Combatir la yihad con un palo hechizado y un amuleto
Frente al terrorismo islamista que en los ¨²ltimos a?os opera en el norte de Mozambique, unos soldados locales, los naparama, pretenden defender al pueblo por sus propios medios
Agustinho Ant¨®nio, un hombre de 42 a?os, patrulla las calles del campo de desplazados de Mpiri, en el distrito de Balama, uno de los 16 que conforman Cabo Delgado, la provincia m¨¢s septentrional de Mozambique. Lo hace armado ¨²nicamente con un amuleto colgado al cuello, una catana y un palo de madera, envuelto en una tela roja y reluciente, que sostiene en la mano. Nadie puede tocarlo excepto ¨¦l. ¡°He recibido la formaci¨®n para proteger esta tierra y a mi gente. Llevo luchando con mis compa?eros desde noviembre del a?o pasado y no voy a dejar de hacerlo hasta que el peligro se haya ido para siempre¡±, dice. Esos ¡°compa?eros¡± de los que habla son los naparama, y ese peligro, el terrorismo yihadista que asola desde 2017 la provincia donde naci¨® y donde vive.
Los naparama son unos soldados locales cuyo origen se remonta a finales de los a?os ochenta en el contexto de la guerra civil mozambique?a. El conflicto, finalizado en 1992 tras m¨¢s de tres lustros de combates, enfrent¨® al Frente de Liberaci¨®n de Mozambique (Frelimo, el partido que gobierna en la actualidad tras triunfar en los comicios de 2019), y a la Resistencia Nacional Mozambique?a (Renamo, hoy en d¨ªa el principal grupo de la oposici¨®n). Los naparama originales lucharon del lado del Frelimo y r¨¢pidamente obtuvieron popularidad. Seg¨²n explica el medio local Zitamar News, fueron concebidos en la provincia de Zambezia por un curandero tradicional llamado Manuel Ant¨®nio, quien asegur¨® entonces haber inventado una medicina que convert¨ªa las balas en agua. Atrajo a miles de miembros, soldados que luchaban sin armas de fuego. Su modo de ataque preferido consist¨ªa en cargar contra el enemigo en masa, cantando tan fuerte como pod¨ªan. Un espect¨¢culo que asustaba a los contrincantes, a menudo j¨®venes e inexpertos, que sal¨ªan derrotados o hu¨ªan aterrorizados.
Naciones Unidas alert¨® en 2016 de que en Mozambique pod¨ªan pagarse hasta 60.000 euros por unos huesos de albino, empleados en rituales para atraer fortuna o buena suerte
M¨¢s de 30 a?os despu¨¦s, el conflicto que vive Cabo Delgado ha vuelto a popularizar a los naparama. La violencia en esta provincia, la m¨¢s septentrional de Mozambique, se ha extendido tambi¨¦n a las vecinas Niassa y Nampula e incluso a Tanzania, cuyo Gobierno cerr¨® algunos puestos fronterizos terrestres, y ha provocado alrededor de 6.000 muertes y m¨¢s de un mill¨®n de desplazados internos.
En noviembre del 2022, algunos medios locales recogieron noticias de la vuelta de estos guerreros. Varias autoridades los han reconocido y dado su espacio y su importancia en el combate contra los yihadistas. ¡°Para que la lucha contra el terrorismo sea exitosa, es fundamental la coordinaci¨®n entre las los naparama y las Fuerzas de Defensa y Seguridad de Mozambique¡±, dijo Valige Tuabo, gobernador de Cabo Delgado, en enero durante una visita a Montepuez, uno de los 16 distritos que conforman la regi¨®n, ante una horda de estos soldados del pueblo.
Amuletos y palos hechizados
Algunos de los naparama actuales s¨ª que portan armas de fuego, pero en general siguen usando los instrumentos que muestra Agustinho Ant¨®nio en el campo de desplazados de Mpiri. O Solimane Musa, un hombre de 48 a?os, en Montepuez, la segunda urbe m¨¢s grande de Cabo Delgado tras Pemba, la capital, y cabecera del distrito hom¨®nimo. Musa explica: ¡°Si alguien quiere convertirse en naparama, debe hacerlo en un hechicero tradicional. ?l ser¨¢ quien le proporcione el irisi, el amuleto que nos colgamos al cuello, hecho con una madera espec¨ªfica, y el ecopo, el palo que portamos, en el que aplicamos un medicamento que envolvemos con la tela¡±. Mientras habla, ense?a algunas cicatrices que lucen en sus brazos y en su pecho. ¡°El curandero re¨²ne unas hierbas, las machaca con una piedra y elabora con ellas un producto. Nos hace unos peque?os cortes e introduce la mezcla en ellos. Esto proporciona la valent¨ªa y la fuerza necesaria¡±, detalla. Los cortes y la mezcla de hierbas de las que habla Musa, quien las califica de ¡°vacunas¡±, solo son el inicio de un ritual que dura un d¨ªa entero.
Los guerreros creen que sobreviven a balas y heridas de machete gracias a estos hechizos y a una poci¨®n bebida justo antes de la entrada en combate. Algunos de estos soldados, cuenta Musa, son designados para ir a en busca del enemigo, mientras que otros deben proteger las comunidades en la retaguardia. ?l, por ejemplo, se queda en Montepuez. ¡°Estoy aqu¨ª para salvaguardar esta ciudad¡±, concluye.
Esta supuesta inmortalidad en combate no ha sido tal en la pr¨¢ctica. Los medios locales han recogido varias tragedias, como el asesinato de cinco j¨®venes en diciembre del a?o pasado en Nairoto, un barrio de Montepuez, a manos de terroristas isl¨¢micos. O la muerte de 14 soldados naparama en febrero de este a?o en un enfrentamiento con yihadistas en el distrito de Meluco, tambi¨¦n en Cabo Delgado. El curandero local Ernesto Jo?o Diaz, de 64 a?os y natural de Montepuez, afirma al respecto: ¡°Para que surta efecto, hay cosas que los naparama no pueden hacer. Por ejemplo, su esposa no debe mantener relaciones con otros hombres. No puede retirarse en la batalla y tiene prohibido alimentarse de algunas cosas: s¨¦samo, ma¨ªz torrado¡ Tampoco tiene permiso para comer algo que ya est¨¦ cocinado cuando entre en una habitaci¨®n¡±. Se muestra tajante: ¡°Quien sufre en combate es porque no ha cumplido alguna de estas normas, pero ?c¨®mo podemos saber cu¨¢l de todas? Es imposible¡±.
Brujer¨ªa en Mozambique
Explica Jo?o Diaz que, si bien durante la guerra civil quien quisiera convertirse en naparama ten¨ªa que acudir a la provincia de Zambezia, ahora son dos los hechiceros con capacidad de hacerlo, un hombre en Montepuez y una mujer en Namuno, otro distrito de Cabo Delgado. Diaz compagina su trabajo como guardia de seguridad con el de curandero tradicional y afirma que sana dientes y enfermedades como la malaria o las fiebres tifoideas con hierbas y ung¨¹entos de fabricaci¨®n propia. Y que cuenta sus pacientes por decenas. Algo que no resulta extra?o en un pa¨ªs con una notable confianza en cuestiones m¨ªsticas. En 2016, Naciones Unidas alert¨® de que en Mozambique pod¨ªan pagarse hasta 60.000 euros por un juego de huesos de persona albina, usados en rituales para atraer fortuna o buena suerte. Un a?o despu¨¦s, algunas autoridades locales advirtieron a los hombres calvos que corr¨ªan el riesgo de ser asesinados para usar partes de su cuerpo en brujer¨ªa.
Ana Maria Ant¨®nio, una mujer de 56 a?os, y Angelina Jacinto Dami?o, de 45, se muestran orgullosas de ser hechiceras. La primera dice, mientras ense?a una calabaza, un plumero y un par de botes con ung¨¹entos, que ella se dedica a ahuyentar los embrujos que hayan recibido sus pacientes. La segunda explica, en cambio, que lo suyo es atraer riqueza y buena fortuna en los negocios que est¨¢n por comenzar, algo importante en uno de los pa¨ªses m¨¢s pobres del mundo. Mozambique, de unos 32 millones de habitantes, ocupa el puesto 185 en el ?ndice de Desarrollo Humano, lista en la que solo empeoran sus guarismos seis naciones, y su PIB per capita apenas alcanz¨® los 1.350 d¨®lares en 2021, seg¨²n el Banco Mundial. Los remedios que ambas recetan van desde hierbas hasta la recomendaci¨®n de tomar ba?os de agua caliente. Y tanto ellas como Jo?o Diaz conf¨ªan en el buen hacer de esos nuevos soldados autoproclamados como defensores del pueblo. ¡°Tienen una tarea muy complicada y algunos mueren, pero la guerra es la guerra¡±, concluyen.
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