Y de pronto una ma?ana
La Cadena SER celebra el centenario de sus primeras emisiones y algunas voces aparecieron de nuevo en las radios
Hab¨ªa mucho trasiego y hasta jaleo en lo que llamamos pecera y a¨²n dio tiempo de tomar una foto antes de que dieran las ocho en punto de la ma?ana. En ese instante, justo cuando I?aki mir¨® al frente y se acerc¨® al micr¨®fono, se hizo en el estudio un silencio fugaz que dur¨® todos los a?os a los que retrocedimos. Unos volvimos al transistor con pletina que sonaba en la cocina o a la radio despertador, a la pelea familiar por ser el primero en entrar en el ba?o. A los ex¨¢menes. A las exparejas. Al Banco Hispanoamericano.
Otros regresaron al primer empleo o a la chaqueta de hombreras y hubo quien, creyendo que iba hacia el trabajo al volante de su propio coche, se dio cuenta de que, en verdad, volv¨ªa a ser el ni?o sentado en el asiento de atr¨¢s del coche de sus padres. Este martes se fueron a cruzar las Espa?as que cada uno guarda en su recuerdo en ese momento en que, al cabo de un silencio de v¨¦rtigo que sin duda ¨¦l sinti¨®, I?aki dijo que eran las ocho de la ma?ana. Las siete en Canarias. Hay pocas frases tan sencillas y con tanta solemnidad como esa de dar la hora en la radio.
La SER celebr¨® el centenario de sus primeras emisiones y algunas voces aparecieron de nuevo en los transistores, que ahora son tambi¨¦n los tel¨¦fonos m¨®viles. Pudo parecer un ejercicio de nostalgia y, sin embargo, result¨® ser lo contrario: la reivindicaci¨®n de que, por muchas tecnolog¨ªas que pasen, la radio mantiene intacta su capacidad de meterse en las entra?as y conectar con emociones que a menudo, por pudor o por rutina, descuidamos.
El centenario, entonces, no vino a traernos sonidos viejos o extra?os, sino a ponernos ante nuestro reflejo para que nos pudi¨¦ramos preguntar cu¨¢ntas cosas han cambiado desde entonces, empezando por nosotros mismos. Y fue as¨ª como, de pronto, en una ma?ana de octubre, nos vimos sorprendidos por aquello que fuimos gracias al v¨ªnculo por el que la radio es todav¨ªa capaz de hablarnos a muchos de uno en uno. ¡°Con una radio cerca es m¨¢s dif¨ªcil sentirse solo¡±, dijo luego Gemma Nierga.
Otros medios tendr¨¢n otras virtudes, pero ninguno tiene esa que la radio luce a sus cien a?os junto con todas las dem¨¢s, que ah¨ª siguen: la de cantar los goles o narrar las noticias o escuchar, por ejemplo, la recomendaci¨®n sincera de una oyente que, con una llamada, es capaz de agotar las ediciones de un libro publicado en los setenta. Eso es la radio y ah¨ª estriba su secreto: en lo que somos nosotros mismos. As¨ª se explica ese calambre que nos uni¨® a miles de oyentes ¡ªcada uno en un lugar y con sus propios recuerdos¡ª cuando, al final de las se?ales horarias, se oy¨® decir que eran las ocho. Las siete en Canarias.
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