El ¡®malismo¡¯ y los ni?os de la lata
Entre 100.000 y 200.000 menores de edad mendigan por las calles de Senegal. Amador V¨¢zquez Mart¨ªn, un educador que lidera un proyecto para ayudarles, reflexiona sobre el uso reaccionario y despectivo en Espa?a del t¨¦rmino ¡®buenismo¡¯ para intentar disfrazar la injusticia
Cuando era m¨¢s joven, hubo momentos en que cre¨ªa que no iba a cambiar de ideas a lo largo de mi vida. Ahora, ya m¨¢s maduro, la verdad es que sigo pensando lo mismo. Me he radicalizado en algunas cosas y soy m¨¢s comprensivo con otras. Pero en lo fundamental, mis convicciones siguen siendo las mismas. No obstante, al compartir un proyecto de car¨¢cter social y solidario conjunto, con personas dispares ideol¨®gica y culturalmente, he llegado a empatizar con gente que antes, en otras circunstancias, hubiera rechazado de plano.
Cuando llegu¨¦ a Senegal por primera vez, en 2013, me encontr¨¦ con un verdadero ej¨¦rcito de ni?os que invad¨ªa todos los espacios p¨²blicos: desarrapados, sucios, con claros signos de malnutrici¨®n, blandiendo una lata o un bote de pl¨¢stico para mendigar comida y dinero. Seg¨²n los datos existentes, entre 100.000 y 200.000 ni?os de entre apenas cuatro y 18 a?os se encuentran en esta situaci¨®n. Sus padres los entregan a un religioso para que les ense?e el Cor¨¢n y una vez bajo su autoridad, son obligados a practicar la mendicidad en la gran ciudad a la que son trasladados, apartados de su madre y de cualquier elemental cuidado. Parte de los beneficios de esa pr¨¢ctica deber¨ªa de revertir en mitigar el hambre en esas zonas rurales en forma de az¨²car y arroz. Se acumulan en la daara, la escuela cor¨¢nica donde malviven sin agua corriente ni luz, durmiendo en el suelo y sufriendo castigos f¨ªsicos y psicol¨®gicos.
Tres meses m¨¢s tarde, con un peque?o borrador realizado con algunos profesionales senegaleses de la educaci¨®n y la salud, volv¨ª a mi Terrassa natal, donde compart¨ª con amigos y familiares lo que hab¨ªa conocido sobre la situaci¨®n de absoluto desamparo en el que se encontraban estos ni?os. Entre todos creamos entonces la asociaci¨®n Ni?os de la Lata y el proyecto El reino de los ni?os, un hogar en el que atendemos, despu¨¦s de m¨¢s de cuatro a?os y en la medida de nuestras posibilidades, sus necesidades m¨¢s b¨¢sicas. Aunque con la mejor de las intenciones, son muchas las insuficiencias.
En esta labor, como es f¨¢cil imaginar, se genera una relaci¨®n que se aproxima al amor filial, por mucha distancia que profesionalmente intentaras marcar. Desde que trabajo con ellos, considero que un experto que no desarrolle un m¨ªnimo sentimiento de empat¨ªa parecido no est¨¢ capacitado para realizar una labor como esta; ni psicol¨®gica ni profesionalmente. Las satisfacciones personales est¨¢n, por lo tanto, garantizadas con el reconocimiento que recibes en sus miradas y sus sonrisas.
Pero quiero hablar tambi¨¦n de otro gozo a?adido y con el que yo no contaba.
Una vez puesto en marcha el proyecto, obtuvimos adhesiones de personas y entidades que se sumaron de una u otra manera, ya sea asesorando con sus conocimientos, dando difusi¨®n a nuestras campa?as, con su aportaci¨®n econ¨®mica y en algunos casos, incluso, viniendo a terreno.
Un experto que no desarrolle un m¨ªnimo sentimiento de empat¨ªa, no est¨¢ capacitado para realizar una labor como esta; ni psicol¨®gica ni profesionalmente
Con todas, desconocidas hasta el momento, he creado unos lazos al tener unos mismos objetivos y, sobre todo, unos mismos anhelos y niveles de sensibilidad bastante coincidentes. He desarrollado un nivel de empat¨ªa con personas que, en principio, por diferencias ideol¨®gicas y culturales en un muy amplio sentido, nunca pens¨¦ que pudiera desarrollar en mi vida. Me llena de satisfacci¨®n haber podido tener la oportunidad de conocer tanta gente con tan nobles intenciones y acciones. Unos con un hermoso y desarrollado bagaje ideol¨®gico, otros con un definido y firme sentimiento de bondad hacia los dem¨¢s y otros, tal vez, buscando una oportunidad de conocer, experimentar ese et¨¦reo, indefinible e inexplicable concepto, con tantas definiciones tan vagas, al que llaman amor. Seguramente, en todos, hab¨ªa y hay ingredientes de todos estos elementos.
A m¨ª me produce desconcierto escuchar en algunos discursos pol¨ªticos e ideol¨®gicos la palabra buenismo para definir al conjunto de personas buenas que intentan llevar a cabo acciones concretas para llegar a una l¨®gica y deseada praxis entre lo que sentimos y pensamos.
La palabra es definida por la Real Academia como: ¡°Actitud de quien ante los conflictos rebaja su gravedad, cede con benevolencia o act¨²a con excesiva tolerancia¡±. Y acota: ¡°Usado m¨¢s en sentido despectivo¡±. Ante esta definici¨®n no puedo m¨¢s que unirme a las certeras palabras del escritor Fernando Onta?¨®n: ¡°¡®Tolerancia excesiva¡¯, sin duda, merecer¨ªa una entrada aparte en el diccionario, una explicaci¨®n acad¨¦mica, tal vez filos¨®fica. Yo cre¨ªa que uno pod¨ªa ser o no ser tolerante, pero pasarse de tolerante me parece inconcebible. ?Acaso es eso posible?¡±
O preguntarme c¨®mo hace el periodista Santiago Ortiz Ler¨ªn: ¡°¡ Pero ?existe alg¨²n t¨¦rmino que defina posiciones contrarias al buenismo? Un ant¨®nimo de esta palabra ser¨ªa la ¡®actitud de quien ante los conflictos exagera su gravedad, se exaspera con malevolencia o act¨²a con excesiva intolerancia¡¯¡±.
Ante la utilizaci¨®n del t¨¦rmino en tantos discursos esgrimidos por lo m¨¢s reaccionario y cavern¨ªcola, con la connivencia en muchas ocasiones de personas buenas y muy respetables que la han asumido normaliz¨¢ndola como concentrado insulto a las buenas personas, tal vez sea el momento de que la Academia se ponga manos a la obra y dirima sus diferentes acepciones incluyendo una extensa explicaci¨®n del estilo de personas que utilizan este t¨¦rmino como arma llena de odio y podamos, tal vez, utilizar el ap¨®cope malo: ¡°Que se opone a la l¨®gica o a la moral¡± y meterlos a todos bajo el t¨¦rmino ¡°malismo¡±.
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