El clima extremo y la guerra matan de hambre a Somalia
En los campos de desplazados de Dolow, miles de familias huyen de una combinaci¨®n mortal de extremismo islamista y la peor sequ¨ªa que ha visto el cuerno de ?frica en 40 a?os
En los campos de desplazados de Dolow, en el sur de Somalia, hay cosas que parecen juegos de ni?os pero en realidad son muestras de la cat¨¢strofe humanitaria que atraviesa el pa¨ªs africano. Aqu¨ª los peque?os, por ejemplo, chutan balones cil¨ªndricos. Bidones amarillos que hacen rodar por la tierra con sus pies descalzos. Los llenan en los concurridos puntos donde las organizaciones humanitarias han instalado grifos de los que brota, dotado de un m¨¢gico brillo por el reflejo de un sol inclemente, ese l¨ªquido que el cielo les ha negado desde hace demasiado tiempo. Avanzan con chutes cortos hasta sus caba?as, hechas con retorcidos palos secos y cubiertas con lonas, que forman una vasta mancha colorida en esta tierra llana y ¨¢rida. Una mancha que se expande d¨ªa a d¨ªa con el incesante goteo de familias que huyen de una combinaci¨®n mortal de extremismo islamista y la peor sequ¨ªa que ha visto el cuerno de ?frica en 40 a?os.
Aqu¨ª, los balones no son balones. Tampoco los columpios son columpios. Lo m¨¢s parecido a uno se encuentra a la entrada del precario hospital de Trocaire. Un balde de pl¨¢stico negro que pende de cuatro cuerdas atadas a una b¨¢scula sujeta a un marco de madera. El vaiv¨¦n del columpio no provoca reacci¨®n alguna en su ocupante, la peque?a Rahma, de cuatro a?os. La falta de inter¨¦s por los juegos es una de las se?ales que delatan a un ni?o desnutrido. La cinta m¨¦trica que le ajustan al brazo, un instrumento que los sanitarios utilizan para detectar la desnutrici¨®n en los ni?os, confirma lo que ya anunciaban sus p¨¢rpados medio ca¨ªdos y su inexpresividad desarmante. Menos de 11 cent¨ªmetros. Rojo. Desnutrici¨®n grave.
La ONU calcula que, para este verano, habr¨¢ 1,8 millones de ni?os menores de cinco a?os con desnutrici¨®n grave
Ahora Rahma est¨¢ tendida en una de las camas del hospital, que se ha tenido que ampliar con una carpa para cubrir la demanda. Junto a ella, su madre, Fatima Hussien, de 30 a?os, explica que Rahma ¡°nunca ha sido una ni?a sonriente¡±. ¡°Siempre ha estado enferma, no juega con sus hermanos, siempre ha sido as¨ª¡±, lamenta, con un susurro que se pierde entre el lloro de los beb¨¦s, mientras ahuyenta suavemente las moscas del rostro de Rahma con un extremo del hiyab. La sequ¨ªa arruin¨® las escasas tierras que cultivaban y mat¨® al poco ganado que ten¨ªan. Tras su segundo hijo muerto, Fatima comprendi¨® que ten¨ªan que huir de all¨ª. Tres d¨ªas en un carro tirado por dos burros fam¨¦licos cargados con sus escasas pertenencias, pasando controles de los yihadistas, hasta llegar al campo de refugiados de Ladam, en Dolow. Por el camino perdi¨® a un tercer hijo. Fatima se resiste a que Rahma, la segunda m¨¢s peque?a de los seis que le quedan, siga la misma suerte. ¡°La situaci¨®n a¨²n es muy dura. No ha llovido en los dos a?os que llevamos aqu¨ª. Pero har¨¦ lo posible para que se ponga sana. Y cuando est¨¦ sana seguro que ser¨¢ feliz¡±.
El agua no llega
Somalia tiene dos temporadas de lluvias al a?o y, en una sociedad en la que impera la econom¨ªa agr¨ªcola de subsistencia, miles de hogares se ven empujados al l¨ªmite si el agua no llega. Sucede que las ¨²ltimas cinco temporadas de lluvia han fallado. Y nadie espera mucho tampoco de la pr¨®xima. Al menos 3,8 millones de somal¨ªes han abandonado sus casas y muchos se hacinan en campos de desplazados como los cinco que han brotado alrededor de Dolow. La ONU calcula que, para este verano, habr¨¢ 1,8 millones de ni?os menores de cinco a?os con desnutrici¨®n grave. En 2011 Somalia sufri¨® la que se considera la peor hambruna que ha habido en el mundo en lo que va de siglo XXI. Murieron 260.000 personas. En aquella ocasi¨®n, fueron solo tres las temporadas de lluvia fallidas.
Los expertos tienen claro que la situaci¨®n es consecuencia del cambio clim¨¢tico. La ciencia demuestra que las sequ¨ªas y otros fen¨®menos extremos, como las lluvias torrenciales, son ahora m¨¢s frecuentes. El ciclo de desastres se acorta. Efectos del calentamiento global. Un fen¨®meno, producido por las emisiones de los pa¨ªses desarrollados, que se ceba con Somalia pese a que el pa¨ªs tiene poca responsabilidad: apenas genera tantas emisiones de CO? como Andorra.
Al menos 1,1 millones de somal¨ªes han abandonado sus casas y se hacinan en campos de desplazados como los cinco que han brotado alrededor de Dolow
La falta de lluvias golpea con dureza a otros pa¨ªses del cuerno de ?frica, como Kenia o Etiop¨ªa. El hambre se extiende debido a la sequ¨ªa, combinada con otros factores globales, entre ellos los problemas de suministros derivados de la pandemia de covid-19 y el encarecimiento de los alimentos y los combustibles por la guerra de Ucrania. Pero en Somalia entra en juego un factor adicional que dispara el potencial destructivo de la crisis: el conflicto armado que devora al pa¨ªs.
Incluso en Dolow, zona controlada por las fuerzas del Gobierno, relativamente segura por su cercan¨ªa a la frontera et¨ªope y donde los expertos en seguridad se?alan que las incursiones de los terroristas de Al Shabab no suelen producirse a menos de 35 kil¨®metros de distancia, los reporteros y los cooperantes se mueven en veh¨ªculos escoltados por rancheras con cuatro hombres armados con ametralladoras. Con las carreteras infestadas de yihadistas, la log¨ªstica de transportar ayuda humanitaria por tierra se complica. ¡°El contexto es muy dif¨ªcil¡±, explica Elisha Kapalamula, de 43 a?os, gerente de respuesta de World Vision, ONG que atiende los campos de desplazados de Dolow y otras regiones del pa¨ªs. ¡°Los milicianos de Al Shabab detienen los camiones y se quedan con la ayuda. Si el Gobierno o las organizaciones mueven la comida, Al Shabab la confisca. Y llevarlo por avi¨®n es muy caro. Los comerciantes locales s¨ª pueden mover la comida, por eso tenemos programas con los que, en lugar de dar la comida directamente a los desplazados, se les entrega dinero para que compren en los mercados locales¡±.
Somalia apenas genera tantas emisiones de CO? como Andorra. Siete mil veces menos que, por ejemplo, Estados Unidos
Los 17 millones de habitantes de Somalia llevan d¨¦cadas padeciendo guerras civiles y gobiernos fr¨¢giles, apoyados por la Uni¨®n Africana y por Estados Unidos, que intenta que el pa¨ªs no se convierta en un fort¨ªn terrorista. Un clima de inestabilidad que ha sabido explotar Al Shabab, una de las ramas m¨¢s activas y fuertes de Al Qaeda. La elecci¨®n de un nuevo presidente el a?o pasado cre¨® un clima de fr¨¢gil esperanza al que han seguido importantes victorias de las fuerzas gubernamentales. Pero los milicianos de Al Shabab, ahora a¨²n m¨¢s impredecibles por sentirse acorralados, contin¨²an sembrando el terror en la capital y a¨²n controlan amplias zonas rurales, donde cobran impuestos a los empobrecidos granjeros, reclutan a sus ni?os y hasta, en un alarde de crueldad desquiciada, envenenan sus pozos de agua.
Las zonas rojas bajo el dominio de Al Shabab, igual de golpeadas por la sequ¨ªa pero inaccesibles para las organizaciones humanitarias, complican no solo la prestaci¨®n de ayuda, sino tambi¨¦n la propia evaluaci¨®n de la magnitud de la crisis. Esa dificultad es uno de los motivos por los que, a pesar de que la palabra est¨¢ en boca de todos sobre el terreno, las autoridades a¨²n no han declarado oficialmente la hambruna. Pero hay m¨¢s factores.
Al Shabab [una de las ramas m¨¢s activas y fuertes de Al Qaeda], ahora a¨²n m¨¢s impredecible por verse arrinconado, contin¨²a sembrando el terror en la capital y a¨²n controla amplias zonas rurales
La declaraci¨®n de una hambruna parece inevitable
El organismo internacional responsable de monitorizar el hambre global, controlado por la ONU y llamado Clasificaci¨®n Integrada de la Fase de Seguridad Alimentaria (IPC, por sus siglas en ingl¨¦s), determin¨® en un informe publicado el pasado 13 de diciembre que las condiciones en Somalia, a pesar de que estaban cerca, no hab¨ªan rebasado el umbral necesario para declarar una hambruna. Pero si la sequ¨ªa se extiende hasta la primavera, como anticipan los expertos, aseguran que la declaraci¨®n ser¨¢ ¡°inevitable¡±.
El IPC calcul¨® que hab¨ªa en diciembre 5,6 millones de somal¨ªes gravemente desnutridos, el doble que al comienzo del a?o. No hay un dato del n¨²mero de muertes, pero se sabe que se cuentan por decenas de miles. Algunos expertos alegan que, adem¨¢s de la dificultad de acceder a vastas zonas del pa¨ªs, los par¨¢metros de la IPC fallan aqu¨ª porque las mediciones se hacen en periodos de unos pocos meses, y no son adecuadas para temporadas de sequ¨ªa tan prolongadas como la actual.
Solo ha habido dos declaraciones de hambruna en la pasada d¨¦cada, la de 2011 en Somalia y la de 2017 en Sud¨¢n del Sur
Tambi¨¦n el Gobierno se resiste a hablar de hambruna. La declaraci¨®n supondr¨ªa una inyecci¨®n inmediata de ayuda humanitaria, al atraer la atenci¨®n de donantes internacionales que ahora centran sus esfuerzos en la respuesta a otras crisis, como la guerra en Ucrania. Pero al dirigir a la ayuda inmediata los fondos que recibe al pa¨ªs, que son el grueso de sus presupuestos, se vac¨ªan de fondos otros proyectos a largo plazo que el Gobierno considera m¨¢s importantes. Tambi¨¦n hay expertos en ayuda internacional que, en privado, admiten que en un escenario como el actual, en que los fen¨®menos meteorol¨®gicos extremos ser¨¢n cada vez m¨¢s frecuentes, es m¨¢s conveniente invertir en programas transformadores en el largo plazo. ¡°La declaraci¨®n de hambruna al final es una decisi¨®n pol¨ªtica, en la que el IPC tiene que ponerse de acuerdo con el Gobierno¡±, explica Kapalamula, de World Vision. ¡°Nuestro objetivo es que la declaraci¨®n no tenga que llegar. Ahora es el momento de enviar recursos, precisamente para evitar que eso suceda¡±.
Solo ha habido dos declaraciones de hambruna en la pasada d¨¦cada, la de 2011 en Somalia y la de 2017 en Sud¨¢n del Sur. Pero quienes han vivido las otras aseguran la situaci¨®n ahora es a¨²n peor. ¡°En nuestra historia hemos tenido grandes sequ¨ªas, pero esto es totalmente diferente¡±, explica Mohamed Hussen Abdi, responsable de comercio del Gobierno local, en su despacho fortificado en el centro de Dolow. ¡°Se est¨¢ alargando demasiado. Hemos aprendido de lo que ha pasado en los ¨²ltimos a?os. Tenemos que pensar, ver modelos sostenibles para que nuestro pueblo pueda avanzar. Pero ahora a la gente le falta comida y agua. Se mueren de hambre. Es una situaci¨®n de emergencia. Tenemos que salvar las vidas primero. Como seres humanos, no podemos tolerar esto¡±.
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