que podr¨ªa haberse instalado en una tendencia de remplazo por la izquierda nacionalista.
Y es que el BNG sigue una senda compartida con ERC y Bildu, rompiendo las fronteras electorales del nacionalismo izquierdista cl¨¢sico, y emergiendo como instrumento sobre el que nuevos votantes progresistas parecen depositar sus esperanzas de progreso. Era un papel que parec¨ªan reclamar Podemos y Sumar, pero estos se han empe?ado en demostrar que ni suman ni pueden. Cabe preguntarse a qu¨¦ tipo de c¨¢lculo estrat¨¦gico responden las decisiones de los ¨²ltimos tiempos en este espacio.
No obstante, no debemos sobreinterpretar las implicaciones para el Ejecutivo de S¨¢nchez. Las peculiares circunstancias de la actual legislatura nacional limitar¨¢n las repercusiones del voto gallego. La victoria del PP no producir¨¢ m¨¢s dolores de cabeza de los que ya tiene la coalici¨®n de gobierno. No obstante, aunque pueda parecer que S¨¢nchez salga con menos magulladuras que Feij¨®o, su margen de maniobra se estrecha un poco m¨¢s, como seguir¨¢ sucediendo en los meses venideros.
De todos modos, nos equivocar¨ªamos si pas¨¢ramos por alto las se?ales que Galicia s¨ª ha lanzado sobre el futuro de la pol¨ªtica espa?ola. Se trata de un movimiento de cambio latente pero progresivo.
Tras una d¨¦cada de transformaciones, de nuevos partidos y perfiles pol¨ªticos, el escenario resultante es uno en el que los nacionalismos de izquierda, representados por ERC, EH-Bildu y BNG, se ampl¨ªan en detrimento de la izquierda tradicional, tambi¨¦n de la nueva izquierda que aspiraba a remplazarla y sobre todo, en Catalu?a y Pa¨ªs Vasco, del centro que han representado CiU y PNV. En realidad, esto ¨²ltimo es lo que se dilucidar¨¢ en las pr¨®ximas elecciones vascas.
Se trata de una tendencia que abrir¨¢ escenarios contradictorios y nuevos en la escena espa?ola, porque empujar¨¢n el poder de decantaci¨®n de mayor¨ªas hacia la izquierda con registros plurinacionales. A corto plazo, esto permitir¨¢ al PSOE mantener opciones de gobernar, siempre que acepte incorporar a la gobernaci¨®n la suma de programas, a veces contradictorios, y en otras complementarios, de todos estos partidos.
S¨¢nchez parece haber sabido anticipar mejor que otros este cambio. Se trata de un escenario original en la escena europea, porque le permite a la socialdemocracia espa?ola mantener la presencia en el Gobierno a pesar de su encogimiento electoral experimentado en la ¨²ltima d¨¦cada.
La ¨²nica esperanza para el PP (quiz¨¢ para Feij¨®o) es lo que no hemos visto en Galicia. Mientras que all¨ª, como en el Pa¨ªs Vasco y menos en Catalu?a, una parte significativa de la nueva generaci¨®n de votantes se siente encuadrada en la mayor¨ªa actual del Congreso, en el resto de Espa?a podr¨ªa estar emergiendo, como reacci¨®n, una nueva coalici¨®n de j¨®venes varones, entrados en edad de votar bajo la presidencia de S¨¢nchez, para los cuales el cambio pol¨ªtico ya no pasa por la izquierda, ni por ese relato de la Espa?a plural sin hilo narrativo com¨²n. Pero para eso habr¨¢ que esperar a las europeas.