La clave para acabar con el hambre est¨¢ en los peque?os agricultores
Reducir el hambre y proteger el medioambiente de manera simult¨¢nea es complejo, pero no imposible. Se requieren recursos y muchos. Pero a¨²n m¨¢s voluntad pol¨ªtica
A diferencia de males como la polio y la peste bub¨®nica, no hemos podido acabar con el hambre. A pesar de la revoluci¨®n tecnol¨®gica de la industria agropecuaria, una de cada diez personas ¨Dm¨¢s de 800 millones de individuos¨D tiene hambre, seg¨²n la Agencia de la ONU para la Alimentaci¨®n (FAO). En Am¨¦rica Latina y el Caribe, casi 48 millones de personas ¨Dm¨¢s que la poblaci¨®n de Argentina¨D no consumen una cantidad de energ¨ªa alimentaria suficiente para llevar a cabo una vida activa y saludable.
La pandemia empeora esos n¨²meros. Necesitamos un cambio de enfoque que incluya los peque?os agricultores.
Desde las parcelas que producen quinoa en la cuenca del Lago Titicaca hasta los granjeros que venden sus verduras en los mercados locales de Toronto o Tegucigalpa, los peque?os agricultores producen el 30% de la oferta alimenticia mundial y, a menudo, cubren su propio consumo.
Muchos de estos productores son pobres. Sus m¨¦todos de producci¨®n son precarios. Carecen de seguros y acceso al sistema financiero para protegerse de choques naturales y variaciones en los precios. De hecho, tres cuartas partes de las personas que sufren del hambre son los propios agricultores.
No obstante, incrementar la producci¨®n de los peque?os productores y reducir las fluctuaciones inesperadas de su producci¨®n con mejor tecnolog¨ªa sin consideraciones ambientales puede causar un deterioro acelerado de la calidad de la tierra, fomentar el uso excesivo del agua y la deforestaci¨®n, y acelerar el cambio clim¨¢tico. Arriesgamos resolver el hambre en el corto plazo, pero a costa de mayores vulnerabilidades y hambruna a medio plazo.
Arriesgamos resolver el hambre en el corto plazo, pero a costa de mayores vulnerabilidades y hambruna a medio plazo
Debemos dise?ar intervenciones que aumenten la producci¨®n y rentabilidad de los peque?os productores, protejan el ambiente, reduzcan la pobreza y avancen en la seguridad alimentaria. No es una tarea f¨¢cil. El reto es encontrar las intervenciones m¨¢s eficientes y sostenibles entre las muchas opciones disponibles.
En un art¨ªculo que publicamos en Nature, 11 investigadores de diez instituciones estudiamos intervenciones que van desde incentivos econ¨®micos, transferencias condicionadas ambientales o medidas regulatorias para determinar las pol¨ªticas m¨¢s efectivas que estimulen a los productores a adoptar pr¨¢cticas agr¨ªcolas sostenibles. Utilizamos t¨¦cnicas de inteligencia artificial novedosas que nos permitieron hacer un barrido de 18.000 art¨ªculos y analizar 93 de estos a profundidad.
Encontramos que las intervenciones exitosas tienen tres caracter¨ªsticas.
La primera es que entregan incentivos monetarios que reconocen los costes de preservar el ambiente y otorgan una rentabilidad de corto plazo al productor. Costa Rica provee un ejemplo interesante. Su esquema de Pago por Servicios Ambientales, que inicio en 1997, paga a los propietarios de la tierra que conservan los bosques. El programa se financia con aportaciones voluntarias de compa?¨ªas privadas costarricenses y de compa?¨ªas extranjeras que usan las reducciones de gases efecto invernadero para cumplir con sus obligaciones regulatorias, entre otras fuentes. Gracias a este programa, la cobertura boscosa aument¨® en el pa¨ªs de 20% en 1980 a 50% en 2013.
Una segunda caracter¨ªstica es incorporar las diferencias en las preferencias ambientales de los agricultores y aprovechar as¨ª el impulso que le pueden dar a los programas los que tienen fuertes preferencias ambientales. En las comunidades rurales, es usual que los productores sigan el comportamiento de sus vecinos. Un l¨ªder con fuerte preferencias ambientales y comprometido con la agricultura sostenible puede convencer a otros propietarios a unirse al programa, pese a no estar inicialmente alineados con sus objetivos.
Una tercera caracter¨ªstica resalta la complementariedad de servicios del Estado con asistencia t¨¦cnica, servicios de extensi¨®n y bienes p¨²blicos. Y no menos importante, los programas deben incorporar objetivos sociales. No hay que descuidar a los agricultores peque?os a la hora del dise?o de pol¨ªticas, ya que cumplen un papel en la seguridad alimentaria de las comunidades. Los incentivos deben reconocer los costes y sacrificios de corto plazo que deber¨¢n hacer en pro de cuidar el medio ambiente, aumentar la productividad y rentabilidad en el largo plazo.
Reducir el hambre y proteger el medioambiente de manera simult¨¢nea es una tarea compleja, pero no imposible. Se requieren recursos y muchos. Pero se requiere m¨¢s la voluntad pol¨ªtica y el uso de evidencias para dise?ar buenas intervenciones. Si construimos sobre los errores, ¨¦xitos y lecciones de las experiencias anteriores, iremos gradualmente alcanzando estos objetivos. La urgencia no da espera.
Ana Mar¨ªa Ib¨¢?ez es asesora principal de la Vicepresidencia de Sectores del Banco Interamericano de Desarrollo. Valeria Pi?eiro es Coordinadora Senior de Investigaci¨®n, del International Food Policy Research Institute, IFPRI.
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