La ¡®a?ta¡¯ es la legendaria canci¨®n de protesta del folclore marroqu¨ª
Interpretado por mujeres llamadas ¡®cheikhats¡¯, que alentaron levantamientos contra las injusticias desde tiempos remotos, este g¨¦nero salido de ambientes rurales se renueva en puestas en escena sat¨ªricas y en raperas como Widad Mjama
Lo femenino que alguna vez fue revolucionario ha pasado a la historia como algo licencioso (y si no era lujurioso, entonces era fuente de infortunio). Este es el caso de la a?ta, un g¨¦nero musical popular, que hunde ra¨ªces en los ambientes rurales marroqu¨ªes, y que cantan mujeres a las que se denomina cheikhats (se pronuncia ¡°sh¨ªjats¡±), quienes han trascendido hasta el presente como unas damas excesivamente libres.
Esta forma musical se erigi¨® sobre un grito guerrero para convocar al pueblo a combatir la injusticia, ya desde la Edad Media, etapa en la que algunos cronistas sit¨²an sus inicios, coincidiendo con la instalaci¨®n de las tribus ¨¢rabes beduinas en territorio magreb¨ª. A?ta significa grito o llamada, en el darija o ¨¢rabe dialectal, pero tambi¨¦n refiere a un lamento de amor y deseo. De ah¨ª la estigmatizaci¨®n de las mujeres que la cantaron.
Romance y rebeli¨®n se fusionaron musicalmente con vigor contra todas las inequidades del poder y los ca¨ªds (gobernadores) de turno, o se convirtieron en ofrendas a los santos locales de cada comunidad. Y aquellas letras acerca de la actualidad de diferentes ¨¦pocas quedaron grabadas como cr¨®nicas imborrables en los miembros de distintas tribus y regiones.
Jamal Zerhouni ¡ªquien, junto a su hermano Abidinne, recopila e interpreta piezas de esta tradici¨®n musical¡ª expone que ¡°la a?ta era una forma de escribir la historia, ya que de cada acontecimiento hist¨®rico importante queda una canci¨®n espec¨ªfica¡±. As¨ª, ¡°los jeques se reun¨ªan para escribir piezas de a?ta sobre un acontecimiento, como la oposici¨®n de la legendaria Kherboucha, de Safi, a la autoridad del ca¨ªd A?ssa Ben Omar; o acerca de las reconciliaciones entre miembros de diferentes cofrad¨ªas¡±. De este modo, argumenta el m¨²sico, ¡°la a?ta sigue siendo siempre un marcador temporal que escribe la historia de lugares y tiempos, y se transmite oralmente¡±.
El int¨¦rprete y estudioso del g¨¦nero subraya que este ¡°patrimonio cultural antiguo, escrito por hombres y mujeres nobles de la ¨¦poca, destaca por su longevidad¡±. En este sentido, lo curioso era que, en ocasiones, los trovadores que las entonaban se vest¨ªan de mujer, acompa?ando a las cheikhats, que eran las int¨¦rpretes profesionales.
Aquellas mujeres que animaban a sus hombres a enfrentar las injusticias han estado siempre muy ligadas a la tierra y a su comunidad, sin poder desprenderse de ese h¨¢bito social de ser nombradas en voz baja. Ellas eran como velas que alumbraban deshaci¨¦ndose, tal como lo mencionaba la veterana artista A?cha en el documental?de Ali Essafi?Blues des shikhats (2004). Y as¨ª llega esta poes¨ªa amorosa y subversiva a los cabarets del siglo XIX en Marruecos. Hasta hoy, la a?ta y sus int¨¦rpretes arden e iluminan al mismo tiempo.
La joven m¨²sica casablanquesa Widad Mjama explica ¡ªtras el set de su grupo A?ta mon amour en la ¨²ltima edici¨®n del Festival Gnaoua de M¨²sicas del Mundo, celebrada en junio en Esauira¡ª que ¡°lo extra?o es que el t¨¦rmino cheikh (jeque, en masculino) no resulta algo ofensivo o peyorativo, pero cuando se pasa al femenino s¨ª se convierte en un insulto¡±. La rapera y exintegrante de N3rdist¨¢n aboga por abandonar esa interpretaci¨®n, ¡°porque no hay ninguna diferencia entre una cheikha y una artista¡±.
Al contrario, afina la cantante, que actualmente reside en Montpellier (Francia): ¡°La cheikha es la guardiana de una gran parte de nuestro ADN y de nuestra tradici¨®n oral¡±. ¡°Lo que m¨¢s me entristece es que a mediados del siglo XX hab¨ªa cientos de compa?¨ªas de cantantes exclusivamente femeninas que brindaban el repertorio de la a?ta, y ahora quedan muy pocas y se van marchando una tras otra; es como si perdi¨¦ramos un trocito de nosotras mismas y de nuestra identidad¡±, alega.
Con su actual grupo, A?ta mon amour, Mjama ¡ªacompa?ada por el m¨²sico tunecino Khalil Epi¡ª aborda de un modo desenfadado, histri¨®nico y con bases electr¨®nicas un repertorio tradicional que tiene sus or¨ªgenes en el siglo XII y ¡°que todo el mundo conoce¡±, por lo que sus espect¨¢culos se transforman pronto en una celebraci¨®n¡ y una fiesta esencialmente femenina, que incluye a las clases m¨¢s populares.
En las zonas rurales, los hombres y las mujeres no se mezclaban, por lo que cuando estas mujeres eligieron ser artistas, se encontraron completamente al margenWidad Mjama, cantante
¡°En las zonas rurales, los hombres y las mujeres no se mezclaban, por lo que cuando estas mujeres eligieron ser artistas, se encontraron completamente al margen¡±, rese?a la rapera. ¡°De hecho, creo que esta expresi¨®n toca los l¨ªmites de la aceptaci¨®n de ciertas cosas y representaciones de lo femenino, y una mujer fuerte siempre da miedo, por partida doble¡±, a?ade.
Entre sus anhelos, se cuenta el de aprender alg¨²n d¨ªa a tocar tradicionalmente como una cheikha y convertirse en una de ellas. ¡°Ahora mismo a¨²n no lo soy¡±, justifica. Para ello, sostiene, ¡°hace falta conocer todo el repertorio codificado, reconocer la r¨ªtmica y las melod¨ªas, a fondo¡±, porque esto ¡°no es algo f¨¢cil, sino todo un aprendizaje¡±, resume.
Desde el teatro musical, otra troupe contempor¨¢nea que se ha acercado al g¨¦nero de la a?ta para rendir tributo a estas artistas legendarias es la de los casablanqueses Kabareh Cheikhats, nacida en 2016. Diez m¨²sicos y actores, liderados por Ghassan El Hakim, ponen en escena canciones del folclore del Magreb, caracterizados de mujeres. Hoy hacen giras por Marruecos y Europa, maquillados y vestidos con sus mejores caftanes.
En este caso, los Kabareh Cheikhats recrean, en tono de comedia, el ardor de aquellas damas, que cantaban y bailaban acompa?adas por cuerdas (la¨²des y violines) e inconfundible percusi¨®n.
Seg¨²n El Hakim, el director de escena, su espect¨¢culo pone el estatus de la cheikha sobre todo lo dem¨¢s. ¡°Somos hombres que queremos ponernos vestidos¡± porque ¡°ellas son la llave para desembarazarnos de la masculinidad t¨®xica y dulcificar la relaci¨®n entre hombres y mujeres¡± en sociedades en las que no siempre la gente ha podido vestirse o bailar como le place. Se trata, en suma, de un rescate de las tradiciones de la m¨²sica popular marroqu¨ª, a la vez que un revulsivo de g¨¦nero, que promueve la inclusi¨®n y la aceptaci¨®n de la diversidad.
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