Poco nos pasa
La desorientaci¨®n de los conservadores explica la crisis de las democracias y el ascenso de la ultraderecha; tampoco las izquierdas encuentran la valent¨ªa ni la sagacidad para abordar los temas con los que los ultras se llevan el gato al agua
La previsible victoria de los laboristas brit¨¢nicos no es m¨¢s que un espejismo. Aunque su desconocido l¨ªder, Keir Starmer, desaloje a Rishi Sunak de Downing Street, la revuelta populista avanza. Los sondeos vaticinan el triunfo del inclasificable programa del laborismo brit¨¢nico, una mezcla entre conservadurismo y religi¨®n tecnocr¨¢tica que nadie sensato calificar¨ªa de izquierdas, pero el charlat¨¢n que abri¨® las puertas al terremoto del Brexit ocupa de nuevo la tribuna medi¨¢tica. Hablo, por supuesto, del cham¨¢n reaccionario por excelencia, el exl¨ªder del UKIP, Nigel Farage. Al parecer, ser¨¢ elegido para la C¨¢mara de los Comunes y ya habla de ¡°mover las placas tect¨®nicas¡±. Algunos tories le tientan para que lidere al Partido Conservador tras las elecciones del 4 de julio. Lo que nos faltaba.
Ya sabemos que la desorientaci¨®n de la familia conservadora es una de las claves que explica la crisis de las democracias y el ascenso de la ultraderecha, pero tambi¨¦n que las izquierdas, incapaces de articular un lenguaje que conecte con las ansiedades y el resentimiento del electorado, no encuentran la valent¨ªa ni la sagacidad para abordar los temas con los que los ultras se llevan el gato al agua. Es curioso que el calificativo que nos viene a la cabeza cuando hablamos de un ultra sea el de charlat¨¢n o demagogo, cuando lo cierto es que esa ch¨¢chara ampulosa consigue conectar con lo que muchos votantes experimentan en sus vidas. Al otro lado, agoniza en forma y fondo un tipo de discurso en peligro de extinci¨®n. Recuerden la inexplicable espantada de Rishi Sunak el D¨ªa D. Alguien que abandona una celebraci¨®n tan simb¨®lica y relevante por un acto de campa?a en un contexto como el actual es un pol¨ªtico que no se entera de nada. Dice John Gray que el error de Sunak representa el ¡°final de una clase pol¨ªtica que gobernaba sin entender a sus gobernados¡±, pero quiz¨¢ evidencie un problema m¨¢s profundo que explica el ¨¦xito del populismo: eludir la pol¨ªtica misma, con sus dilemas y su complejidad.
Nos movemos entre la verdad del experto, con su lenguaje inaccesible, y el parloteo vac¨ªo del pol¨ªtico presuntuoso. Ayuso es un ejemplo patrio, pero no el ¨²nico. En medio de tanta guerrilla de vuelo gallin¨¢ceo todav¨ªa nos preguntamos c¨®mo es posible que nuestro tecnocr¨¢tico ministro de Econom¨ªa no sea escuchado o fiscalizado. La econom¨ªa est¨¢ fuera de la conversaci¨®n porque no forma parte de la guerra cultural y tampoco es que nos esforcemos por hacerla inteligible. Pero el populismo, recuerda Gray, es tambi¨¦n la repolitizaci¨®n de los temas que el consenso progresista consider¨® demasiado importantes como para dejarlos a la elecci¨®n democr¨¢tica. La trampa de la tecnocracia es presentarse como la soluci¨®n eficaz que todos anhelamos, pero no es m¨¢s que la imposici¨®n de unos valores ajenos a buena parte de la ciudadan¨ªa. Llevar raz¨®n no basta para legitimar una pol¨ªtica: imponerla por ser una verdad cient¨ªfica o moral es otra forma de ser antipol¨ªtico. Ha pasado con alguna ley de igualdad y ocurre con la inmigraci¨®n o el cambio clim¨¢tico. Y tambi¨¦n con la inteligencia artificial, aunque ahora sea el Papa quien nos la explica. Obviando qu¨¦ pinta el jefe divino de la reacci¨®n global en una cumbre del G-7, no olviden que, tras su espantosa clase sobre ¨¦tica, Bergoglio se fue a abrazar a Milei, quien mueve hilos para que desaparezca toda traba ¨¦tica y legal sobre la investigaci¨®n en IA en su para¨ªso ordoliberal. En fin, poco nos pasa.
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