La lucha por existir de la primera revista LGTBI del ?frica franc¨®fona
Los impulsores de ¡®Meleagbo¡¯ han sufrido odio y acoso. Nadie quiere imprimir la publicaci¨®n y sus autoridades tratan de disuadirles. Ellos no se rinden: ¡°Vamos a estar a la altura de la homofobia que sufrimos¡±
Durante un mes entero, Jules (nombre ficticio) ech¨® el resto en la imprenta donde se gana la vida en Abiy¨¢n, la gran urbe de Costa de Marfil. Trabaj¨® de madrugada, en soledad, clandestinamente. Se volc¨® en su quehacer libre de miradas indiscretas. Sus compa?eros no pod¨ªan, bajo ning¨²n concepto, enterarse de la importante misi¨®n que se tra¨ªa entre manos: dar a luz al n¨²mero cero de Meleagbo, la primera revista LGTBI del ?frica franc¨®fona.
Jules apenas durmi¨® aquel mes. Se ocup¨® de todas las fases del proceso de impresi¨®n. Antes del amanecer, deb¨ªa recogerlo todo, esconder planchas y otros materiales sin dejar rastro. Hasta la noche siguiente, cuando retomaba su tarea secreta. La ONG Gromo, promotora de la revista, cubri¨® los costes. Pero Jules, un marfile?o heterosexual, no pidi¨® un euro por su esfuerzo tit¨¢nico.
Meleagbo se present¨® a la opini¨®n p¨²blica el pasado mayo. Existen 15 ejemplares que, desde entonces, circulan por la comunidad LGTBI de Costa de Marfil, por locales afines y por embajadas como la espa?ola o la alemana. Su notoriedad zarande¨® a la muy conservadora y profundamente hom¨®foba sociedad marfile?a. ¡°Cat¨®licos, evangelistas y musulmanes organizaron conferencias alertando de que quer¨ªamos depravar a los j¨®venes y pidiendo al Gobierno que hiciera algo al respecto¡±, relata Ballet Djedje, asesor de Gromo y autor de C¨®mo amarse a s¨ª mismo siendo gay en ?frica, un libro publicado en enero de 2023 que, al igual que la revista, ha cosechado dosis surrealistas de histeria: ¡°Muchos piensan que quiero ense?ar a la gente a convertirse en gay¡±, dice Djedje entre risas, sentado en una cafeter¨ªa de Abiy¨¢n.
La lucha encarnada por Meleagbo ¡ªuna suerte de salida del armario colectiva¡ª est¨¢ dando lugar a reacciones algo c¨®micas. Tambi¨¦n ha provocado efectos tr¨¢gicos. Tashaa Leblanc, que regentaba su peluquer¨ªa en Yopougon, un distrito al oeste de Abiy¨¢n, protagoniz¨® la portada del n¨²mero cero. ¡°Quisimos mostrarle como emprendedor que da trabajo a gente LGTBI y hetero, contribuyendo as¨ª al desarrollo local¡±, explica Brice Dibahi, director ejecutivo de Gromo. Leblanc asumi¨® el riesgo de una visibilidad sin tapujos. Por desgracia, su osad¨ªa activ¨® los rancios resortes del odio. ¡°Recibi¨® amenazas de muerte en persona, por tel¨¦fono y a trav¨¦s de redes sociales. Su local fue atacado¡±, contin¨²a Dibahi. Al final, Leblanc se vio obligado a cambiar el emplazamiento de su negocio, que hoy gestiona exiliado en Francia.
El imposible primer n¨²mero
El n¨²mero uno de Meleagbo se est¨¢ haciendo esperar. Sus impulsores han recibido la negativa tajante de varias imprentas. ¡°En cuanto se enteran de qu¨¦ va el proyecto, no quieren saber nada¡±, lamenta Ousmane Diomand¨¦, responsable de campa?as y movilizaci¨®n comunitaria en Gromo. Y el esfuerzo descomunal de Jules ¡ªel impresor que sac¨® adelante el n¨²mero cero¡ª resulta viable para 15 ejemplares, pero no para 200, la tirada prevista de inicio.
Tampoco la Autoridad Nacional de la Prensa (ANP), el organismo regulador de los medios escritos en Costa de Marfil, est¨¢ allanando el camino. Cuentan Dibahi y Diomand¨¦ que, tras darse a conocer el n¨²mero cero y a tenor del revuelo causado, fueron requeridos para personarse con urgencia en la sede de la ANP. Acudieron a la reuni¨®n Dibahi y un abogado que colabora con Gromo. ¡°Hab¨ªa cuatro personas muy serias esper¨¢ndonos, aquello parec¨ªa un interrogatorio¡±, recuerda Dibahi. Durante m¨¢s de una hora, arreci¨® un aluvi¨®n de preguntas. Una sorprendi¨® especialmente al director ejecutivo de Gromo: ¡°Quer¨ªan saber si los temas de Meleagbo se insertar¨¢n en la cultura marfile?a. Les respond¨ª que no sab¨ªa a qu¨¦ se refer¨ªan con eso de cultura marfile?a, que ninguna cultura es fija¡±. Otra cuesti¨®n lo dej¨® at¨®nito: ¡°Una se?ora me pregunt¨® qu¨¦ ocurrir¨ªa si un hetero hojeaba la revista. Supongo que tem¨ªa que fuera a contagiarse o algo as¨ª¡±, cuenta con gesto ir¨®nico.
En parte, la defensa del derecho a existir de Meleagbo se ha basado en tecnicismos editoriales. Gromo ha procurado persuadir a la ANP (que no ha respondido a la petici¨®n de entrevista para este reportaje) de que no se trata de una revista al uso, sino m¨¢s bien de un bolet¨ªn informativo. Un producto sin ¨¢nimo de lucro y dirigido a una comunidad concreta, como los muchos que tienen en Costa de Marfil las iglesias o las asociaciones de agricultores, explica Dibahi.
En cuanto intentamos salir de la sombra, el sistema encuentra estratagemas para intentar disuadirnos. Nosotros no nos amilanamos, vamos cumpliendo condiciones, encontrando resquicios. Es un combate pac¨ªfico e intelectualOusmane Diomand¨¦, responsable de campa?as y movilizaci¨®n comunitaria de la ONG Gromo
El organismo no ha dado validez a este argumento y ¡°exige una panoplia de condiciones casi imposible de cumplir¡±, a?ade Diomand¨¦, quien no duda sobre la raz¨®n real de los escollos administrativos que van surgiendo en el devenir de Meleagbo: ¡°En cuanto intentamos salir de la sombra, el sistema encuentra estratagemas para intentar disuadirnos. Nosotros no nos amilanamos, vamos cumpliendo condiciones, encontrando resquicios. Es un combate pac¨ªfico e intelectual¡±. Un tira y afloja entre la rigidez de la moral establecida y la voluntad inquebrantable de un colectivo harto de vivir entre tinieblas. ¡°Vamos a estar a la altura de la homofobia que sufrimos¡±, sentencia Dibahi con firmeza.
La entrevista con Diomand¨¦ y Dibahi se desarrolla en el ¨²nico bar LGTBI de Abiy¨¢n, un local con hileras de luces policrom¨¢ticas, sillones plastificados y shishas (pipas de agua) en la terraza. No es muy diferente a los cientos de garitos que animan la el¨¦ctrica vida nocturna de la metr¨®polis marfile?a. En el bar reina un ambiente de fraternidad c¨®mplice. Casi todos se conocen entre s¨ª. Chicos j¨®venes y alguna chica departen amistosamente. Dos hombres entrados en a?os observan tranquilos el ambiente sin cruzar palabra, con las manos entrelazadas. Su apertura hace unos a?os supuso un hito en la progresiva aceptaci¨®n de la homosexualidad en Costa de Marfil. Sobre todo en relaci¨®n con otros entornos de ?frica occidental. ¡°Si nos comparamos con pa¨ªses como Senegal, es el d¨ªa y la noche¡±, asevera Djedje. Aun as¨ª, Dibahi y Diomand¨¦ recomiendan cautela e ir conquistando logros con astucia. Apuestan por no dar pasos en falso. Por ahora, advierten, mejor no mencionar el nombre del bar o tomar fotos. Demasiada exposici¨®n podr¨ªa volverse en su contra.
Dibahi reclama tambi¨¦n contextualizar la batalla del colectivo LGTBI marfile?o. Y mantener bien sujetas las riendas de Meleagbo y otras iniciativas de Gromo, una ONG que se financia, en buena medida, con ayudas de donantes internacionales. Agentes que, en ocasiones, asegura Dibahi, pretenden exportar ¡°al contexto africano las prioridades y mecanismos de lucha¡± propios de Occidente. ¡°Agradecemos el apoyo. Es genial compartir experiencias, pero hay algo de neocolonialismo en su actitud. El movimiento LGTBU en ?frica tiene que ser aut¨®nomo e independiente de la agenda occidental¡±, sostiene.
Para Gromo, ser¨ªa, por ejemplo, contraproducente ignorar la relevancia que tiene la religi¨®n en la conciencia de muchos africanos. A pesar de la hostilidad que los cl¨¦rigos marfile?os dispensan a gais y lesbianas, un art¨ªculo del n¨²mero cero de Meleagbo trata ¡ªcon sofisticadas razones teol¨®gicas, incluidas citas b¨ªblicas y cor¨¢nicas¡ª de conciliar fe y homosexualidad. Otro aborda cuestiones de higiene sexual mediante remedios ancestrales. Hay tambi¨¦n una secci¨®n para ofertas de empleo. ¡°No podemos obviar la precariedad financiera a la que se ven arrastrados tantos miembros de nuestra comunidad por culpa de la discriminaci¨®n que experimentan¡±, apunta Dibahi. Seg¨²n un estudio de 2021 realizado por Gromo y el comisariado belga para refugiados y ap¨¢tridas, el 70% de los marfile?os LGTBI est¨¢ en paro.
A sus 28 a?os, St¨¦phane conoce de primera mano los rincones m¨¢s oscuros de la marginaci¨®n. Ha sufrido en sus carnes el precio de ser abiertamente gay en Costa de Marfil. Tras ser consciente con 15 a?os de que le atra¨ªan los chicos, su familia reneg¨® de ¨¦l: ¡°Me hac¨ªan el vac¨ªo, me faltaban al respeto, nadie escuchaba cuando yo hablaba¡±, recuerda. Abandon¨® el hogar a los 17 a?os y fue acogido por un grupo de gais, lesbianas y personas trans que compart¨ªan casa. M¨¢s adelante, tuvo que dormir en la calle algunos meses.
Cristiano muy creyente, St¨¦phane ha sido v¨ªctima de humillaciones escalofriantes. Un d¨ªa estaba paseando con su pareja cuando una patrulla policial les detuvo y condujo hacia un lugar apartado. ¡°Nos dijeron que nos bes¨¢ramos. No paraban de re¨ªrse, nos pegaron¡±, narra sin perder la sonrisa. ¡°Durante a?os nadie me daba trabajo por ser homo¡±, contin¨²a. Finalmente, se emple¨® como cocinero. Hoy es encargado de un peque?o burdel, una de las pocas v¨ªas a su alcance para obtener recursos econ¨®micos, situado en Riviera 2, una zona de clase media en el centro de Abiy¨¢n. Al atardecer, mientras las prostitutas se preparan para una nueva jornada, St¨¦phane enuncia con tono suave: ¡°No hay que esconderse m¨¢s, hay que vivir la vida que uno quiere a pesar del rechazo. Si no, nada va a cambiar¡±. Como St¨¦phane, Meleagbo est¨¢ decidido a ser en libertad. Aunque tantos se afanen en imped¨ªrselo.
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