Epento del orgullo gay
Lorca creaba palabras para nombrar en secreto su identidad sexual que hoy podemos reivindicar
Aunque las celebraciones del Orgullo Gay suelen festejar los derechos del presente y reivindicar su vigencia futura, no est¨¢ de m¨¢s, a falta de una semana para que la bandera arco¨ªris llene las calles, que veamos de d¨®nde venimos. Y para eso, la mirada ling¨¹¨ªstica suele ser bastante reveladora.
Cuando ser homosexual era estar preso en la c¨¢rcel del amor oscuro, la lengua no se quedaba encerrada en el inmovilismo. Dentro de los porticones blindados hab¨ªa quienes se atrev¨ªan a hacer lo que les ped¨ªa el cuerpo y osaban a darse un nombre particular con el que comunicarse de forma segura sobre el asunto. Durante a?os, las lenguas se han reto?ado de formas no ofensivas para llamar a la homosexualidad, usadas en clave dentro de los propios c¨ªrculos como manera de identificarse mutuamente y de salvar amenazas. Esto que hemos vivido desde finales del siglo XX, la apertura de los armarios tras un rechazo de siglos, ha hecho que se normalicen y salgan a la luz expresiones como entender que hoy son bastante conocidas fuera de los colectivos, pero que empezaron siendo vocabulario cr¨ªptico y restringido. Quienes las usaban se sacud¨ªan la servidumbre de que la sociedad no tuviera para ellos otras palabras m¨¢s all¨¢ de la cuchufleta del mariliendres, de la falsa frialdad higienista de invertido o desviado o de las insultantes marica, maric¨®n y similares.
Dichas en secreto, estas palabras fueron variando generacionalmente y muchas se han perdido sin que las conozcamos. Hoy rescato un par de ellas. En los a?os veinte, mientras se sembraban podridos discursos sobre la grandeza de la identidad nacional, Federico Garc¨ªa Lorca creaba palabras para nombrar en secreto su identidad sexual: el adjetivo ep¨¦ntico y el sustantivo epentismo. Le dec¨ªa por carta a un amigo en 1934: ¡°El epentismo granadino es ya epidemia. ?Qu¨¦ barbaridad!¡±; hablaba de ¡°la gran masoner¨ªa ep¨¦ntica¡± e incluso advert¨ªa que esta pod¨ªa estar acompa?ada de un gesto admonitorio: ¡°Si tienes que hablarme en p¨²blico de asuntos ep¨¦nticos no extiendas las manos as¨ª ¡ªdec¨ªa poni¨¦ndolas en horizontal¡ª sino as¨ª ¡ªy las colocaba verticalmente¡ª todos creer¨¢n que estamos hablando de santos¡±. Us¨® alguna vez una de ellas en versos (¡°T¨²mulo de esmeraldas y epentismo¡±) y sabemos que a veces incluso las dec¨ªa en p¨²blico, en entornos atenidos a la moral de la ¨¦poca, como gui?o a los amigos gais presentes y ante personas que no sab¨ªan nada del asunto. Con toda frescura pod¨ªa decir de alguien que ¡°ha brillado en el epentismo¡±, levantando la sonrisa de quien estuviera avezado y perteneciera al grupo.
Hay quien ha relacionado el adjetivo ep¨¦ntico con la voz ep¨¦ntesis (el fen¨®meno que supone una intercalaci¨®n de un sonido dentro de palabra, como muncho desde mucho). Yo no veo clara esa relaci¨®n y creo que no hace falta buscarla: la terminaci¨®n adjetiva ¨Cico, la forma esdr¨²jula que t¨ªpicamente evoca rareza en la lengua espa?ola... La palabra est¨¢ bien construida y es f¨¢cil recordarla. De hecho, sabemos de ella (y de otra palabra de la familia, epente) porque la explicaban en sus memorias y biograf¨ªas quienes mejor conocieron a Lorca (Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Carlos Morla Lynch) y tambi¨¦n, como ¨¦l, entend¨ªan.
?Qui¨¦n se sorprende de que Lorca invente palabras, si lo invent¨® todo? Renov¨® las met¨¢foras de la poes¨ªa espa?ola, fij¨® su mirada en los milenarios olivos andaluces y en los primeros rascacielos de Nueva York, cant¨® al amor oscuro con la misma lengua que compon¨ªa la nana infantil de los delantalitos blancos. Mientras atrapaba claveles en el aire y, trabajador incansable, pul¨ªa en soledad sus versos y sus obras teatrales, Lorca llevaba con la discreci¨®n propia de entonces su homosexualidad y su vida ¨ªntima. Su escritura cada vez se abr¨ªa m¨¢s a cantar a esos hombres a los que amaba, pero, en privado, necesitaba tener palabras propias para contar entre amigos y sin disimulo sus amores, algunos prestados o pagados, otros vividos plenamente y rec¨ªprocos, pero todos ellos, seg¨²n sus bi¨®grafos, desafortunados.
Sepultados el adjetivo ep¨¦ntico y el sustantivo epentismo durante d¨¦cadas entre las cartas y las memorias sobre Lorca, hoy recupero esas palabras. Quiero recordar el epentismo y lo ep¨¦ntico porque junio es el mes de las fiestas del Orgullo, pero tambi¨¦n el mes del nacimiento de Federico. S¨¦ que para la difusi¨®n de las palabras se necesita a la comunidad, que la lengua est¨¢ en ustedes, los lectores, los hablantes. Pero estoy en la potestad de rescatar estas palabras lorquianas y animar a que se usen para que, incluso, no hablemos de eventos del orgullo sino de epentos del orgullo, reemplazando, por otro lado, a la antip¨¢tica palabra de moda: evento, forma moderna de llamar a nuestros encuentros, actividades o celebraciones de antes.
Y lo hago para que Lorca salga de su armario verbal y para sacarlo yo de ese recuerdo en que tantos amigos cercanos dec¨ªan, convencidos, que no lo vieron nunca ser gay. Rescato sus palabras para que la sombra de la culpa no enturbie su garganta y para brindarle un tributo nuevo a su poder ling¨¹¨ªstico, como si dentro de la palabra epento estuviera el propio Lorca abanic¨¢ndose y acabando orgullosamente con la madeja del ¡°no lo digas, que no se note¡±, que tanto da?o in¨²til ha hecho durante siglos.
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