Para contar un continente
¡®TintaLibre¡¯ recoge las reflexiones de Mart¨ªn Caparr¨®s, quien defiende que el periodismo en Am¨¦rica Latina enfrenta grandes desaf¨ªos, pero sigue siendo una herramienta esencial para la verdad y la informaci¨®n
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Nos importan las palabras, nos definen: vivimos de las palabras, para las palabras, intentamos entenderlas y que nos enga?en lo menos posible; creer que las usamos. Pero hablar de periodismo en Am¨¦rica Latina supone hundirse en dos palabras sobre cuyo significado podr¨ªamos discutir horas y horas: periodismo y Am¨¦rica Latina.
Para empezar, Am¨¦rica Latina. Que es, en casi todos los sentidos, una suma de realidades seriamente distintas con las semejanzas suficientes como para que, cuando hablamos de ella, le encontremos ciertos rasgos comunes: un pasado com¨²n, una lengua com¨²n, muchas materias primas que se exportan, el hartazgo de cientos de millones.
Y est¨¢n, faltaba m¨¢s, las brutas diferencias. En este momento se podr¨ªan definir ¨Cgroseramente¨C en la regi¨®n tres clases de pa¨ªses: los que sostienen grandes empresas de narcotraficantes, los que se someten a dictaduras, los que no sufren ni una desgracia ni la otra ¨Co no del todo. As¨ª, vemos que el a?o pasado en los dos pa¨ªses m¨¢s narcos hubo periodistas asesinados por su profesi¨®n: cinco en M¨¦xico, dos en Colombia ¨Cy, grasiadi¨®, ninguno en los dem¨¢s. En cambio las dictaduras encarcelan: en Venezuela, Cuba y Nicaragua hay periodistas presos, en Guatemala Jos¨¦ Rub¨¦n Zamora lleva tres a?os entre el penal y el arresto en su casa, y en El Salvador el ejercicio se ha vuelto muy dif¨ªcil; en esos pa¨ªses cientos de periodistas tuvieron que exiliarse para seguir trabajando o, m¨¢s simplemente, para seguir. Pero, al mismo tiempo, en Uruguay o Chile o Costa Rica o Paraguay o incluso la Argentina los insultos y maltratos que reciben los periodistas no son muy distintos de los que aguantan en Espa?a.
A los ?americanos ¨Ccomo a todos¨C nos gusta sentirnos m¨¢s algo: m¨¢s b¨¢rbaros, m¨¢s valientes, m¨¢s v¨ªctimas. Yo no creo que seamos muy distintos del resto del mundo. En nueve de cada diez pa¨ªses ¨Cpara ser optimistas¨C, los periodistas trabajan contra dificultades; son manejados, coartados, obligados a escribir tonter¨ªas ¨Co simplemente no consiguen ejercer su profesi¨®n y deben resignarse a otras.
Pero nadie duda de que, en la mayor¨ªa de nuestros territorios, es habitual que los narcos y dem¨¢s empresarios se compren a los pol¨ªticos y dem¨¢s poderosos que necesitan para ejercer sus negocios sin interferencias. Las interferencias, cuando las hay, suelen venir de ciertos periodistas.
Cuando miramos qu¨¦ periodistas son asesinados, cu¨¢les se exilian, cu¨¢les deben callarse, vemos enseguida que no suelen ser ¨Ccon escasas y brillantes excepciones¨C empleados de la gran prensa de sus pa¨ªses sino editores y reporteros de peque?os medios locales o regionales decididos a rechazar los sobornos o las amenazas de aquellos empresarios, y hacer su trabajo de verdad. Por hacerlo suelen cobrar poco y, a veces, pagan demasiado. Quiz¨¢s esto podr¨ªa encabezar una definici¨®n brutal del periodismo: un oficio donde los buenos cobran poco y pagan demasiado.
Subrayo: ciertos periodistas. Lo cual nos lleva a discutir el sentido de la otra palabra: periodismo. Cuando miramos qu¨¦ periodistas son asesinados, cu¨¢les se exilian, cu¨¢les deben callarse, vemos enseguida que no suelen ser ¨Ccon escasas y brillantes excepciones¨C empleados de la gran prensa de sus pa¨ªses sino editores y reporteros de peque?os medios locales o regionales decididos a rechazar los sobornos o las amenazas de aquellos empresarios, y hacer su trabajo de verdad. Por hacerlo suelen cobrar poco y, a veces, pagan demasiado. Quiz¨¢s esto podr¨ªa encabezar una definici¨®n brutal del periodismo: un oficio donde los buenos cobran poco y pagan demasiado.
(Y por no tener ni siquiera tenemos, como los espa?oles, una falsa edad de oro que extra?ar: siempre nos hemos buscado la vida a trompicones, siempre hemos ganado m¨¢s o menos mal, los patrones siempre nos putearon.)
Cuando los periodistas hablamos de periodismo no se sabe muy bien de qu¨¦ hablamos. Discutimos alguito sobre nuestras pr¨¢cticas, nuestras t¨¦cnicas, nuestras est¨¦ticas ¨Cy una ristra de esdr¨²julas m¨¢s. Pero nadie imagina a un congreso de cirujanos debatiendo los efectos sociales de sus amputaciones, ni a uno de ingenieros discutiendo la densidad de la circulaci¨®n sobre sus puentes. En cambio nosotros, cuando hablamos de periodismo, hablamos mucho de lo que sucede con eso que hacemos, c¨®mo se vende y compra, qui¨¦n lo recibe, qui¨¦n lo rechaza, para qu¨¦ mierda sirve. Hablamos de los lectores, el mercado, la difusi¨®n, la libertad, la democracia, los clics y otras pamplinas semejantes.
Antes que nada hay que asumir que el mejor periodismo ya no suele hacerse en los grandes peri¨®dicos ¨Co los grandes medios en general¨C porque habitualmente esos gigantes cojos cargan con demasiados compromisos. Casi todos ¨Cy digo casi para crear suspenso¨C los medios tradicionales de Latinoam¨¦rica tienen problemas o intereses econ¨®micos que los someten al poder de gobiernos o bancos o gobiernos y bancos, que limitan y delimitan sus posibilidades de hacer periodismo en serio. Por eso lo mejor del buen periodismo ahora se publica en los m¨¢s nuevos, los m¨¢s chicos.
Antes que nada hay que asumir que el mejor periodismo ya no suele hacerse en los grandes peri¨®dicos ¨Co los grandes medios en general¨C porque habitualmente esos gigantes cojos cargan con demasiados compromisos. Casi todos ¨Cy digo casi para crear suspenso¨C los medios tradicionales de Latinoam¨¦rica tienen problemas o intereses econ¨®micos que los someten al poder de gobiernos o bancos o gobiernos y bancos, que limitan y delimitan sus posibilidades de hacer periodismo en serio. Por eso lo mejor del buen periodismo ahora se publica en los m¨¢s nuevos, los m¨¢s chicos
Esos medios peque?os, lo sabemos, son casi siempre digitales, son siempre un poco marginales, suelen ser cr¨ªticos y dependen mucho del esfuerzo de unos pocos. No se formaron con intenciones lucrativas ¨Cal contrario, buscar dinero para sobrevivir es una de sus tareas centrales¨C, sino por esa necesidad que algunos hombres y mujeres sienten de contar algo m¨¢s parecido a la verdad. Y, en general, funcionan a fuerza de vocaci¨®n, optimismo y subvenciones internacionales.
Las subvenciones a veces son usadas para descalificarlos: yo nunca entend¨ª por qu¨¦ ser¨ªa mejor recibir dinero de una publicidad de Ford que de la Ford Foundation o de un anuncio del Bank of Am¨¦rica que de ¨C?la difunta?¨C USAID o todas esas organizaciones de distintos lugares y or¨ªgenes que apoyan estas iniciativas. (Ahora parece que el se?or Trump descubri¨® que la suya no favorec¨ªa ni a ricos ni a votantes y decidi¨® que no le serv¨ªa para nada.) Adem¨¢s, muchos de estos medios intentan ¨Cy unos pocos consiguen¨C vivir de sus lectores/suscriptores.
El tema de la vocaci¨®n, en cambio, es central. Vocaci¨®n suena ?o?o. Pero, en un momento en que las inquietudes pol¨ªticas no encuentran demasiadas salidas, el periodismo se presenta como una de ellas. Para muchos de estos periodistas verdaderos el periodismo no es un trabajo sino ¨Cesa palabra tan desprestigiada¨C una militancia. Buena parte de su faena consiste en encontrar las maneras de poder hacerla: vocaci¨®n, dec¨ªamos, el deseo tan insistente de hacer algo que te lleva a hacer muchas cosas para hacer ese algo. Pero, por eso mismo ¨Cpor el esfuerzo que les cuesta¨C, quieren hacer un periodismo que valga la pena, que los haga sentir que lo est¨¢n haciendo en serio. Vocaci¨®n es inter¨¦s, esfuerzo, generosidad. Vocaci¨®n es trabajar sin calcular las eventuales recompensas. Vocaci¨®n es el privilegio de saber lo que uno quiere ¨Cy hacerlo todo para hacerlo.
Para muchos de estos periodistas verdaderos el periodismo no es un trabajo sino ¨Cesa palabra tan desprestigiada¨C una militancia. Buena parte de su faena consiste en encontrar las maneras de poder hacerla: vocaci¨®n, dec¨ªamos, el deseo tan insistente de hacer algo que te lleva a hacer muchas cosas para hacer ese algo. Pero, por eso mismo ¨Cpor el esfuerzo que les cuesta¨C, quieren hacer un periodismo que valga la pena, que los haga sentir que lo est¨¢n haciendo en serio. Vocaci¨®n es inter¨¦s, esfuerzo, generosidad
Y ah¨ª entra a tallar el optimismo. En un mundo donde tantos hablan de desaz¨®n y crisis, estos medios peque?os e independientes ¨C¡±el Hormiguero¡±, los llam¨® Germ¨¢n Rey en un informe para la Fundaci¨®n Gabo que estudiaba unos dos mil en toda la regi¨®n¨C se desviven por hacer su trabajo lo mejor que pueden: por hacer, en todo caso, el mejor periodismo posible. Un fen¨®meno curioso: durante a?os nuestra Fundaci¨®n sol¨ªa entregar sus premios a autores individuales; cada vez m¨¢s los ganadores son equipos ¨Carmados por estos medios nuevos. Este oficio de lobos solitarios se est¨¢ convirtiendo, por los cambios t¨¦cnicos y las amalgamas culturales y las estrecheces econ¨®micas, en tarea colectiva.
Y eso es lo que importa: no el peligro o la sangre o el supuesto hero¨ªsmo; el hero¨ªsmo real de hacer lo que uno cree que debe.
Pero tambi¨¦n es cierto que nos gusta relatar la violencia. Es m¨¢s impactante y, quiz¨¢, m¨¢s f¨¢cil. Suponemos que contarla nos vuelve mejores periodistas: que atrevernos a hacerlo es una cima de esta profesi¨®n. Yo no estoy seguro. La violencia es terrible y elocuente, pero contarla tambi¨¦n es una soluci¨®n probada: narrar algo tremendo est¨¢, de alg¨²n modo, legitimado de antemano ¨Cpero tambi¨¦n est¨¢, del mismo modo, contado de antemano. No decimos nada nuevo: reafirmamos lo que supuestamente se sabe y se espera. Somos valientes, escribimos cosas que otros no, y confirmamos la imagen de nuestros pa¨ªses o regiones que muchos ya imaginan. Suelo ser jurado de distintos premios regionales de periodismo: en ellos, la presencia de historias de violencia es casi excluyente ¨Cy en ?am¨¦rica, por supuesto, tambi¨¦n suceden muchas otras cosas. La tasa de homicidios en la regi¨®n es alta: unos 18 asesinados por cada 100.000 personas por a?o, m¨¢s de tres veces la media mundial. Y sin embargo eso significa que hay 99.982 personas por cada 100.000 por a?o que no son asesinadas, que tienen problemas y esperanzas, victorias y derrotas, vidas que contar. Lo hacemos mucho menos de lo que deber¨ªamos. Yo creo, con perd¨®n, que la verdadera audacia consiste en arriesgarse a contar cosas distintas, a buscar otro tipo de historias, a no caer en el mito de la audacia para contar siempre lo mismo.
Esos medios independientes que a veces lo intentan tienen, por suerte, ciertas ventajas de partida. La mayor¨ªa de los grandes dinosaurios ha ca¨ªdo presa de la l¨®gica del rating. La posibilidad t¨¦cnica, ya no tan nueva, de saber al instante qu¨¦ notas ¡°consumen¡± sus usuarios es un torpedo que les peg¨® en toda la cara. Hace justo cinco a?os se me ocurri¨®, en una tarde de necesidad, sin ideas para mi columna del Times, ver cu¨¢les eran las noticias m¨¢s le¨ªdas en los rankings de los diarios m¨¢s potentes de la regi¨®n. El resultado estuvo a punto de sorprenderme: ¡°Todo es espect¨¢culo, far¨¢ndula, cr¨ªmenes, deportes. No hay una sola (nota) sobre un tema seriamente pol¨ªtico, ni una sola sobre otros pa¨ªses, ni una sobre la econom¨ªa y sus vericuetos, ni una sobre los cambios sociales, ni un an¨¢lisis, ni una columna, ni un reportaje, ni una investigaci¨®n. Quiero decir: nada de lo que podr¨ªa enorgullecer a un periodista¡±.
Los medios que trabajan para mejorar el n¨²mero de sus consumidores suelen entrar en ese c¨ªrculo vicioso y aburrido: me ped¨ªs basura, te doy basura, te acostumbr¨¢s a la basura y me ped¨ªs m¨¢s basura, te doy mucha m¨¢s basura, entonces me ped¨ªs cada vez m¨¢s. Dec¨ªa, en esos d¨ªas, que la ¨²nica soluci¨®n era trabajar ¡°contra el p¨²blico¡±: no darle lo que demanda o lo que espera sino aquello que nuestra experiencia y conciencia de periodistas nos llevan a considerar significativo.
Los medios que trabajan para mejorar el n¨²mero de sus consumidores suelen entrar en ese c¨ªrculo vicioso y aburrido: me ped¨ªs basura, te doy basura, te acostumbr¨¢s a la basura y me ped¨ªs m¨¢s basura, te doy mucha m¨¢s basura, entonces me ped¨ªs cada vez m¨¢s. Dec¨ªa, en esos d¨ªas, que la ¨²nica soluci¨®n era trabajar ¡°contra el p¨²blico¡±: no darle lo que demanda o lo que espera sino aquello que nuestra experiencia y conciencia de periodistas nos llevan a considerar significativo. Tiempo despu¨¦s me puse m¨¢s socialdem¨®crata y empec¨¦ a decir que no hab¨ªa que trabajar ¡°contra el p¨²blico¡± sino a favor de un p¨²blico que ¨Cen muchos casos¨C todav¨ªa no existe, con la esperanza de ayudar a que s¨ª. Creo que eso es lo que hacen ¨Caunque no necesariamente lo digan o piensen en esos t¨¦rminos¨C muchos de estos peque?os medios latinoamericanos. Y, al hacerlo, ocupan un lugar m¨¢s y m¨¢s importante.
Otra de sus ventajas es el empecinamiento de los dinosaurios en seguir considerando ¡°noticia¡± lo que hacen las personas con poder: pol¨ªticos, ricos, tetonas, futbolistas, cantantes a la moda. Esa idea de la noticia es, lo sabemos, una forma muy eficiente de mantener el orden social: dice todos los d¨ªas a millones de personas que los que importan son esos pocos ¨Cy los dem¨¢s s¨®lo merecen un lugar en los papeles cuando se toman el trabajo de morir de a muchos o con una explosi¨®n en lugar del gemido.
Esto lo cumplen, de distintas maneras, todos los grandes medios, incluso los que consideramos respetables y serios: todav¨ªa, en ellos, las noticias sobre el poder pol¨ªtico siguen siendo centrales. ?Por qu¨¦ deber¨ªa interesarnos tanto lo que dijo anteayer un ministro, lo que le contest¨® una diputada? ?Por qu¨¦, los vericuetos de sus maniobras repetidas, tan inanes? ?Por qu¨¦ seguimos simulando que ese sector importa m¨¢s que nada? ?Para que importe m¨¢s que nada? Si es as¨ª, su batalla est¨¢ perdida ¨Cy, gracias a esa derrota, la democracia tiene cada vez menos adeptos y, en lugar de pensar nuevas maneras, se deja reemplazar por las m¨¢s viejas.
(Aqu¨ª, un inciso interesado. Nos quejamos sin cesar ¨Cy con raz¨®n¨C del lugar que ocupa la mentira en nuestras sociedades. Por eso creo que una tarea que ning¨²n periodismo cumple lo suficiente es des-mentir. No digo solamente esas loables iniciativas que se dedican a chequear ciertos discursos, tales afirmaciones. Digo, m¨¢s bien, que cada medio que se precie deber¨ªa adoptar como una tarea central la de publicar todos los d¨ªas ¨Co todas las semanas¨C un espacio donde se recogieran las mentiras del momento y se explicara por qu¨¦ lo son: las des-mintieran. Eso s¨ª ser¨ªa periodismo: buscar alguna verdad en esos lodos. Aunque esas mentiras ¨Clas m¨¢s da?inas, las m¨¢s eficientes¨C seguir¨¢n existiendo mientras los grandes medios sigan presos de bancos y gobiernos y su antiguo prestigio les permita publicar cualquier pavada.)
Y esto por no hablar del mito de ¡°la actualidad¡±: de nuevo, nos convencen de que ciertos hechos deben ser contados. Si un asaltante mata a un asaltado en una calle suburbana ser¨¢ noticia y se publicar¨¢ ¨Cahora, adem¨¢s, acompa?ado de un video granuloso: somos seres filmados. Pero ser¨¢ un evento banal, repetido, que nos ense?ar¨¢ muy poco; muy distinto ser¨ªa si ese tipo de suceso produjera, por ejemplo, la intenci¨®n de escribir algo bien trabajado y s¨®lido sobre el entorno del ladr¨®n jovencito, su cultura, sus necesidades y las razones que hacen que ¨¦l y otros como ¨¦l empu?en la pistola o, si acaso, pasar unos d¨ªas en la escuela donde se educ¨®; si nos sirviera para aprender, entender algo.
Yo creo que lo grave de la situaci¨®n del periodismo latinoamericano no son sus dificultades, sus peligros; creo que es, m¨¢s que nada, que no sepamos realmente qu¨¦ contar para que todos esos esfuerzos terminen de valer la pena.
El gran problema del periodismo latinoamericano es el mismo del periodismo norteamericano o europeo o ¨Csupongo que¨C indio o tailand¨¦s: que trabajan para el consumo de una multitud de personas que aprendieron a consumir pavadas. Sacarlas de esa inercia es el trabajo duro que nos toca: no darles m¨¢s eso que esperan, ofrecerles lo que no imaginaban, cambiar lo que decimos y las maneras de decirlo. Eso s¨ª que tiene peligro; eso s¨ª que tendr¨ªa recompensa.
El desaf¨ªo es encontrar historias nuevas, nuevos puntos de vista, maneras de contarnos c¨®mo somos, c¨®mo vivimos, qu¨¦ hacemos para vivir mejor ¨Cy conseguir que nos lo lean. El gran problema del periodismo latinoamericano es el mismo del periodismo norteamericano o europeo o ¨Csupongo que¨C indio o tailand¨¦s: que trabajan para el consumo de una multitud de personas que aprendieron a consumir pavadas. Sacarlas de esa inercia es el trabajo duro que nos toca: no darles m¨¢s eso que esperan, ofrecerles lo que no imaginaban, cambiar lo que decimos y las maneras de decirlo. Eso s¨ª que tiene peligro; eso s¨ª que tendr¨ªa recompensa.
Por suerte lo buscamos: en eso consisten, b¨¢sicamente, la vocaci¨®n y el optimismo. Por suerte a veces lo encontramos: por eso los mantenemos pese a todo, seguimos adelante. Por todo eso importa, m¨¢s que nunca, como siempre, buscar las formas de contar un continente.