Tener un techo es un derecho fundamental al que 37.000 personas en Espa?a no tienen acceso
Abel Galina y Manuel S¨¢nchez se benefician de la iniciativa Derechos a la vivienda, que se centra en recuperar la autonom¨ªa de las personas en situaci¨®n de calle, ofreci¨¦ndoles una casa sin exigir requisitos
Abel Galina ¡ª¡°que no gallina¡±, bromea¡ª form¨® parte durante 14 a?os de las 37.000 personas, seg¨²n datos de la fundaci¨®n Hogar S¨ª, que no tienen acceso a una casa en Espa?a. Ahora, gracias al programa Derechos a la vivienda, financiado por los fondos europeos Next Generation, y puesto en marcha por la mencionada entidad y la asociaci¨®n Provivienda, lleva casi un a?o en un peque?o piso de una habitaci¨®n a las afueras de la M-30 de Madrid, al Este de la capital. En los setenta decidi¨® marcharse de Guinea-Bis¨¢u, su pa¨ªs natal, a Portugal, para estudiar y entrar en la Marina. Cuatro a?os despu¨¦s, hubo un golpe de Estado en aquel pa¨ªs y en el que fusilaron a sus hermanos. Durante ese per¨ªodo, tuvo la mala suerte de encontrarse cara a cara con la coca¨ªna. ¡°Estudiaba Ingenier¨ªa Naval y de repente entr¨¦ en contacto con los estupefacientes. Perd¨ª los estudios y mi cargo de militar¡±, recuerda Galina, con ya 67 a?os. El pasado mi¨¦rcoles 14 recibi¨® en su casa a este diario, ataviado con sus mejores galas, de traje, pero sin esconder sus caracter¨ªsticas rastas. Hab¨ªa comprado barritas de chocolate y caramelo Cadbury para alimentar a todo un vecindario y ofrec¨ªa, insistentemente y con orgullo, a todo el mundo.
El programa Derechos a la vivienda provee de un techo a las personas en situaci¨®n de sinhogarismo en varias ciudades de Espa?a. Desde su inicio a principios de 2022 hasta su finalizaci¨®n en diciembre de 2024, sus impulsores prev¨¦n que atender¨¢n a 1.184 personas (el 5,2% de este colectivo) a trav¨¦s del modelo housing first (la vivienda primero), establecido desde hace d¨¦cadas en pa¨ªses como Finlandia y Austria. La idea es ¡°poner el foco en la perspectiva de derechos¡±, aclara D¨¢maris Barajas, directora de planificaci¨®n del proyecto conjunto de ambas organizaciones. Esto implica que ¡°no se exige a las personas cumplir ning¨²n requisito para poder disfrutar de sus derechos fundamentales¡±, a?ade.
El pasado 19 de diciembre, el Comit¨¦ de Derechos Econ¨®micos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas conden¨® a Espa?a por violar el derecho a la vivienda. Con esta, el pa¨ªs suma seis condenas en este ¨¢mbito. Adem¨¢s, tal y como aclara Provivienda en su p¨¢gina, aunque no hay ning¨²n Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) que aborde espec¨ªficamente el acceso a una casa, con este proyecto se trabajan ocho de las metas de la Agenda 2030: el uno, fin de la pobreza; el tres, que implica salud y bienestar; el cuatro, que abarca el derecho a la educaci¨®n; el cinco, la igualdad de g¨¦nero; la energ¨ªa asequible que ser¨ªa el siete, el diez supone reducir las desigualdades; las comunidades y ciudades sostenibles, que es el 11 y, finalmente, el 17, que interpela directamente a la uni¨®n de fuerzas, ya que el prop¨®sito es crear alianzas para lograr las metas.
De no tener un techo a dormir tres d¨ªas seguidos
Manuel S¨¢nchez, tambi¨¦n beneficiario de la iniciativa, comparte un piso de dos habitaciones desde hace casi un a?o, en su caso dentro de la M-30. Su historia comenz¨® a finales de los setenta y principios de los ochenta en Madrid, durante la crisis del caballo (hero¨ªna). Sus padres fueron ¡°pioneros¡± en la compraventa de esta droga en el barrio de Arcos, del distrito de San Blas-Canillejas. ?l y su hermano ayudaban en el ¡°negocio familiar¡±. A los 14 a?os prob¨® por primera vez media pastilla y al poco tiempo la otra mitad. ¡°Ten¨ªa casi 15 a?os cuando fui por primera vez a juicio y me ped¨ªan 15 a?os, cuatro meses y un d¨ªa, por atraco a entidades bancarias y robo de veh¨ªculos¡±, explica. Ahora tiene 52 y hace m¨¢s de una d¨¦cada que no consume.
¡°Esto me ha cambiado la vida radicalmente. Ha cambiado mis sentimientos, mis pensamientos, mi forma de actuar¡±, asevera S¨¢nchez. Galina est¨¢ completamente de acuerdo: ¡°Agradezco profundamente la vivienda y a la organizaci¨®n. Yo estuve en la calle durante 14 a?os¡±. Lleg¨® a Espa?a hace 40, con la intenci¨®n de ver la Copa Mundial de F¨²tbol de 1982, pero termin¨® qued¨¢ndose, ya que su hija y la madre de esta viv¨ªan en el pa¨ªs.
Las primeras semanas despu¨¦s de tanto tiempo sin un hogar son ¡°de adaptaci¨®n¡±, explica S¨¢nchez. Para ¨¦l, fue algo m¨¢s sencillo, porque ya hab¨ªa vivido en un piso tutelado, aunque ¡°lo tuvieron que cerrar por temas econ¨®micos¡±. Sin embargo, Galina pas¨® m¨¢s de una d¨¦cada en la calle, por lo que para ¨¦l, la experiencia fue completamente distinta. ¡°No pod¨ªa dormir, simplemente miraba el techo y pensaba: ¡®Tengo un techo¡¯. Despu¨¦s de unas semanas dorm¨ª casi 72 horas. ?Tres d¨ªas!¡±, recuerda.
He recibido insultos, amenazas. Nos dicen que somos unos degenerados, que no tenemos car¨¢cter humanoAbel Galina, beneficiario de Derechos a la vivienda
Guadalupe Moreno, una de las responsables del proyecto, cuenta que las personas que entran en el programa se muestran abrumadas por las actividades caseras m¨¢s sencillas. ¡°En los comedores sociales, el men¨² es el que es, no pueden elegir. No est¨¢n acostumbrados a tener opciones, por lo que cuando no tienen las comidas pautadas o pueden invitar a familiares a visitarles, la sorpresa e incredulidad se apodera de ellos¡±, cuenta con una sonrisa.
Los peligros de no tener casa
Estar en situaci¨®n de calle es algo ¡°cr¨ªtico y muy dif¨ªcil¡±, asevera Galina, a quien dormir entre cartones casi le cuesta la vida tres veces. Una fue debida a la covid, pues acab¨® en la UCI con una neumon¨ªa grave. Las otras dos fueron porque alguien le prendi¨® fuego a su improvisada casa de papel y ¡°gracias a Dios¡±, suspira, no se encontraba dentro. ¡°Nos consideran unos in¨²tiles, unos indeseables de la sociedad. He recibido insultos, amenazas. Nos dicen que somos unos degenerados, que no tenemos car¨¢cter humano. Que somos como animales, unos chuchos de la calle¡±, se lamenta.
Las vejaciones no son lo ¨²nico a lo que tienen que hacer frente. El guineano cuenta que las escasas pertenencias que se puedan llegar a tener, como un saco de dormir o varias mantas, se guardan durante el d¨ªa en las alcantarillas de la ciudad, envueltas en una bolsa. El problema est¨¢ en que ¡°alguien siempre te ve¡± por lo que, cuando la persona abandona el puesto, ¡°porque tiene que seguir con su d¨ªa, ver a sus amigos o comer¡±, la gente aprovecha para robarlo todo. ¡°Llegas por la noche y piensas: ¡®Ahora voy a descansar¡¯. Abres la alcantarilla y no tienes nada. Ni una s¨¢bana. Entonces, te toca buscar un portal y alguna cosita para taparte¡±, manifiesta con tristeza.
Adem¨¢s, la falta de acceso a la burocracia puede suponer un problema m¨¦dico. Guadalupe Moreno recuerda un caso de un paciente de la enfermedad pulmonar obstructiva cr¨®nica (EPOC), que necesitaba tener una bombona de ox¨ªgeno con ¨¦l a todas horas. Sin embargo, antes de entrar al programa, no pod¨ªa acceder a ella porque no estaba empadronado en ning¨²n lado, explica. Al final, ¡°el Samur ten¨ªa que activar la hospitalizaci¨®n y, cuando ya no estaba cr¨ªtico, volv¨ªa otra vez al albergue y as¨ª, de manera c¨ªclica¡±, se queja.
Los miedos de S¨¢nchez se centran tambi¨¦n en su fr¨¢gil estado de salud. Hace poco le detectaron ¡°dos tumores malignos y otro c¨¢ncer¡±, afirma preocupado. Adem¨¢s, cuenta con un 42% de discapacidad, aunque prefiere no entrar en los detalles del por qu¨¦. Derechos a la vivienda termina el 31 de diciembre de 2024 y le da pavor volver a la calle. ¡°Si me da una neumon¨ªa, posiblemente me muera¡±, sentencia. Ahora tantos los gastos de suministros como el alquiler de su vivienda compartida lo paga el programa. La renta no es m¨¢s de 1.100 euros al mes (550 por residente), pero es una cantidad que ¨¦l no se podr¨ªa permitir. Ahora mismo, debido a su enfermedad, no puede trabajar, por lo que percibe el ingreso m¨ªnimo vital, un monto de 400 euros.
Sin embargo, la directora de planificaci¨®n del proyecto, aplaca los temores de S¨¢nchez. Cuando finalice el programa y se agoten los fondos procedentes de la Uni¨®n Europea, la intenci¨®n de sus promotores es que los gobiernos auton¨®micos tomen el relevo. ¡°Si Manuel vuelve a la calle, ser¨¢ que hemos fracasado¡±, afirma Barajas.
Un techo sin condiciones
¡°A ninguna persona se le exige cumplir ning¨²n requisito para poder disfrutar de sus derechos fundamentales, y las personas sin techo no son una excepci¨®n¡±, subraya Barajas. El programa Derechos a la vivienda no obliga a las personas a abordar cuestiones como la drogodependencia, el alcoholismo, el desempleo o los problemas de salud mental para poder tener acceso a una casa. Esta manera de trabajar diferencia esta iniciativa de otras similares en Espa?a, pero que s¨ª piden que se cumplan ciertas condiciones antes de otorgar una vivienda.
Ser un proveedor y acompa?ante, pero sin darles las herramientas necesarias para que acaben con una vivienda propia, es restarles a las personas derechos como ciudadanosGuadalupe Moreno, una de las reponsables del proyecto
Desestigmatizar a la poblaci¨®n en situaci¨®n de sinhogarismo es otro eje que trabajan desde Provivienda y Hogar S¨ª. Gabriel Alonso tiene dos inmuebles que no dud¨® en poner a disposici¨®n del proyecto. Es su forma de colaborar con las organizaciones. Desde su punto de vista, que es bastante ¡°ingenieril¡±, ¡°el sistema actual no funciona y hay que cambiarlo¡±. Por lo que, cuando se enter¨® de este nuevo programa, crey¨® que podr¨ªa salir bien. Sin embargo, dice, los sesgos y los prejuicios relacionados con la pobreza y las personas sin techo son inherentes a la sociedad. No obstante, Alonso asegura que esto fue una preocupaci¨®n m¨ªnima para ¨¦l. ¡°Tuve una sensaci¨®n de incertidumbre, de no saber cu¨¢l iba a ser el feedback durante los primeros 15 d¨ªas, pero pasa el tiempo, no sabes nada, el tel¨¦fono no suena y entonces te relajas¡±, asevera.
Tanto Abel Galina como Manuel S¨¢nchez le piden lo mismo al Gobierno, ¡°a este y a los que vengan¡±: que presten m¨¢s atenci¨®n a quienes est¨¢n en situaci¨®n de sinhogarismo. ¡°Hay demasiada gente, tanto en las calles como en los albergues¡±, lamenta S¨¢nchez. Galina sigue yendo todos los d¨ªas a dar comida y ropa a sus compa?eros. ¡°Muchos son alcoh¨®licos, por lo que est¨¢n m¨¢s preocupados por encontrar algo para beber que por cualquier otra cosa¡±, explica mientras se?ala las bolsas que tiene preparadas para ellos por toda la vivienda. Aunque le cuesta y sabe que no puede insuflarles permanentemente confianza y subirles la moral, siente que es su deber y obligaci¨®n.
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