N¨®madas de ciudad
Las cifras de la vivienda p¨²blica en Espa?a son tan bajas que es tan probable ganar en los juegos de azar como obtener un piso de protecci¨®n oficial
El rumor corri¨® como la p¨®lvora: el ayuntamiento iba a construir un bloque entero de vivienda social protegida. Era algo inaudito, nos preguntamos si no se tratar¨ªa de un rumor, una leyenda. Pero no, ven¨ªa en el peri¨®dico local, ?era verdad! Algunos ni siquiera sab¨ªamos que existiera esa posibilidad. Nos sonaba que las ¡°casas baratas¡± fueron construidas para los pobres y por eso ten¨ªan techos bajos y paredes de papel. Se construir¨ªa un edificio entero que se alquilar¨ªa por un...
El rumor corri¨® como la p¨®lvora: el ayuntamiento iba a construir un bloque entero de vivienda social protegida. Era algo inaudito, nos preguntamos si no se tratar¨ªa de un rumor, una leyenda. Pero no, ven¨ªa en el peri¨®dico local, ?era verdad! Algunos ni siquiera sab¨ªamos que existiera esa posibilidad. Nos sonaba que las ¡°casas baratas¡± fueron construidas para los pobres y por eso ten¨ªan techos bajos y paredes de papel. Se construir¨ªa un edificio entero que se alquilar¨ªa por un precio incre¨ªblemente bajo en comparaci¨®n con el del mercado libre. ?Imag¨ªnate qu¨¦ respiro a final de mes! Y, por una vez en la vida, los pobres nos permitimos so?ar: un piso nuevo y limpio del que no nos echar¨ªan nunca. Nos olvidar¨ªamos de los contratos, de buscar sin parar y que te rechacen cuando dices tu nombre con demasiadas aspiradas, demasiadas guturales. Incluso podr¨ªamos dejar de mudarnos cada dos por tres, ese terrible tr¨¢nsito que nos convert¨ªa en n¨®madas de ciudad. Si nos lo daban, estar¨ªamos seguros, podr¨ªamos vivir por primera vez sin esa angustia acuciante que lo impregnaba todo. De lo que no nos dimos cuenta en un primer momento era de que los que so?¨¢bamos con el dorado de la vivienda ¨¦ramos muchos: madres solas con hijos, familias numerosas, parados de larga duraci¨®n, pensionistas, se?oras mayores que cobraban la m¨ªnima y un largo etc¨¦tera. As¨ª que nos entregamos en masa a los juegos del hambre de la burocracia de solicitudes con puntuaciones y baremos. Cuanto m¨¢s desgracias acumularas, m¨¢s n¨²meros ten¨ªas de que te tocara el premio. Porque esa fue la sensaci¨®n que nos qued¨® a los que concurrimos, que m¨¢s que una medida de protecci¨®n social real, de lo que se trataba era de un sorteo. Hubo quien sigui¨® jugando a la loter¨ªa al darse cuenta de que era tan probable ganar en los juegos de azar como obtener un piso de protecci¨®n oficial.
Las cifras de la vivienda p¨²blica en Espa?a son de chiste, tan rid¨ªculamente bajas que hasta llegamos a celebrar que en Barcelona nos presentaran como iniciativa pionera y ¡°soluci¨®n habitacional¡± un edificio hecho con contenedores de camiones. El otro d¨ªa pas¨¦ por delante de uno de estos bloques provisionales y pens¨¦ que esos pisos cami¨®n son el s¨ªmbolo que mejor representa la situaci¨®n que viven miles de personas en grandes ciudades como Barcelona: un espacio peque?o y provisional pensado para contener objetos que ahora contiene personas. Y que se puede trasladar de un sitio a otro siempre que haga falta. Una jaima en el primer mundo para n¨®madas que no quieren serlo.