As¨ª intent¨¦ dejar X y fracas¨¦
Abstenerse en la red social de Musk se transforma en una adicci¨®n a otro mont¨®n de plataformas
En la serie de televisi¨®n Machos alfa (una especie de Aqu¨ª no hay quien viva para mileniales), uno de los personajes es una instagramer. Se ha quedado embarazada y, como vive de contar su vida, se plantea qu¨¦ har¨¢ en adelante. Sufre un sangrado vaginal y, en un momento de intimidad, le confiesa a su hermana que por un segundo se sinti¨® aliviada al pensar que hab¨ªa perdido al beb¨¦ (s¨ª, muchas futuras madres aterradas experimentan ese tipo de sentimientos). ¡°?Eso no lo digas en Insta, eh!¡±, le dice la hermana, temerosa de que arruine su nueva etapa de instamami. ¡°?Puedes olvidarte por un segundo de las putas redes sociales y hablar como si vivi¨¦semos en el mundo real?¡±, se queja la otra.
La hermana no responde, pero ya respondo yo: no, es imposible. ?Qu¨¦ sentido tiene ya vivir la vida sin pensar adem¨¢s en cont¨¢rsela a la gente? ?O acaso el mundo puede seguir rodando sin que sepa que has salido a correr por la ma?ana, que a mediod¨ªa has fingido que le¨ªas un libro y que por la noche has ido a cenar a un sitio de modernos absurdamente caro, pero que queda genial en las fotos? Y no, no finjan, mis querid¨ªsimos lectores (algunos piscis, seguro), porque no hace falta tener Instagram y ser un jovenzuelo para ir aireando la propia vida a los cuatro vientos. Que todos vemos esos estatus de WhatsApp que los boomers alimentan sin descanso.
Sin duda, uno de los momentos m¨¢s complicados en los tiempos modernos es cuando se decide dejar alguna red social. ?ltimamente, est¨¢ de moda irse de X (?que tiene 16 millones de usuarios en Espa?a, 112 millones en Europa!) por aquello de que su due?o es un tecnoligarca que ha decidido usarla en beneficio de su propia agenda pol¨ªtica, un poquito reaccionaria. Su ej¨¦rcito son los millones de cuentas, entre ellas much¨ªsimas de instituciones y de medios de comunicaci¨®n, sin las que X no podr¨ªa existir. Aqu¨ª se ha debatido profusamente si es mejor irse o quedarse, con argumentos de todo tipo. En todo caso, la que firma opt¨® por dejar de alimentar esa red social.
Firm¨¦ la despedida el 8 de diciembre: ¡°Acabo el a?o en Bluesky. Intentar¨¦, como el que deja de fumar, que esta red sea para mi totalmente secundaria¡±, tuite¨¦ por ?¨²ltima? vez. ¡°Veurem!¡±, a?ad¨ª, cur¨¢ndome en salud. Pocas cosas resultan m¨¢s bochornosas que desfallecer constantemente, y p¨²blicamente (por peque?a que sea la audiencia), en un objetivo tan aparentemente sencillo como dejar de tuitear. Es ense?ar sin pudor que se posee una voluntad m¨¢s de mantequilla que de hierro.
Las primeras semanas de abstinencia se llevan relativamente bien. Incluso con alivio cuando surge alguna pol¨¦mica enconada sobre la que ya no hace falta pronunciarse. Los momentos de mono se pal¨ªan con suced¨¢neos, como Bluesky, o LinkedIn, la red del bienquedismo. Incluso se viven momentos ¨¢lgidos en los que una se permite aleccionar a los dem¨¢s: ¡°No s¨¦ c¨®mo segu¨ªs posteando en X¡±.
Hasta que se vuelve al trabajo. Un tiroteo en La Mina, un barrio de Sant Adri¨¤ de Bes¨°s (Barcelona), resulta suficiente para desatar la locura: vale, si no puedo tuitear la noticia, porque dije que no lo har¨ªa, lo pongo en Bluesky. Ante la ausencia de interacci¨®n, busco un plan b: subo una story a Instagram. Incluso sopeso la posibilidad de quitarle el candado, aunque est¨¦ lleno de fotos de una ni?a de tres a?os. ?Y LinkedIn? ?Y TikTok! Un v¨ªdeo r¨¢pido, de 30 segundos¡
Al acabar el d¨ªa, la abstinencia en X se ha transformado en la adicci¨®n a un mont¨®n de redes m¨¢s. Al final, opto por el retuit en X como soluci¨®n de futuro. Y como consuelo me repito aquello de que el periodista debe estar donde est¨¢ la gente. Es mejor eso que admitir el fracaso total.