La ni?a con nombre de flor
No se lo confes¨¦ a su madre, pero cuando supe que su hija ir¨ªa a clase con mi hijo me pregunt¨¦ si no estar¨ªa mejor en un colegio para ni?os con s¨ªndrome de Down. Desconoc¨ªa que cada vez hab¨ªa menos, que ya apenas nac¨ªan
En la clase de mi hijo hay una ni?a con nombre de flor. Tiene el pelo del color del trigo y los ojos azules y achinados. Como mi hijo, la ni?a con nombre de flor tiene tres a?os, le gusta tocar instrumentos y creo que tambi¨¦n las fresas, porque un d¨ªa me cont¨® que las compartieron en el almuerzo.
Hasta hace unos meses nunca hab¨ªa hablado con sus padres, pero en marzo nos dejaron una carta en el casillero de la escuela: era el d¨ªa del s¨ªndrome de Down y quer¨ªan contarnos algunas cosas sobre las peculiaridades de su hija. Termin¨¦ de leerla emocionada y sinti¨¦ndome un poco rid¨ªcula por la compasi¨®n con la que los hab¨ªa mirado al cruzarnos por los pasillos. Para ellos, traer a su hija al mundo no hab¨ªa sido una faena sino un regalo, y as¨ª nos lo contaban.
Semanas despu¨¦s, unas cuantas madres nos quedamos a tomar caf¨¦ despu¨¦s de dejar a los cr¨ªos. Y entre cortados y solos con hielo, la madre de la ni?a con nombre de flor nos habl¨® de c¨®mo recibi¨® la noticia, de c¨®mo se la dio a su entorno y del duelo de quien sabe que su hijo no va a ser como lo hab¨ªa imaginado. Tambi¨¦n nos cont¨® sobre sus visitas al ginec¨®logo y sobre algo que, por lo visto, es habitual: que cuando una pareja recibe la noticia de que su beb¨¦ tiene s¨ªndrome de Down, los m¨¦dicos asuman que van a abortarlo. E incluso, como les pas¨® a ellos, que les traten como si estuvieran haciendo algo malo por decidir no hacerlo.
Al contarnos esto, la madre de la ni?a con nombre de flor se excus¨® diciendo que ella era partidaria del derecho al aborto, como si solo por tener una hija con un cromosoma de m¨¢s su postura estuviera en entredicho. Y si cuando le¨ª la carta que nos dejaron en el casillero empec¨¦ a pensar a su familia de otro modo, cuando escuch¨¦ su testimonio repar¨¦ por primera vez en la poblaci¨®n con s¨ªndrome de Down. En la biopol¨ªtica que se ejerce sobre ellos y sus padres. Porque, aunque no hay cifras precisas, la asociaci¨®n Down Espa?a calcula que el 90% de los que son como la ni?a con nombre de flor no nacen.
Esa misma tarde le habl¨¦ a un amigo de ello y me replic¨® que el problema de la gente con s¨ªndrome de Down es que son dependientes, como si el resto no lo fu¨¦ramos. O como si depender de alguien, algo intr¨ªnsecamente humano, fuera negativo. Cuando le dije que m¨¢s del 90% de ni?os con s¨ªndrome de Down son abortados y que vivimos en una sociedad eugen¨¦sica se llev¨® las manos a la cabeza. Pero lo hizo por el calificativo, no por el dato; mi amigo es un tipo de izquierdas y descre¨ªdo, as¨ª que eso de llamar eugenesia a abortar ni?os con s¨ªndrome de Down casi por defecto le debi¨® sonar meapilas y derech¨®n, y la ideolog¨ªa funciona as¨ª, muchas veces como una gu¨ªa puramente est¨¦tica. Pero no creo que su caso sea una excepci¨®n: nunca he visto a ese progresismo al que se le llena la boca con los cuidados, la inclusi¨®n y la diversidad poner esta cuesti¨®n en la agenda p¨²blica. Quiz¨¢ prefieren no abrir debates inc¨®modos a, como dec¨ªa Pasolini, ¡°tener un coraz¨®n¡±.
No se lo confes¨¦ a su madre, pero cuando supe que la ni?a con nombre de flor ir¨ªa a clase con mi hijo me pregunt¨¦ si no estar¨ªa mejor en un colegio para ni?os con s¨ªndrome de Down. Desconoc¨ªa entonces que cada vez hab¨ªa menos, que ya apenas nac¨ªan. Y, sobre todo, no sab¨ªa que su presencia en el aula de mi hijo le hac¨ªa bien a ella pero, sobre todo, nos hac¨ªa mejores al resto. Ojal¨¢ nunca nadie le quite la sonrisa. Ni a su madre, que tambi¨¦n tiene nombre de flor, el orgullo valiente de haberla tra¨ªdo al mundo.
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