Correr en el vac¨ªo
El r¨ªo junto al que paso brilla como una l¨¢mina de cobre. Lo que es obvio ¡ªnada necesita que yo exista para existir¡ª se vuelve evidente
Montevideo. Nueve de la ma?ana. Ocho grados. Algo de sol. Corro junto al r¨ªo de la Plata, por la rambla. No voy ni m¨¢s lejos ni m¨¢s r¨¢pido, pero, si hay una caligraf¨ªa para correr, hoy encuentro una caligraf¨ªa nueva impulsada por la m¨²sica de Trent Reznor. En el infinitesimal estado de suspensi¨®n que se produce entre un paso y el siguiente, ese momento en que el cuerpo queda en modo de pregunta, un pasaje en el que no...
Montevideo. Nueve de la ma?ana. Ocho grados. Algo de sol. Corro junto al r¨ªo de la Plata, por la rambla. No voy ni m¨¢s lejos ni m¨¢s r¨¢pido, pero, si hay una caligraf¨ªa para correr, hoy encuentro una caligraf¨ªa nueva impulsada por la m¨²sica de Trent Reznor. En el infinitesimal estado de suspensi¨®n que se produce entre un paso y el siguiente, ese momento en que el cuerpo queda en modo de pregunta, un pasaje en el que no hay certeza acerca de que el pr¨®ximo paso vaya a dar sobre el piso, una flotaci¨®n en la que el cuerpo puede caer a un lado u otro de la red (?seguir¨¢ vivo, se desvanecer¨¢?), me inundo de un vac¨ªo salv¨ªfico. No corro. Nado, o vuelo, o navego. Y en ese hiato, en esa oquedad blanca, aparecen palabras: trinitrotolueno, car¨¢mbano, hojarasca. No les sigo el rastro, pero detr¨¢s de cada una hay algo corpulento que est¨¢ en potencia, contenido y listo para expandirse. Esa constelaci¨®n de nada, ese hueco, me ocupa entera, y el mundo, que se hab¨ªa borrado, aparece. Para ver no hay que mantenerse en vigilia sino enso?ada, no adormecida sino en trance. El mundo solo se deja ver cuando la mirada se vuelve tierna y no hostil, blanda y permeable. Lo que tanto pesaba pesa menos. Inquietud, quebranto, la ceja alzada del m¨¦dico en se?al de preocupaci¨®n: todo se borra. El r¨ªo brilla como una l¨¢mina de cobre sobre las piedras. Lo que es obvio ¡ªnada necesita que yo exista para existir¡ª se transforma en evidencia. Corro sin necesidad de m¨ª. La ira, el amor, la nostalgia de la melancol¨ªa, todo est¨¢ quieto, aunque la sangre me recorre fuerte. La escritura bulle en ese hiato, ese momento de suspensi¨®n sin garant¨ªa, ese salto en el que todo puede suceder, incluso la nada. ?Qu¨¦ es un poco de sufrimiento comparado con esto? Hay una frase que le¨ª en alguna parte: la escritura ofrece un remedio contra la inexistencia. A veces, como ahora, permite algo mejor: permite casi no existir, desaparecer completamente.