No es un asunto de fronteras, sino de humanidad
El mundo est¨¢ lleno de ¡®lampedusas¡¯. Se repiten en las fronteras de Polonia o en las carreteras de M¨¦xico. El movimiento municipalista, al que pertenece la autora, pide al mundo restaurar la dignidad, la equidad, el reconocimiento y la solidaridad en la gobernanza de las migraciones y propone una Carta de Derechos
Dada la frecuencia con la que hablamos de migraciones, podr¨ªamos preguntarnos si es necesario un D¨ªa Mundial de las Personas Migrantes. Sin embargo, es justamente el discurso sobre las migraciones y no el fen¨®meno en s¨ª, natural y milenario, lo que hace necesaria tal efem¨¦ride. El movimiento municipalista lo sabe y lleva a?os record¨¢ndoselo a qui¨¦n quiera escuchar.
Como nivel de gobierno m¨¢s cercano a las personas, poco importa que los gobiernos municipales carezcan de competencias y recursos para abordar pol¨ªticas migratorias, casi todas estatales o supranacionales. Nada los exime de la responsabilidad de abordar la realidad local y de hacerse cargo de las personas que la habitan. Nuestras ciudades son el fruto y el reflejo de nosotras, las personas que las habitamos, independientemente de nuestro origen o estatus legal. Los m¨¢rgenes de nuestra ciudadan¨ªa no los dictan las fronteras, sino nuestra manera de vivir, nuestra comunidad local, los lugares que reconocemos como nuestros. Y aunque los gobiernos locales no tengan fronteras, muchos de ellos est¨¢n atravesados por ellas.
El pasado mes de octubre tuve el privilegio de visitar Lampedusa. All¨ª, en el coraz¨®n del Mediterr¨¢neo, cada uno de estos argumentos emergi¨® con m¨¢s fuerza si cabe. Como tantos otros lugares, el municipio est¨¢ habitado por una peque?a comunidad instalada en una gran frontera. No es solo una frontera geogr¨¢fica, sino un cruce de caminos en el que se encuentran a diario innumerables contradicciones, injusticias y desigualdades forjadas desde tan largo tiempo que hasta parecen parte de la normalidad. Lampedusa es ante todo un lugar normal, lleno de acciones cotidianas con vecinos y vecinas que lamentan y celebran las mismas cosas que en el resto de las calles del planeta.
La ¨²nica diferencia es que, desde la isla, el horizonte es infinito y repleto de embarcaciones. Por mil razones distintas, decenas de barcas transitan cada d¨ªa por autopistas invisibles cargadas de alimentos, de mercanc¨ªas, de peces de todos los tama?os y de personas que trabajan, que sufren, que esperan. Y en ese mar que a todas las personas alimenta y abraza, un continuo goteo de tragedias salpica d¨ªa a d¨ªa la vida del vecindario. Entre todas ellas, la noche del 3 de octubre del 2013 sucedi¨® una tragedia que permanece grabada con particular crudeza en la memoria colectiva. A las tres y cuarto de la ma?ana, una barca que transportaba m¨¢s de 500 personas hacinadas en busca de un futuro mejor se hundi¨® a pocas millas de la costa. Murieron 368. Ese momento, esa desgracia y todas las que siguieron han de servir para despertar conciencias y contar la historia al mundo.
Hoy, el cementerio de Lampedusa es un monumento a la dignidad y a la memoria. All¨ª descansan, junto a las gentes del pueblo, muchas otras v¨ªctimas de una tragedia permanente. Sus datos personales, a menudo imposibles de trazar, han sido sustituidos por dibujos de peces y sirenas, porque la esperanza es que el mar donde se perdieron les acoja.
En esta isla que no llega a los 6.000 habitantes, manda a menudo la geopol¨ªtica global. Su alcalde, Tot¨° Martello, lleva a?os pidiendo apoyo. Martello, que adem¨¢s de alcalde es pescador y conoce las leyes del mar, es un asiduo de los foros internacionales sobre migraci¨®n y desarrollo. Como alcalde experimenta a diario la brecha entre lo que la ley dice y lo que la realidad le trae. Enfrenta a menudo las quejas de sus vecinos por los desperfectos que las embarcaciones abandonadas ocasionan sobre los barcos pesqueros y explica a unos y otros que deshacerse de ellas es competencia nacional. Media entre autoridades portuarias, humanitarias, ministerios y cofrad¨ªas para encontrar soluciones a problem¨¢ticas que no est¨¢n escritas en los libros. Acoge animales vivos que han hecho la traves¨ªa sin poder acoger a las personas. Y repite, sin cesar, que es inadmisible gestionar una misma situaci¨®n desde la emergencia durante m¨¢s de 30 a?os. La emergencia se convierte en cotidianidad.
Hacia la Carta de Lampedusa: tender un puente de paz
Frente a las costas de Lampedusa, en T¨²nez, al otro lado del horizonte, se encuentra la ciudad de Sfax. Adem¨¢s de segunda ciudad y motor econ¨®mico del pa¨ªs, Sfax es uno de los puertos tunecinos desde los que m¨¢s j¨®venes se echan al mar. El vicealcalde de Sfax, Med Wajdi Aydi, lleva a?os acudiendo a intercambios con otros miembros de CGLU para aprender a conectar a todos los actores del territorio y remar con ellos en la misma direcci¨®n. Su objetivo es salvar vidas, devolver la esperanza a la juventud, otorgar informaci¨®n y techo a quienes carecen de ellos. Ahora, Lampedusa y Sfax sue?an con tender un puente: un puente de paz que traiga de nuevo a flote la dignidad de aquellos que se perdieron en las escasas cien millas que separan sus dos continentes.
Bajo el liderazgo de Lampedusa, la membres¨ªa de CGLU ha iniciado un recorrido para elaborar una Carta de Derechos sobre movilidad humana que ponga en el centro la dignidad, en la base el reconocimiento y en el horizonte la paz
Ser¨ªa inhumano permanecer indiferente y ya no es posible participar como meros observadores. En el movimiento municipalista sabemos y defendemos que las fronteras no son naturales, que la movilidad humana s¨ª lo es. Sabemos que no se encontrar¨¢n soluciones conjuntas y beneficiosas sin cambiar la conversaci¨®n. Y sabemos, defendemos, que la conversaci¨®n es sobre personas y sobre territorios, sobre derechos humanos y sobre la oportunidad de crecer en comunidades acogedoras.
Ahora, Lampedusa y Sfax sue?an con tender un puente: un puente de paz que traiga de nuevo a flote la dignidad de aquellos que se perdieron en las escasas cien millas que separan sus dos continentes
Bajo el liderazgo de Lampedusa, la membres¨ªa de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos ha iniciado un recorrido para elaborar una Carta de Derechos sobre movilidad humana que ponga en el centro la dignidad, en la base el reconocimiento y en el horizonte la paz. Con la Carta de Lampedusa, los gobiernos locales de todos los continentes asumen la responsabilidad de abordar las migraciones desde la voluntad de garantizar el acceso universal al Derecho a la Ciudad.
Esta Carta es una nueva se?al a todos los actores que gobiernan la migraci¨®n a nivel internacional de que los niveles locales de gobierno son arte y parte de este fen¨®meno y que, con o sin competencias, se ven obligados a afrontarlo. El objetivo es actuar con valores compartidos en el nuevo contrato social que las agendas globales proponen. El nuevo multilateralismo que buscamos y necesitamos ha de revisar tambi¨¦n las nociones de frontera y ciudadan¨ªa para acercarlas a las realidades que habitamos. No podemos mirar hacia otro lado.
El mundo est¨¢ lleno de Lampedusas que no nos podemos permitir. Se repiten en las fronteras de Polonia o en las carreteras de M¨¦xico
De la visita a Lampedusa con el vicealcalde de Sfax para participar en los actos de rememoraci¨®n anuales, no hemos tra¨ªdo una historia de fronteras sino un relato de vecinas, vecinos, supervivientes, autoridades y sociedad civil. Un sufrimiento comunitario con responsabilidades globales. El mundo est¨¢ lleno de Lampedusas que no nos podemos permitir. Se repiten en las fronteras de Polonia o en las carreteras de M¨¦xico. El movimiento municipalista escucha y pide al mundo restaurar la dignidad, la equidad, el reconocimiento y la solidaridad en la gobernanza de las migraciones. Proponemos construir un nuevo marco basado en soluciones participativas, comunitarias y resilientes. Porque esto no es una cuesti¨®n de fronteras sino de humanidad.
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