Una tarde, una canci¨®n
Qu¨¦ ten¨ªa Franco Battiato para que su tema preserve la capacidad de hacer que las cosas parezcan distintas por un instante
El invierno trae a ratos una melancol¨ªa que no avisa y que suele notarse en la boca del est¨®mago. No es indigesti¨®n ni es pena; es otra cosa que se parece a la tristeza. Quiz¨¢ la traigan el fr¨ªo o los atardeceres. Quiz¨¢ sea la Navidad, llena de recuerdos, que se ayuda de las luces de las calles para hacernos creer que vivimos en una pel¨ªcula en la que parte de nuestra familia qued¨® atrapada por la nieve en el aeropuerto de Nueva York. Demasiadas pel¨ªculas. Puede que sea eso, o la sensaci¨®n de correr a todas horas para llegar a todas partes. O cierta obligaci¨®n de tener que ser felices y sonre¨ª...
El invierno trae a ratos una melancol¨ªa que no avisa y que suele notarse en la boca del est¨®mago. No es indigesti¨®n ni es pena; es otra cosa que se parece a la tristeza. Quiz¨¢ la traigan el fr¨ªo o los atardeceres. Quiz¨¢ sea la Navidad, llena de recuerdos, que se ayuda de las luces de las calles para hacernos creer que vivimos en una pel¨ªcula en la que parte de nuestra familia qued¨® atrapada por la nieve en el aeropuerto de Nueva York. Demasiadas pel¨ªculas. Puede que sea eso, o la sensaci¨®n de correr a todas horas para llegar a todas partes. O cierta obligaci¨®n de tener que ser felices y sonre¨ªr. El caso es que algunas tardes sobreviene un desasosiego del que no sabes c¨®mo desprenderte si, en realidad, no podr¨ªas decir a qu¨¦ se debe en concreto. No es un dolor ni una herida. Es un estado de ¨¢nimo.
Es natural querer salir de ah¨ª, aunque tampoco est¨¦ de m¨¢s quedarse un poco y dejarse llevar hasta averiguar lo que nos pasa. A veces conviene esperar y echar a andar sin saber muy bien ad¨®nde, por si aparecen las respuestas. Echar a andar con m¨²sica en los auriculares, porque lo que no sepamos de nuestro ¨¢nimo igual lo haya anticipado el algoritmo que nos escoge los discos y que sabe ya de nosotros m¨¢s que nosotros mismos.
A m¨ª me pas¨® al llegar el fr¨ªo, que yo sal¨ª a recibir con la opci¨®n aleatoria del reproductor de m¨²sica del tel¨¦fono. Iban saltando canciones que sonaban de fondo para evitar el vac¨ªo, a la manera de las bandas sonoras. Hasta que lleg¨® una que no era nueva, pero que tampoco sonaba igual que el resto. Una que cambi¨® las cosas.
Empez¨® a sonar Franco Battiato, que dec¨ªa buscar un centro de gravedad permanente. No s¨¦ la raz¨®n por la que apareci¨®. S¨¦ que la canci¨®n apareci¨®, y que orden¨® los pensamientos de tal manera que los puso a atender a aquellos acordes y a aquella letra, como si nada m¨¢s fuera importante. Como si pudiera llevarme a otro ¨¢nimo y a otras calles por mucho que fueran las calles de las otras canciones. Y qu¨¦ va: c¨®mo lo iban a ser, si en estas de ahora Battiato mov¨ªa mis manos y mis pies: ¡°Cerco un centro di gravit¨¤ permanente / che non mi faccia mai cambiare idea / sulle cose, sulla gente¡±.
Me han maravillado siempre las preguntas inabordables. Por muchas respuestas que me den, me preguntar¨¦ toda la vida qu¨¦ tiene el mar y por qu¨¦ nos fascina y por qu¨¦ lo busco nada m¨¢s llegar a un sitio de costa. Me preguntar¨¦ por qu¨¦ raz¨®n exacta nos abruma la naturaleza y, por supuesto, de d¨®nde viene el poder de la m¨²sica, que no solo nos vuelve humanos convocando a nuestro instinto, sino que se agarra a la memoria aunque hayamos perdido la lucidez.
Se puede olvidar antes la identidad que unos acordes y no hay misterio mayor que ese, por el que sales triste a deambular, tomado por una melancol¨ªa extra?a y, de improviso, te asaltan unas ganas de danzar que contienes por verg¨¹enza. Qu¨¦ le puso Battiato a esa canci¨®n, me pregunto a¨²n hoy, para que preserve la capacidad de hacer que las cosas parezcan distintas por un instante.
La canci¨®n acab¨® y todo se fue a ordenar de nuevo, empezando por el fr¨ªo y por las luces. Pero a m¨ª ese rato ya no me lo quita nadie. Ese rato en el que fui consciente de que era feliz y se me fueron sin querer las manos y los pies.