La esclavitud moderna y el trabajo infantil son... ?cosas de ni?os?
Un educador que ayuda a los menores que son obligados a mendigar en Senegal, conocidos como talib¨¦s, reflexiona sobre lo lejos que queda la protecci¨®n para la infancia que estipulan las convenciones internacionales de estos peque?os
A sus ocho a?os, Charles Smith se levantaba a las cuatro de la ma?ana en un peque?o, h¨²medo y sucio barrac¨®n que su padre hab¨ªa construido en los suburbios de Londres. Con una hogaza de pan bajo el brazo que hab¨ªa horneado su madre el d¨ªa anterior, emprend¨ªa el camino hacia la f¨¢brica. All¨ª pasar¨ªa 12 horas de los siete d¨ªas de la semana, seg¨²n las necesidades que el patr¨®n determinase, cargando piezas met¨¢licas o sac¨¢ndolas del horno. Corr¨ªa el a?o 1814.
Ese mismo a?o, Omar Ndiaye, de siete a?os y residente en el poblado senegal¨¦s de Saloum, una vez comenzada la ¨¦poca de lluvias, desde bien temprano se dispon¨ªa a trabajar en los campos de su marab¨², su maestro de las ense?anzas cor¨¢nicas, como pago a sus lecciones.
En cambio, para el descendiente de Charles, nueve generaciones m¨¢s tarde, muchas circunstancias sociales, econ¨®micas, pol¨ªticas cambiaron para que su infancia discurriera de forma muy diferente a la de su antepasado. Hablamos de un contexto muy distinto que comenz¨® cuando, en 1919, Eglantyne Jebb, con la ayuda de su hermana Dorothy Buxton, fund¨® en Londres la organizaci¨®n Save the Children para ayudar y proteger a los ni?os afectados por la guerra. Tom¨® esa decisi¨®n tras haber sido testigo del horror de las consecuencias de la I Guerra Mundial, especialmente para los menores de edad, que fueron alistados en todos los ej¨¦rcitos contendientes y que murieron por doquier: en el campo de batalla, por inanici¨®n, mutilados, destrozados ps¨ªquicamente...
Jebb y Buxton elaboraron con su fundaci¨®n los cinco puntos que se convertir¨ªan en la semilla de la primera Declaraci¨®n de los Derechos del Ni?o y que dec¨ªan: ¡°El ni?o hambriento debe ser alimentado; el ni?o enfermo debe ser atendido; el ni?o deficiente debe ser estimulado; el ni?o inadaptado debe ser reeducado, y el hu¨¦rfano y el abandonado deben ser recogidos y ayudados¡±.
Con todas las declaraciones, disposiciones, leyes y desarrollo hist¨®rico que se han producido desde entonces en los pa¨ªses ricos, podemos afirmar que en la sociedad occidental, los descendientes de Charles Smith tienen un marco legal y social en el que viven, mayoritariamente, en una sociedad amable que les protege y cuida.
Paralelamente, los descendientes de Omar Ndiaye, en la actualidad, mendigan por las calles de las ciudades de Senegal. Con una lata bajo el brazo, sucios, desharrapados y con claros signos de desnutrici¨®n, son los ni?os talib¨¦s. Estos chicos, originarios de las zonas m¨¢s pobres del interior del pa¨ªs y en ocasiones enviados desde otros estados circundantes, son entregados por sus padres a un marab¨² a los cuatro a?os de edad.
La situaci¨®n en la que viven a¨²n hoy los talib¨¦s es de una precariedad angustiante: algunos residen en proyectos de casas que quedaron abandonadas nada m¨¢s ponerles los cimientos; otros en peque?os barracones de chapa met¨¢lica ubicados en los barrios m¨¢s pobres de las ciudades, sin luz ni agua¡
Esta pr¨¢ctica comenz¨® a producirse en la d¨¦cada de los setenta debido a unas sequ¨ªas que persisten en la actualidad. En Senegal, uno de cada cinco ni?os est¨¢ ya afectado por la desnutrici¨®n, alertaba Fabrice Carbonne, director regional de Acci¨®n contra el Hambre en Senegal en 2017. Por esta necesidad, los marab¨²s comenzaban un ¨¦xodo masivo a las ciudades junto a sus ac¨®litos. All¨ª, lejos de sus campos, su nueva actividad econ¨®mica ser¨ªa enviar sus alumnos a mendigar arroz, az¨²car y dinero con el que le podr¨ªan pagar sus clases del Cor¨¢n.
La situaci¨®n en la que viven a¨²n hoy los talib¨¦s es de una precariedad angustiante: algunos residen en proyectos de casas que quedaron abandonadas nada m¨¢s ponerles los cimientos; otros en peque?os barracones de chapa met¨¢lica ubicados en los barrios m¨¢s pobres de las ciudades, sin luz ni agua¡
?Qu¨¦ futuro les espera sin haber recibido ninguna formaci¨®n m¨¢s que el conocimiento del Cor¨¢n, sin siquiera conocer el franc¨¦s, que es la ¨²nica lengua oficial? Os dar¨¦ una pista. Cuando ya han finalizado su formaci¨®n cor¨¢nica, los padres los env¨ªan de nuevo a la ciudad a buscar trabajo. Buena parte se dedica a hacer de porteadores en el mercado y otros consiguen un puesto en el escal¨®n m¨¢s bajo de la construcci¨®n.
La media de compensaci¨®n econ¨®mica que reciben est¨¢ en los 2.000 francos CFA, unos tres euros por unas nueve horas de trabajo. Hace unos meses, Amed lleg¨® al centro desde donde les atendemos con dolores por todo el cuerpo. Esta desgraciada situaci¨®n es recurrente. Me explicaba Amed que le dol¨ªa especialmente la cabeza, herramienta esta que predominantemente utiliza para llevar las compras de las personas que acud¨ªan al mercado y las cajas de los comerciantes que contrataban sus servicios¡
Me preguntaba en el t¨ªtulo que encabeza este art¨ªculo qu¨¦ son las cosas de ni?os. Amnist¨ªa Internacional hace una definici¨®n muy interesante de la infancia: ¡°(...)A pesar de numerosos debates intelectuales sobre la definici¨®n de la infancia y sobre las diferencias culturales acerca de lo que se debe ofrecer a los ni?os y lo que se debe esperar de ellos, siempre ha habido un criterio ampliamente compartido de que la infancia implica un espacio delimitado y seguro, separado de la edad adulta, en el cual los ni?os y las ni?as pueden crecer, jugar y desarrollarse¡±.
Ojal¨¢ esto sea una realidad para los ni?os de todo el mundo, de ?frica y para los talib¨¦s de Senegal.
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