Apenas cambia nada, pero nada ser¨¢ igual en Suecia
Es el efecto inevitable de que casi todas las fuerzas pol¨ªticas hayan llegado a la conclusi¨®n de que las elecciones ya no se ganan hablando de impuestos o derechos sociales, sino de integraci¨®n de los extranjeros
Situada en el calendario entre las dos grandes elecciones europeas de 2022 ¡ªlas francesas de la pasada primavera y las italianas del pr¨®ximo oto?o¡ª, la cita sueca con las urnas suscitaba a priori un inter¨¦s menor. No ya por tratarse de una democracia m¨¢s peque?a sino porque aqu¨ª no hab¨ªa tono ag¨®nico ni se planteaba la sustituci¨®n radical de los partidos tradicionales. De hecho, nadie dudaba que ...
Situada en el calendario entre las dos grandes elecciones europeas de 2022 ¡ªlas francesas de la pasada primavera y las italianas del pr¨®ximo oto?o¡ª, la cita sueca con las urnas suscitaba a priori un inter¨¦s menor. No ya por tratarse de una democracia m¨¢s peque?a sino porque aqu¨ª no hab¨ªa tono ag¨®nico ni se planteaba la sustituci¨®n radical de los partidos tradicionales. De hecho, nadie dudaba que los socialdem¨®cratas volver¨ªan a ser los m¨¢s votados. Un resultado, por otro lado, rutinario, repetido 32 veces seguidas entre 1917 y la votaci¨®n de este domingo. S¨ª, han le¨ªdo bien. Desde antes incluso de que se aprobase el sufragio universal, el primer partido siempre ha sido el mismo, lo que ha permitido al centroizquierda gobernar 80 de los ¨²ltimos 100 a?os y construir durante ese tiempo el que se considera Estado de bienestar por antonomasia.
Curiosamente, esa reiteraci¨®n machacona del paisaje electoral esconde otro contraste, sutil pero n¨ªtido, entre Suecia y los dos grandes pa¨ªses latinos. Si Italia es la patria del gatopardismo y Francia la del plus ?a change, plus c¡¯est la m¨ºme chose, los n¨®rdicos han demostrado que, a la inversa, pueden preservar las apariencias mientras el fondo se altera con intensidad. As¨ª, los ocho partidos con representaci¨®n parlamentaria son id¨¦nticos a los de hace cuatro a?os, se mantiene casi inmutable el equilibrio en torno al 49% entre los cuatro partidos de la mitad izquierda y los cuatro de la mitad derecha, y se repite la ventaja diminuta de una sobre otra en el Riksdag. Sin embargo, nada ser¨¢ ya igual.
Y no solo porque unos miles de votos pueden acabar decantando en esta elecci¨®n la mayor¨ªa hacia el lado conservador. Si solo se tratase de eso, estar¨ªamos ante una mera alternancia en el poder y han sido ya tres las veces desde 1976 que el partido socialdem¨®crata pasa a la oposici¨®n pese a quedar ganador. Sin embargo, el desenlace de este domingo es muy diferente pues el medio punto porcentual que pasa de un bloque ideol¨®gico a otro y los apenas tres puntos que gana, dentro de la derecha, el populista DS (Dem¨®cratas de Suecia) implican nada menos que un cambio en la naturaleza misma de la competici¨®n pol¨ªtica. Si durante un siglo esta hab¨ªa girado en torno al clivaje socioecon¨®mico y los debates sobre la protecci¨®n social, desde hoy pasa a estar dominada por la cuesti¨®n migratoria y sus resbaladizas conexiones con el leg¨ªtimo temor de los suecos a la inseguridad, el futuro de la identidad nacional y el peligro de retroceso en la calidad de una democracia hasta ahora mod¨¦lica.
Hasta tal punto se produce un terremoto profundo que, a pesar de la destreza con que los pa¨ªses escandinavos aparentan que nada estropea sus impecables superficies, es imposible que en Suecia no emerjan turbulencias. Es verdad que sus vecinos daneses o finlandeses ya han dado el paso de normalizar a fuerzas xen¨®fobas en distintas coaliciones, pero en este caso los extremistas han logrado ser el partido m¨¢s votado del bloque a la derecha y tener como primer ministro a su l¨ªder, Jimmie ?kesson, es una perspectiva que dif¨ªcilmente aceptar¨¢ el peque?o partido liberal. Incluso los moderados, que hasta ahora eran el principal referente de la oposici¨®n conservadora y los grandes defensores de romper el cord¨®n sanitario, pueden cambiar de opini¨®n si pactar no significa que una fuerza antip¨¢tica les complete la mayor¨ªa sino ser ellos mismos los socios menores. No les resultar¨¢ tranquilizador el precedente de los antes mencionados Francia e Italia, donde la subordinaci¨®n de los partidos de centroderecha europe¨ªsta a la derecha nacionalista antiinmigraci¨®n ha acabado conduciendo a los primeros a un papel marginal.
Pero incluso si al final se evita que DS encabece el futuro Gobierno (bien porque se conforma con carteras secundarias o un apoyo parlamentario exterior, bien porque se construye alguna variante de gran coalici¨®n que rompa la divisi¨®n de bloques, o bien porque el recuento de las ¨²ltimas papeletas da la victoria a las fuerzas progresistas), nada ser¨¢ igual. El cambio que 2022 ha tra¨ªdo a la pol¨ªtica interna de Suecia supera en relevancia al tambi¨¦n producido en este a?o en su pol¨ªtica exterior, con el abandono de la neutralidad. Es el efecto inevitable de que casi todas las fuerzas pol¨ªticas, incluyendo al partido socialdem¨®crata, hayan llegado a la conclusi¨®n de que las elecciones ya no se ganan hablando de impuestos, igualdad o medioambiente, sino de integraci¨®n de los extranjeros y barrios con pocos habitantes rubios.