?A?o Franco? ?Trienio de la reconciliaci¨®n!
Fechar el advenimiento de la libertad en la muerte del dictador es ensombrecer a quienes alumbraron la democracia. Los tres a?os que van desde ese momento hasta la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n son los mejores de nuestra historia
El siglo XX espa?ol estuvo marcado por el golpe de Estado del general Franco contra el orden republicano, por la cruenta guerra civil que desencaden¨® y por los 40 a?os de dictadura posteriores. Franco es cualquier cosa menos una nota a pie de p¨¢gina en la historia de Espa?a. Esa trascendencia contrasta con la frivolidad, tan lacerante para un pa¨ªs al que parir la democracia cost¨® tanto, con que el Gobierno se dispone a conmemorar su muerte medio siglo despu¨¦s, y nos recuerda que, arrancado de los goznes de la historiograf¨ªa, el franquismo ya es apenas una franquicia electoral ¡ªque cada vez da ...
El siglo XX espa?ol estuvo marcado por el golpe de Estado del general Franco contra el orden republicano, por la cruenta guerra civil que desencaden¨® y por los 40 a?os de dictadura posteriores. Franco es cualquier cosa menos una nota a pie de p¨¢gina en la historia de Espa?a. Esa trascendencia contrasta con la frivolidad, tan lacerante para un pa¨ªs al que parir la democracia cost¨® tanto, con que el Gobierno se dispone a conmemorar su muerte medio siglo despu¨¦s, y nos recuerda que, arrancado de los goznes de la historiograf¨ªa, el franquismo ya es apenas una franquicia electoral ¡ªque cada vez da menos votos.
Celebrar la muerte de Franco, al que solo derrot¨® la vejez, no puede confortar a ning¨²n dem¨®crata. Y fechar el advenimiento de la libertad en su defunci¨®n es, sencillamente, mentir. Mentiras se cuentan muchas, pero esta es de un tipo especialmente pernicioso porque cede a Franco todo el protagonismo, como si la libertad hubiera reto?ado de sus mismos restos mortales, y ensombrece el papel de quienes en verdad la alumbraron. Conocemos sus nombres y sus apellidos: algunos fueron reformistas del r¨¦gimen que ofrecieron su voladura desde dentro, otros eran opositores de izquierda que prefirieron el acuerdo a la revancha. Finalmente, completaron la epopeya los espa?oles que refrendaron la Constituci¨®n. Esa tarea emocionante y hom¨¦rica de una naci¨®n no puede reducirse a la periclitaci¨®n de un anciano.
Porque en ning¨²n sitio est¨¢ escrito que a la muerte de un dictador deba suceder la libertad. La democracia fue una conquista de la voluntad acometida a lo largo de tres a?os con sus hitos: la coronaci¨®n del rey Juan Carlos, la ca¨ªda de Arias Navarro, la llegada de Su¨¢rez con Torcuato Fern¨¢ndez Miranda, la Ley para la Reforma Pol¨ªtica, la de Amnist¨ªa, la legalizaci¨®n de los partidos ¡ªtambi¨¦n de un PCE rojigualdo¡ª, las elecciones del 15 de junio, el retorno de Tarradellas, los pactos de La Moncloa... Y, al fin, el 78. En mitad del ruido de sables y contra varios terrorismos.
Honestamente, no creo que la cosa d¨¦ para pasarse doce meses hablando de Franco, pero algo habr¨¢ que decir cuando llegue el 20 de noviembre. En primer lugar, por relevancia hist¨®rica. Y en segundo, porque los ¨²nicos relatos en circulaci¨®n no pueden ser el de este antifranquismo en diferido practicado desde el establishment y el de la peligrosa nostalgia autoritaria que, a la contra del oficialismo, predica una generaci¨®n nacida en democracia.
Algo habr¨¢ que decir, s¨ª. Por ejemplo, que los a?os que van desde la muerte del aut¨®crata hasta la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n conforman el coraz¨®n de la Transici¨®n y constituyen un verdadero trienio de la reconciliaci¨®n. Que esos a?os son, por ello, los mejores ¡ªno los m¨¢s f¨¢ciles o los m¨¢s felices¡ª de nuestra historia, redentores de los tres peores que abarc¨® la Guerra Civil. Y que el Gobierno ten¨ªa la oportunidad de celebrar el reencuentro de los espa?oles acordando con el Congreso y el Senado un calendario de actos conmemorativos ¡ªtanta falta nos hace ese ¡°pacto por la convivencia¡± que reivindic¨® el Rey en Nochebuena¡ª. Un homenaje sin siglas que culminar¨¢ dentro de tres a?os, con el 50? aniversario del refer¨¦ndum constitucional.
La del 78 es, adem¨¢s, la primera Constituci¨®n de la historia de Espa?a votada por los ciudadanos ¡ªno as¨ª la republicana de 1931, sobre la que tanta hagiograf¨ªa se ha hecho¡ª. Y es en ellos, y no en Franco, donde debiera fijarse la atenci¨®n. Porque la diferencia fundamental entre aquella Espa?a del Movimiento y la de hoy es de soberan¨ªa. Es en el traspaso de poder que va de un caudillo militar a la ciudadan¨ªa donde hay que datar la plenitud democr¨¢tica.
No acert¨® a explicarlo Pedro S¨¢nchez en su discurso inaugural del A?o Franco. Se esforz¨®, en cambio, en trazar paralelismos entre la dictadura y el momento actual ¡ª¡±Puede volver a ocurrir¡±¡ª, porque el antifranquismo solo tiene sentido si hay un franquismo a las puertas. El problema de comparar procesos pol¨ªticos del siglo XX con el presente es que lleva a su banalizaci¨®n y redobla, por tanto, su amenaza: si todo es fascismo, ?qui¨¦n temer¨¢ el fascismo? Y quiz¨¢ se trate de eso, de engordar lo que se detesta, esperando recoger despu¨¦s los rendimientos de la polarizaci¨®n.
Pero peor que un enemigo a las puertas es buscar un enemigo intramuros de la naci¨®n. Y parece que en eso estamos. As¨ª que recuerdo con nostalgia a aquella generaci¨®n de izquierdas que se llam¨® del 56; los Pradera y los Sempr¨²n que, 20 a?os despu¨¦s de la guerra, escribieron: ¡°Nosotros, hijos de los vencedores y de los vencidos¡±. Hab¨ªan atravesado desaf¨ªos que hoy ni siquiera imaginamos, para coser luego las dos Espa?as en un mismo sujeto: ¡°Nosotros¡±.
Qu¨¦ distintos han sido los avatares de mi generaci¨®n, que, sin embargo, se ve arrastrada a la confrontaci¨®n con renovado encono. Y qu¨¦ ganas de que terminen de enterrar a Franco, a ver si, por una vez, podemos ponernos de acuerdo para recordar a los espa?oles que mostraron al mundo nuestra mejor versi¨®n. A¨²n estamos a tiempo de celebrar el trienio de la reconciliaci¨®n.