La activista Quit¨¦ria Guirengane lucha por recuperar la calle en Mozambique
Una de las figuras m¨¢s innovadoras y populares del activismo mozambique?o alerta de los recortes de libertades escondidos tras las medidas contra la covid-19 y la lucha contra el terrorismo
La de Quit¨¦ria Guirengane es una de las voces m¨¢s perseverantes de la sociedad civil mozambique?a. En los ¨²ltimos meses, tambi¨¦n se ha convertido en una de las caras m¨¢s visibles de la voluntad por recuperar un espacio c¨ªvico que, con el pretexto de la covid-19, ha quedado maltrecho. Por eso, Guirengane, que se presenta como una activista ¡°m¨²ltiple¡± por sus diversos y variados compromisos y responsabilidades, ha tenido diversos plantes ante las fuerzas del orden mozambique?as, siempre durante la convocatoria de manifestaciones en las calles.
El ¨²ltimo de estos encontronazos le llev¨® durante un par de horas a una comisar¨ªa de Maputo, junto a otras 16 activistas. Ocurri¨® el pasado 7 de diciembre y fue por su participaci¨®n en una concentraci¨®n contra la violencia basada en el g¨¦nero. A principios de este a?o lider¨® una denuncia penal contra la polic¨ªa, precisamente por ese arresto, con la que se pretend¨ªa evidenciar las traban que las autoridades ponen al derecho constitucional de manifestaci¨®n.
¡°Nos dicen lo que podemos hacer y lo que no y cuando alguien reclama el derecho a manifestarse que le han negado. El resto de la gente dice que es normal, que es por la pandemia¡±, se lamenta esta l¨ªder, que contin¨²a advirtiendo: ¡°Estamos en una sociedad controlada remotamente en funci¨®n de factores que no podemos controlar. Hay sospechas de manipulaci¨®n de datos durante la pandemia para justificar las decisiones que se han tomado¡±.
Para Guirengane, el argumento de los motivos de salud se ha sumado en el pa¨ªs a las justificaciones de seguridad para recortar las libertades de la ciudadan¨ªa, debido a la insurgencia contra la que las autoridades luchan en el norte del pa¨ªs. ¡°Todo est¨¢ permitido en nombre de la lucha contra el terrorismo. Si ma?ana decidiesen registrarnos en la calle, nadie podr¨ªa decir nada porque hay terrorismo en nuestro pa¨ªs. Si ma?ana me detuviesen y dijesen que yo estoy en contacto con los criminales, nadie me defender¨ªa. En nombre de la lucha contra el terrorismo hemos perdido el derecho a la libre circulaci¨®n. Evidentemente, nuestra prioridad absoluta es acabar con ese terrorismo, pero por eso mismo se ha convertido en un espacio para la manipulaci¨®n de la informaci¨®n y la censura¡±, protesta.
Esta activista, que a sus 32 a?os se ha convertido en la cara m¨¢s visible de esa recuperaci¨®n de los derechos suspendidos, es dram¨¢ticamente categ¨®rica en su valoraci¨®n de la gesti¨®n de la crisis sanitaria: ¡°El tiempo de pandemia, con las medidas que se impusieron, fue el momento perfecto para probar la dictadura. Fueron cambiando la hora del toque de queda, cada vez m¨¢s pronto, y nadie protestaba porque era un tema de salud, hasta que nos empezaron a decir qui¨¦n pod¨ªa salir y quien no. Hemos retrocedido bastante y, si continuamos aceptando ser domesticados en funci¨®n de estos criterios, no volveremos a ser una naci¨®n normal¡±.
El tiempo de pandemia, con las medidas que se impusieron, fue el momento perfecto para probar la dictadura
Guirengane representa la reforma de la sociedad civil mozambique?a, la toma de protagonismo de una nueva generaci¨®n que, adem¨¢s, ha incorporado nuevos elementos a sus reivindicaciones, nuevos ¨¢mbitos y nuevas estrategias para hacerse o¨ªr. Ella aparece como una comprometida feminista, un ¨¢mbito que no es novedoso en Mozambique porque hay una larga historia de lucha por los derechos de las mujeres, pero s¨ª que resultan innovadoras algunas de sus posiciones. Es, al mismo tiempo, secretaria ejecutiva del Observat¨®rio das Mulheres y presidenta de Rede de Mulheres Jovens L¨ªderes em Mo?ambique (MJL).
El primero es ¡°un mecanismo que integra diferentes movimientos, colectivos y asociaciones de mujeres ¨Co que defienden sus derechos¨C en Mozambique y que est¨¢ en una fase de estructuraci¨®n, pero que pretende ser un espacio de producci¨®n de datos, de presi¨®n pol¨ªtica, de fiscalizaci¨®n, pero tambi¨¦n de di¨¢logo en torno a las pol¨ªticas p¨²blicas¡±. Y la segunda organizaci¨®n es ¡°un movimiento creado por mujeres j¨®venes y que pretend¨ªa ser un espacio de afirmaci¨®n de estas activistas en el panorama pol¨ªtico nacional, que no encontraban un lugar en los movimientos tradicionales¡±. Insiste en que es ¡°un espacio de activismo informal, de l¨ªderes que ya est¨¢n abanderando muchas otras asociaciones, muchos otros grupos, muchos otros movimientos; para articular posiciones y armonizar sus acciones y liderar todo tipo de campa?as¡±.
¡°Muchos de los movimientos de la sociedad civil¡±, comenta Quit¨¦ria Guirengane, ¡°hab¨ªan entrado en una fase de envejecimiento, y las j¨®venes no se sent¨ªan incluidas en esos espacios ni en los que tradicionalmente eran de mujeres, porque se entend¨ªan como espacios de las m¨¢s mayores; ni los del activismo m¨¢s general, que son vistos como masculinos¡±. Ante esa situaci¨®n, esa energ¨ªa de transformaci¨®n impulsada por lideresas necesitaba un espacio seguro. ¡°Uno en el que nosotras nos preparemos y nos capacitemos para enfrentarnos, precisamente, a los foros que inconscientemente se han reafirmado como propios de y para los hombres¡±, se?ala la activista.
Precisamente otro de los impulsos renovadores de esta generaci¨®n de activistas es su voluntad de provocar cambio en cualquier ¨¢mbito. ¡°No hay una agenda de las mujeres j¨®venes¡±, asevera Guirengane, ¡°sino que nuestra agenda es la de la naci¨®n, la de la sociedad. Tenemos que desbordar la idea de que las mujeres est¨¢n para tratar los asuntos de la salud o los asuntos sociales, en general. Evidentemente, nosotras tratamos asuntos sociales, tambi¨¦n, porque nos afectan; pero tratamos cuestiones de la pol¨ªtica activa, tratamos de todos los espacios en los que se decidan las pautas de nuestras vidas¡±.
Por ello, esta corriente ha sido una de las voces m¨¢s sorprendentes en relaci¨®n con la exigencia de transparencia y de rendici¨®n de cuentas frente a la violencia en la provincia de Cabo Delgado. Pero tambi¨¦n ha alzado la voz junto a otros colectivos en una serie de casos especialmente populares, como el esc¨¢ndalo de la explotaci¨®n sexual de reclusas en la prisi¨®n de Ndlavela; el de los abusos contra las reclutas de la academia de polic¨ªa de Matalane, entre otros episodios en los que ¡°la ministra de G¨¦nero no se pronunci¨® en ning¨²n momento¡±.
La alerta en los c¨ªrculos del activismo es constante y algunos colectivos consideran que la sociedad civil mozambique?a se encuentra en un momento importante para reclamar su lugar. ¡°Nosotras solemos decir que los derechos humanos, igual que se conquistan, se pueden perder. Se les llama garant¨ªas fundamentales, pero aqu¨ª no est¨¢n garantizados¡±, dice Quit¨¦ria Guirengane en un ejercicio de realismo, citando algunos ejemplos de amenazas: ¡°El cierre del espacio c¨ªvico, las restricciones y barreras que nos encontramos, las trampas que se ponen en la ley de asociaciones para vigilarlas constantemente, la clausura de radios comunitarias, el control de los medios, los infiltrados que se colocan en los ¨®rganos de prensa y las publicidades que dependen de las empresas ligadas al sistema¡±.
Nosotras solemos decir que los derechos humanos, igual que se conquistan, se pueden perder. Se les llama garant¨ªas fundamentales, pero aqu¨ª no est¨¢n garantizados
A pesar del oscuro panorama que dibuja, esta joven activista mozambique?a se mantiene firme y convencida. ¡°Nuestra labor consiste en seguir luchando; si no, no podr¨ªamos seguir. Peleamos todos los d¨ªas para mantener nuestros derechos y en todos los procesos siempre fue as¨ª: desde las de liberaci¨®n nacional, hasta los nuevos colonos que se parecen mucho a los anteriores, siempre nos hemos tenido que reconstruir¡±, asegura, recordando la frase de Frantz Fanon que se ha convertido en la letan¨ªa de la que se considera generaci¨®n consciente del continente africano: ¡°Cada generaci¨®n, dentro de una relativa opacidad, tiene que descubrir su misi¨®n, cumplirla o traicionarla¡±. ¡°Lo que nos mantiene vivas es acordarnos todos los d¨ªas de que tenemos que seguir luchando¡±, dice con una enorme sonrisa.
Uno de los ¨²ltimos pasos de Quit¨¦ria Guirengane es su militancia en Nova Democracia, un partido que se ha impuesto abrir la pol¨ªtica institucional a la ciudadan¨ªa y romper las barreras de la clase pol¨ªtica. ¡°Nova Democracia es un movimiento, porque nuestro partido es Mozambique¡±, asegura la activista. ¡°Tenemos una ley injusta que no permite al ciudadano com¨²n acceder al Parlamento y tenemos que cambiar esa ley, pero para hacerlo tenemos que estar en el Parlamento¡±, justifica la joven, que participa de ese intento de renovaci¨®n de la pol¨ªtica.
¡°Un partido pol¨ªtico no puede ser un empleo. Todos los militantes de Nova Democracia tienen que continuar siendo activistas, porque tienen que continuar la lucha en otros espacios con otras personas. Tenemos que ser capaces de convivir y caminar con personas que tienen convicciones pol¨ªticas diferentes. Si queremos construir un Estado diferente, ese es el ¨²nico punto de partida¡±, asevera para despu¨¦s resumir de manera sencilla el esp¨ªritu de ese at¨ªpico partido: ¡°Es un mecanismo y un embri¨®n para que surjan otros movimientos con la misma osad¨ªa, para llamar la atenci¨®n a la ciudadan¨ªa de que tenemos que vigilar las acciones de las autoridades y abrir una puerta para representarnos a nosotros mismos¡±.
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