¡®Cien a?os de soledad¡¯, en vivo y a todo color
No hay espectadores desprevenidos: necesariamente habr¨¢n de comparar la versi¨®n que la superproducci¨®n les ofrece, con la que tienen en su memoria
He asistido en la Casa de Am¨¦rica de Madrid al pase del primer cap¨ªtulo de Cien a?os de soledad de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, la serie que Netflix estrenar¨¢ el 11 de diciembre de este a?o. No pretendo juzgar en base a una muestra el todo de este ambicioso proyecto cinematogr¨¢fico ¡ªla mayor superproducci¨®n que se ha filmado nunca en Am¨¦rica Latina¡ª sino hacer algunas consideraciones sobre las distancias, a veces tan insalvables, que hay entre un libro y una pel¨ªcula.
Una vieja boutade cuenta que unas cabras comen en un bald¨ªo pel¨ªculas, desde luego que las cabras comen de todo, y una le pregunta a la otra: ¡°?qu¨¦ te parece?¡± A lo que la interpelada contesta: ¡°estaba mejor el libro¡±. Para el espectador que ha le¨ªdo el libro, siempre estar¨¢ mejor el libro, y es a partir de este prejuicio que la versi¨®n en la pantalla de una obra literaria debe abrirse paso.
Y sobre todo en el caso de Cien a?os de soledad. Quien se sienta en la butaca puede no haber le¨ªdo el libro, y, motivado, sale despu¨¦s a buscarlo para comparar. Pero esta es una novela que desde su publicaci¨®n en 1967 fue le¨ªda con avidez y asombro por todo el mundo, porque desbord¨® los c¨ªrculos habituales de lectores de libros literarios para pasar a las barber¨ªas, sigui¨® siendo devorada por sucesivas generaciones de lectores cultos y profanos, en espa?ol y en todos los idiomas del mundo, y se mantiene en los programas escolares.
No hay entonces espectadores desprevenidos para este libro. Todos tienen en la cabeza sus propias im¨¢genes de los personajes, y de la secuencia de la acci¨®n y de sus escenarios, y, por tanto, cada quien ha filmado su propia pel¨ªcula. Necesariamente habr¨¢ de comparar, de cara a la pantalla, la versi¨®n que la superproducci¨®n le ofrece, con la que tiene en su memoria.
Porque el milagro de la literatura consiste en una transferencia de im¨¢genes, de la cabeza de quien las concibe a quien las descifra a trav¨¦s de la lectura, para construir, a su vez, su propia imagen en su propia cabeza; y esa operaci¨®n se hace a trav¨¦s del veh¨ªculo de las palabras. Nunca hay dos im¨¢genes iguales, porque la imaginaci¨®n es m¨²ltiple y nunca reclama fidelidades entre el autor y los lectores; y como tampoco hay un solo lector, habr¨¢ tantas im¨¢genes como lectores.
Por tanto, toda obra literaria es una construcci¨®n verbal, y las im¨¢genes en un libro est¨¢n hechas a base de palabras. Y Cien a?os de soledad, m¨¢s all¨¢ del membrete de realismo m¨¢gico, es una de las m¨¢s espl¨¦ndidas construcciones verbales de nuestro idioma.
El cine es, en cambio, una construcci¨®n hecha en base a im¨¢genes, y la narraci¨®n que corresponde a las im¨¢genes nunca podr¨¢ ser sustituida por las palabras, digamos la voz de un narrador en off, porque esta clase de auxilio viene a ser una especie de rescate de las im¨¢genes, cuando no funcionan. Otra cosa son los di¨¢logos, que cuando en un libro son decisivos por eficaces, pasan ¨ªntegros al guion.
Pero aqu¨ª hay otra dificultad que Cien a?os de soledad presenta al guionista: en el libro no hay di¨¢logos. Cuando un personaje habla lo hace con una frase muy rotunda, terminante, y entonces los di¨¢logos hay que inventarlos, lo cual viene a ser un desaf¨ªo may¨²sculo: ponerse a la par del autor.
En una escena del primer cap¨ªtulo que vimos, la voz en off nos est¨¢ contando que en los a?os de fundaci¨®n de Macondo ¡°el mundo era tan reciente que muchas cosas carec¨ªan de nombre, y para nombrarlas hab¨ªa que se?alarlas con el dedo¡±, mientras un ni?o desnudo, Jos¨¦ Arcadio Buend¨ªa, recibe unas frutas de una vecina para que los lleve a Ursula Iguar¨¢n, su madre. Sabemos que son corozos por una menci¨®n de la vecina, o de la madre; pero es el momento en que las cosas no ten¨ªan nombre, con lo que se impone aqu¨ª es el silencio. La palabra la tiene la imagen, si a¨²n no hay palabras.
Por el di¨¢logo que sigui¨® a la proyecci¨®n nos enteramos de que la voz en off que narra es la de Aureliano Babilonia, el ¨²ltimo de los Buend¨ªa; pero son las palabras de Garc¨ªa M¨¢rquez, una interposici¨®n textual de la novela que fuerza a las im¨¢genes a convertirse en una ilustraci¨®n de la narraci¨®n; dificultad agregada, porque la voz literal del autor se vuelve un pie de amigo que no deja a las im¨¢genes hablar por s¨ª solas.
El primero en desconfiar de que sus novelas pudieran ser eficaces en el cine fue el propio Garc¨ªa M¨¢rquez, que vio como no cuajaban los buenos intentos con las versiones filmadas de otros libros suyos, y tem¨ªa que la tentativa con Cien a?os de soledad no curara su escepticismo.
Es muy temprano saberlo con esta serie antes de terminar de ver los 16 cap¨ªtulos de que consta, y ojal¨¢, como se nos anunci¨® al final del pase, cada uno de ellos sea mejor que el otro.
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