Luis Landero, cronista brillante
Hay un punto de afabilidad en este hombre que hace profundamente grata su literatura
Suele decirse que en las sociedades sin alicientes ¨¦picos prevalece la literatura intimista, el relato de sucesos cotidianos desvinculados de acontecimientos hist¨®ricos relevantes y la novela negra, siempre dispuesta a llenar un hueco en el tedium vitae por aquello de las rupturas violentas de la rutina. Es f¨¢cilmente constatable que Espa?a, como tantas otras parcelas nacionales del planeta, no est¨¢ implicada hoy d¨ªa en grandes campa?as de descubrimiento ni en empresas colectivas de primera magnitud. Por suerte, para compensar, no la afectan (toco madera) desastres b¨¦licos, miseria colectiva, pestes negras ni, en fin, calamidades de urgente interpelaci¨®n a escritores, cineastas y dem¨¢s.
Pero, como dijo alguien, donde hay gente, hay novela, y ahora mismo sigue activo entre nosotros un excelente cronista de la vida gris, autor de narraciones protagonizadas por personajes comunes y algo pardillos, que, en un momento dado de la trama, se atreven a concebir un sue?o, una ilusi¨®n, un proyecto. Llevar este a buen t¨¦rmino colocar¨ªa su nombre con letras de oro en los anales de la historia. Es marca de la casa que, por ¨²ltimo, tras una serie de idas y venidas, regresen al punto inicial con su peque?o y no por ello menos amargo fracaso bajo el brazo. Este cronista que cumple con altura literaria la tarea ¡°de explorar el coraz¨®n humano¡± (seg¨²n sentencia de Miguel Delibes) se llama Luis Landero y acaba de publicar La ¨²ltima funci¨®n. Prosista de fina relojer¨ªa verbal, Landero escribe con una mano para sus lectores, que no son pocos, y con la otra para el padre fallecido, pero todav¨ªa vigilante, que lo exhortaba a aplicarse al estudio y a trabajar para ser algo en la vida. Hay un punto de afabilidad en este hombre que hace profundamente grata su literatura. Lo mismo ocurre con su presencia para quienes tenemos el gusto, por no decir el privilegio, de conocerlo en persona.
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