Dejemos de ignorar nuestros suelos
Existen alternativas para acercarnos a la tierra, para librarnos de un futuro de erosi¨®n e infertilidad agr¨ªcola
Que no solemos valorar lo que tenemos hasta que comenzamos a perderlo es algo que hemos o¨ªdo o le¨ªdo en numerosas ocasiones. Lo que tenemos, lo que pisamos, lo que sostiene nuestro modo de vida¡ ¡°Caminante no hay camino...¡±
Ese camino de Machado ¨Cel polvo tras sus pasos de migrante, digno y derrotado, hacia Colliure¨C es la capa m¨¢s superficial de un suelo que no vemos, pero que est¨¢ ah¨ª. Que va permaneciendo y vi¨¦ndose moldeado con nuestras pulsiones y sue?os, tantas veces desmedidos.
Caminamos junto a la orilla del r¨ªo Sorraia en la vecindad tranquila y sosegada de Portugal. Un valle que refleja los verdes del ma¨ªz y el arroz que miran al cielo azul, surcado puntualmente por globos aerost¨¢ticos de colores v¨ªvidos. Nuestros cultivos, nuestras despensas, este ma¨ªz y arroz se sostienen en un pavimento del que poco sabemos.
Aparentemente escondido, el suelo bajo nuestros pies es un universo de microporos donde se desarrollan millones de vidas a diferentes escalas. Aire, agua, carbono, nitr¨®geno, bacterias, hongos, ra¨ªces¡ conviven en una aparente oscuridad de la que brotan todos estos verdes, esas palomitas frente a la pantalla o aquella paella en la Albufera.
El gran problema (como suele ocurrir con las cosas que por no verse en lo cotidiano parecieran no existir) es que pronto se van degradando. Si no los cuidamos, y no lo estamos haciendo, nuestros suelos desaparecen. Se pierde su humedad, su materia org¨¢nica, el dulzor tibio del humus en una ma?ana tras la lluvia.
Existen muchas alternativas para acercarnos a la tierra, para librarnos de un futuro de erosi¨®n e infertilidad agr¨ªcola
Una importante vertiente del modelo agr¨ªcola convencional genera riqueza degradando la tierra. Extrayendo con las cosechas sus nutrientes (reponiendo algunos, en ocasiones en exceso, y descuidando otros), mermando con el laboreo continuado su estructura, rompiendo con pesticidas delicadas redes ecol¨®gicas. Exponi¨¦ndolo a la virulencia de las lluvias torrenciales al dejarlo desnudo, priv¨¢ndolo de la materia org¨¢nica que necesita para seguir siendo suelo. Y as¨ª, sus agregados, que soportan tanta vida, presente y futura, se van deshaciendo, dejando escapar millones de toneladas de carbono que pasan a engrosar la ya excesiva concentraci¨®n de gases de efecto invernadero de nuestra atm¨®sfera.
?C¨®mo dejar de ignorar nuestros suelos? Existen muchas alternativas para acercarnos a la tierra, para librarnos de un futuro de erosi¨®n e infertilidad agr¨ªcola. Formas de producci¨®n agr¨ªcola ligadas a la tierra y al respeto por los ciclos de nutrientes y la biodiversidad. Presencia de cultivos cubierta que ya evitan la erosi¨®n en muchos de nuestros vergeles ecol¨®gicos, laboreo menos frecuente y menos profundo para permitir al suelo su propia regeneraci¨®n; y, por supuesto, la maravillosa recirculaci¨®n de materia org¨¢nica, de origen vegetal y animal. Como el esti¨¦rcol ganadero, que permite cerrar ciclos de nutrientes haciendo de un residuo un recurso muy valioso. Una valorizaci¨®n que m¨¢s dif¨ªcilmente puede producirse cuando los animales se cr¨ªan concentrados en las grandes instalaciones de la ganader¨ªa intensiva: sobra esti¨¦rcol cerca de ellas y falta en los vac¨ªos que dejan en el territorio.
El esti¨¦rcol ganadero es un ¡®residuo¡¯ muy valioso. Pero en las grandes instalaciones de la ganader¨ªa intensiva sobra esti¨¦rcol cerca de ellas y falta en los vac¨ªos que dejan en el territorio
?Y en nuestras zonas urbanas? Compost, compost, compost. Planes de compostaje vecinales y municipales que lleven la materia org¨¢nica de nuestros desperdicios (los inevitables) a alimentar los microorganismos de esos universos microsc¨®picos, aparentemente oscuros y silentes, que no son sino grandes constelaciones que crepitan bajo nuestros pies.
Normativa sobre el cuidado del suelo
Toda esta realidad est¨¢ reconocida por la agricultura ecol¨®gica desde hace d¨¦cadas y relanzada en el nuevo Reglamento (UE) 2018/848 que entrar¨¢ en vigor este mismo a?o. Nos encontramos en un momento de especial creatividad normativa al respecto del cuidado del suelo y una reconceptualizaci¨®n de una fertilidad de la tierra m¨¢s enfocada a la vida microbiana que a los nutrientes de s¨ªntesis. As¨ª, la reciente Ley de residuos y suelos contaminados 7/2022 controlar¨¢ la gesti¨®n de esti¨¦rcoles, o que las podas no puedan quemarse y tengan que incorporarse a la tierra. Y el Reglamento europeo UE 2019/1009 sobre productos fertilizantes que entr¨® en vigor en julio de 2022 establece nuevos criterios de calidad, reconociendo especialmente el papel de los bioestimulantes microbiol¨®gicos en la fertilidad del suelo.
Es tambi¨¦n relevante en este avance normativo a favor de la tierra la estrategia europea De la Granja a la Mesa, que act¨²a como el brazo alimentario del Pacto Verde Europeo, y plantea que en el a?o 2030 debemos haber alcanzado una reducci¨®n del 50% en el uso de pesticidas y de un 20% en los fertilizantes de s¨ªntesis. Y, adem¨¢s, un incremento de la superficie ecol¨®gica hasta abarcar al menos un 25% de la superficie agraria ¨²til en cada Estado miembro.
Es tambi¨¦n notable la Misi¨®n Europea por el suelo o Soil Deal, que entra en vigor tambi¨¦n en 2022 y que estudiar¨¢ y establecer¨¢ una serie de faros y laboratorios vivos, a modo de comunidades ejemplares y ejemplos a seguir en eficiencia. La soberan¨ªa fertilizadora es la base de la soberan¨ªa alimentaria.
Pero esta reorientaci¨®n pol¨ªtica no es ni de lejos suficiente ante la gravedad del reto del cambio global, que incluye el cambio clim¨¢tico, pero tambi¨¦n el empleo de la tierra o la p¨¦rdida de biodiversidad, adem¨¢s de otros procesos. Un vector (en este caso hist¨®rico) se define por el sentido (orientaci¨®n) de la fuerza, y por la intensidad de esta que se aplica. Creemos que la direcci¨®n de estas nuevas estrategias pol¨ªticas es muy parecida a la correcta, con unos grados de margen de debate sobre el norte ecol¨®gico, pero sus objetivos son claramente insuficientes y sus herramientas inciertas, pues a¨²n no se han desarrollado muchas de las normas para llevarlos a cabo.
Lo cierto es que la fertilidad de los suelos agr¨ªcolas sigue deterior¨¢ndose, que no hay materia org¨¢nica suficiente a coste de gesti¨®n razonable para recuperarla, y que el abuso de fertilizantes de s¨ªntesis solo parece tender a disminuir tras la subida de precios de la energ¨ªa. En un escenario de disponibilidad energ¨¦tica menguante, nos estamos viendo abocados a cambiar las estrategias de fertilizaci¨®n y a dar a la tierra el valor que siempre tuvo hasta que la industria qu¨ªmica condujo a considerarlo solo un mero soporte para las plantas.
Hay severos motivos para pensar que el despliegue normativo no llegar¨¢ a tiempo. Que hay que lograr que sea m¨¢s ambicioso y a la vez hay que seguir avanzando sin esperar a que se materialice. Los informes del IPCC, y nuestra propia prospectiva del curso de este siglo, constatan que se necesitan cambios muy profundos desde ahora. Cambios que requieren de una transformaci¨®n a todos los niveles, desde la producci¨®n al consumo, de nuestra relaci¨®n con el suelo. Ante los enormes retos ambientales a los que se enfrenta el sistema agroalimentario en los pr¨®ximos a?os, es esencial que el polvo que somos deje de estar olvidado.
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