Ninguna sociedad colonial puede durar eternamente
No se puede elogiar a los resistentes hist¨®ricos en la Francia continental y al mismo tiempo reprimir a los kanakos en Nueva Caledonia
Nueva Caledonia es una colonia. El Comit¨¦ Especial de Descolonizaci¨®n de la ONU considera que es uno de los 17 territorios ¡°cuyo pueblo no ha alcanzado todav¨ªa el pleno autogobierno¡±. El Gobierno franc¨¦s se enorgullece de ser europeo, abierto y liberal, pero con Nueva Caledonia est¨¢ actuando igual que Napole¨®n III, imponi¨¦ndose por la fuerza. ¡°No hay ninguna violencia aceptable¡±, sostiene el presidente franc¨¦s; salvo la violencia colonial, que parece m¨¢s aceptable que la resistencia a la opresi¨®n.
Desde hace unos d¨ªas, los dirigentes franceses se muestran indignados por la sublevaci¨®n de los j¨®venes kanakos: han endurecido el tono, han declarado el estado de emergencia y han enviado refuerzos. Se incendian edificios p¨²blicos, sedes de empresas, coches, y no tenemos m¨¢s remedio que preguntarnos si las flagrantes desigualdades educativas, sanitarias, de rentas y en la vida en general no tienen algo que ver con esta ira; si la asombrosa insolencia del Gobierno, 30 a?os despu¨¦s de los Acuerdos de Matignon, no ha reavivado un sentimiento de desigualdad que tiene una base muy real y si, en el fondo ¡ªcosa que es terriblemente triste¡ª, toda esta destrucci¨®n no es sino la manifestaci¨®n explosiva y ca¨®tica de una conciencia. Porque los j¨®venes kanakos de los suburbios de Numea tambi¨¦n tienen conciencia.
Por supuesto, todos los independentistas preferir¨ªan, como cualquier persona razonable, que Nueva Caledonia no ardiera en llamas. Pero antes hay que retirar esta reforma descabellada. No se puede cambiar el censo electoral sin el acuerdo de los kanakos, ni se puede llegar a ese acuerdo sin un pacto global. Adem¨¢s, para poner fin a la escandalosa asimetr¨ªa existente entre los kanakos y los caldoches (los caledonios blancos), cuyo origen se remonta a la violenta conquista colonial, es preciso que todos tengan el mismo acceso a la educaci¨®n, el empleo, la riqueza y el poder. Ninguna sociedad separada puede vivir en paz, ninguna sociedad colonial puede durar eternamente.
No se puede elogiar a Maurice Audin y Missak Manouchian en la Francia continental y al mismo tiempo reprimir a los kanakos; est¨¢ muy bien celebrar los actos de resistencia hist¨®ricos, pero hay que pasar de las palabras a los hechos. Si no, cualquier homenaje al pasado se vuelve sospechoso y la sociedad acaba esquizofr¨¦nica, profundamente desorientada: honra lo mismo que reprime, finge admirar en el pasado lo que est¨¢ oprimiendo en el presente y aplaude el di¨¢logo mientras ejerce una pol¨ªtica brutal, es decir, consagra unos principios al mismo tiempo que los aplasta.
El presidente franc¨¦s ha apelado a la ley, a una legalidad que es una mera fachada, y ha afirmado que el electorado no pod¨ªa seguir congelado, que los Acuerdos de Numea preve¨ªan esta ruptura de la igualdad ante el sufragio solo mientras se celebrasen los tres referendos de autodeterminaci¨®n y que, ahora que los tres ya han quedado atr¨¢s, hab¨ªa que normalizar el censo electoral y volver a la legalidad republicana; con esta actitud tan r¨ªgida, que se apoya en la ley y desprecia la historia, Emmanuel Macron est¨¢ olvidando las razones de fondo de los acuerdos y aparenta respetar la letra, pero traiciona el esp¨ªritu. En realidad, el contenido de los acuerdos no es simplemente la celebraci¨®n de tres referendos de autodeterminaci¨®n, la gesti¨®n formal de una crisis, sino la apertura de un proceso de descolonizaci¨®n, un proceso pac¨ªfico pero inexorable. Al desbloquear el censo electoral en nombre de la igualdad del sufragio, el Gobierno pasa por alto el sufrimiento del pueblo kanako, al que se priv¨® de todos sus derechos durante casi 100 a?os. Lo que preve¨ªan los Acuerdos de Numea no era solo pedir a los habitantes de Nueva Caledonia que dieran su veredicto en tres ocasiones a favor o en contra de la independencia y, a continuaci¨®n, volver al viejo censo electoral; el objetivo primordial era descolonizar, devolver por fin al pueblo kanako su sitio en el centro de todas las decisiones.
El mandatario acaba de hacer una breve visita a Numea, una estancia de 18 horas. A pesar de mostrar una actitud aparentemente m¨¢s abierta, empez¨® en tono firme: ¡°Lo primero es el orden¡±. Habla de apaciguamiento, pero enseguida se contradice cuando recalca una y otra vez todo lo que el apaciguamiento no puede ser. Es dif¨ªcil ejercer las funciones del Estado sin recurrir a la ret¨®rica y, sin embargo, en unas circunstancias tan tensas y tr¨¢gicas, no hubo ni una sola frase elocuente, ni una expresi¨®n en¨¦rgica y sincera, ni una muestra genuina de compasi¨®n. Y lo que m¨¢s llama la atenci¨®n de esa breve visita, lo que m¨¢s llama la atenci¨®n en esos largos discursos, es la ausencia de la palabra ¡°kanako¡±, del pueblo kanako.
Los kanakos son numerosos, constituyen m¨¢s del 40% de la poblaci¨®n, pero viven contra la pared. Se han visto grupos de defensa civil armados, milicias blancas, recorriendo la ciudad. Se supone que el Estado tiene el monopolio de la violencia leg¨ªtima, pero a nadie se le ocurre condenar a las patrullas blancas. Numea es una ciudad rica, con zonas residenciales, puertos deportivos, barcos de recreo y el Rotary Club. Numea es tambi¨¦n una ciudad pobre, de caba?as, con los asentamientos de Sakamoto, Caillou Bleu y Soleil. Hay que redistribuir la riqueza. Tiene que haber una verdadera igualdad de derechos para todos. En Nueva Caledonia, deber¨ªa ser imposible decidir nada sin el acuerdo del pueblo kanako.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.