Salud mental, el monstruo que el sur de Asia esconde en el armario
En Sri Lanka, Banglad¨¦s y Pakist¨¢n, el estigma social y la huella heredada de la violencia son los mayores obst¨¢culos en la lucha contra las enfermedades mentales
Los rumores sobre el hospital psiqui¨¢trico de Angoda (pueblo ubicado al occidente de Sri Lanka) hac¨ªan que los habitantes del pa¨ªs repudiasen el lugar, rodeado de un mito de locura contagiosa. ¡°La gente se refer¨ªa a Angoda como el sitio en el que los viven los locos¡±, cuenta la activista Vanee Surendranathan, que trabaja por salud mental en Sri Lanka desde hace m¨¢s de dos d¨¦cadas. En sus primeras visitas al hospital, fue testigo del rechazo que sufr¨ªan los pacientes. ¡°En una unidad hab¨ªa 88 personas abandonadas por sus familiares. Contactamos con ellos y muchos rechazaron volver a ver a sus parientes¡±, recuerda. Aunque en 2008 el centro sanitario cambi¨® de nombre a Instituto Nacional para la Salud Mental, en un intento por transformar el imaginario colectivo, a¨²n pervive el estigma social sobre Angoda y los problemas mentales.
¡°La mayor dificultad es que la gente no quiere hablar de enfermedades mentales¡±, zanja Surendranathan, representante de Sri Lanka en la Misi¨®n Ciega Cristiana, una ONG que trabaja en la atenci¨®n a la discapacidad y la salud mental. En el pa¨ªs hay cerca de 22 millones de habitantes y m¨¢s de 1,6 millones de ellos presenta alg¨²n tipo de diversidad funcional, seg¨²n datos de 2022 del Frente Conjunto de Organizaciones de Discapacidad en Sri Lanka. La activista asegura que muchas veces estas personas tambi¨¦n padecen trastornos de salud mental y se enfrentan al mismo rechazo e indiferencia. ¡°Cuando naces con una discapacidad en Sri Lanka, tambi¨¦n cargas con el estigma y el Gobierno tampoco te presta atenci¨®n¡±, explica Surendranathan en la primera Cumbre de Bienestar, celebrada a principios de junio en Bilbao.
Si bien ha habido avances en la protecci¨®n de salud mental en el pa¨ªs, como la reducci¨®n de la tasa de suicidio ¨Cque en 1995 fue la m¨¢s alta del mundo, con 47 muertes por cada 100.000 habitantes, y que se situ¨® en 14 en 2019, seg¨²n los ¨²ltimos datos del Banco Mundial¨C, queda mucho por superar. ¡°La larga guerra dom¨¦stica que atravesamos dej¨® un gran trauma colectivo¡±, apunta Surendranathan, en referencia al conflicto civil que enfrent¨® al pa¨ªs durante casi 30 a?os y que finaliz¨® en 2009.
Las heridas abiertas del pueblo de Sri Lanka amenazan la salud mental de los m¨¢s peque?os en los hogares. ¡°Los padres que han pasado por traumas de guerra y que no han sido tratados no saben c¨®mo brindar soporte a sus hijos¡±, explica la activista. Surendrathan destaca que estas situaciones pueden traducirse en problemas de ansiedad y depresi¨®n para los ni?os: ¡°Sufren maltratos. Ven a sus padres beber y golpear sus esposas. Experimentan dolor, verg¨¹enza, e incluso culpa: en casa, en la escuela y en sus comunidades¡±.
¡°Cuando mi mam¨¢ se suicid¨®, mi padre nos dej¨® y se volvi¨® a casar. Me fui a vivir con mi t¨ªa, que solo me daba de comer arroz una vez al d¨ªa y me pegaba por todo¡±, cuenta un ni?o de 12 a?os en uno de los 26 clubes que la ONG Basic Needs ha implementado en el distrito de Batticaloa (oriente de Sri Lanka), para que los m¨¢s j¨®venes tengan un espacio en el que hablar de sus problemas y reciban ayuda.
La batalla contra el estigma y el trauma colectivo al que se refiere Surendranathan se repite en otros pa¨ªses de la regi¨®n del sur de Asia, como Banglad¨¦s, cuya guerra de independencia en los a?os setenta provoc¨® la muerte de cerca de tres millones de personas, seg¨²n estimaciones de las Fuerzas de Seguridad del Estado. ¡°El genocidio fue el inicio del trauma¡±, asegura la activista Monira Rahman, que ha trabajado durante d¨¦cadas en la protecci¨®n de los derechos humanos en el pa¨ªs.
En Banglad¨¦s, la mayor¨ªa de los problemas mentales tambi¨¦n son una tortura a puerta cerrada. As¨ª fue para la propia Rahman, quien ante los prejuicios sufri¨® en silencio. ¡°Atraves¨¦ sola una depresi¨®n posparto y tuve un intento de suicidio en 1997¡å relata con la mirada en alto. Su experiencia inspir¨® su trabajo por la comunidad y la impuls¨® a crear en 2014 la Fundaci¨®n de Innovaci¨®n para el Bienestar, en Dacca, capital del pa¨ªs. Uno de los objetivos de su organizaci¨®n es contrarrestar el estigma asociado con las enfermedades mentales.
Para que historias como la de Rahman dejen de repetirse, Unicef presta atenci¨®n a las j¨®venes del pa¨ªs por medio de Centros Amigables de Salud para Adolescentes, que promueven ¡°romper el silencio y la desinformaci¨®n¡± en torno a la salud mental y reproductiva de las menores. En uno de los informes del programa, de septiembre de 2021, Alia, una joven de 17 a?os, subray¨® que este espacio la ense?¨® a ¡°hablar, a abordar sus problemas, y a buscar ayuda¡±.
¡±El genocidio en Banglad¨¦s fue el inicio del trauma¡±Monira Rahman, activista por los derechos humanos
Generar espacios seguros de di¨¢logo para la juventud tambi¨¦n es una m¨¢xima para la emprendedora social paquistan¨ª Qurat-Ul-Ain Bakhtiari, fundadora del Instituto para el Desarrollo de Estudios y Pr¨¢cticas en el pa¨ªs. ¡±Los j¨®venes deben sentir que pueden enfrentar el miedo a ser vulnerables¡±, afirma Bakhtiari, quien desde hace 24 a?os lucha por garantizar educaci¨®n y oportunidades para la juventud marginada, y que fue nominada al premio Nobel de Paz en 2006. ¡±Trabajamos con aquellos que han sido excluidos del sistema educativo y econ¨®mico¡±. En Pakist¨¢n m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n es menor 25 a?os, seg¨²n datos de la ONG Humanium, y la protecci¨®n por la salud mental de los j¨®venes se ve amenazada por la guerra que asola al pa¨ªs desde hace casi 20 a?os. ¡°El trauma es persistente. Pakist¨¢n est¨¢ sangrando todo el tiempo¡±, recalca Bakhtiari.
Las tres activistas coinciden en que el estigma social y las cicatrices emocionales de sus territorios representan el mayor obst¨¢culo en la batalla por la salud mental. Adem¨¢s, la asignaci¨®n de recursos p¨²blicos para hacer frente a estas problem¨¢ticas no supera el 0,5% del presupuesto nacional en ninguno de estos pa¨ªses, seg¨²n datos de la Organizaci¨®n Mundial de la Salud. ¡°Queremos que la salud mental llegue a las comunidades¡±, insiste Surendrathan, con la esperanza de que experiencias como la que vivi¨® en Angoda no vuelvan a repetirse.
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