La muerte de un promotor del consenso
Gregorio Peces-Barba, uno de los padres de la Constituci¨®n y figura relevante de la Transici¨®n, falleci¨® este lunes a los 74 a?os en el Hospital Universitario de Asturias, donde estaba ingresado desde el d¨ªa 16. Lleg¨® a la pol¨ªtica desde el mundo intelectual y cristiano, represent¨® al PSOE en la ponencia que redact¨® la Constituci¨®n y fue presidente del Congreso y rector
Gregorio Peces-Barba fue probablemente una de las personas que antes tuvo claro en Espa?a que la Constituci¨®n de la democracia deb¨ªa ser fruto de un ¡°consenso nacional¡±. Quiz¨¢s porque el respeto sincero que sent¨ªa por sus compa?eros, los parlamentarios de cualquier signo pol¨ªtico, le hizo comprender, antes que nadie, que el acuerdo era posible y que merec¨ªa la pena poner todo el empe?o en tejer una red de v¨ªnculos personales que, llegado el momento, resistiera mejor que cualquier otro lazo los duros enfrentamientos del d¨ªa a d¨ªa de una ¨¦poca mucho m¨¢s convulsa de lo que ahora se quiere recordar.
Peces-Barba lleg¨® a la pol¨ªtica cuando ya ten¨ªa una importante trayectoria intelectual como pensador de ra¨ªz cristiana, especializado en el estudio y defensa de los derechos humanos. Su transici¨®n desde ese pensamiento cristiano de Jacques Maritain a la socialdemocracia se hizo sin dificultad, aunque durante bastantes a?os fue uno de los pocos dirigentes del Partido Socialista Obrero Espa?ol (PSOE) que hablaba p¨²blicamente de sus sentimientos religiosos y de su catolicismo.
En cuanto se decidi¨® que la iniciativa para elaborar el primer borrador de Constituci¨®n democr¨¢tica tras la muerte del dictador no recayera en el propio Gobierno sino en una comisi¨®n parlamentaria, muy pocos tuvieron dudas de que el representante del PSOE iba a ser el voluminoso y joven profesor Peces-Barba. En los d¨ªas y semanas siguientes fue patente que su presencia era decisiva, en el sentido de que su habilidad y disposici¨®n para el di¨¢logo y la relaci¨®n personal allanaban una y otra vez los conflictos, y que su formidable formaci¨®n jur¨ªdica ayudaba a encontrar las vueltas necesarias para hacer que cada art¨ªculo fuera aceptable por unos y otros.
Su aprecio p¨²blico por Manuel Fraga, exministro representante de la derecha heredera de Franco, caus¨® asombro, pero r¨¢pidamente su partido y la sociedad espa?ola empezaron a valorar su insistencia en forjar esa amistad. Fue su estrategia la que permiti¨® despu¨¦s la formaci¨®n de la pareja Fernando Abril Martorell-Alfonso Guerra, que dio el impulso definitivo al consenso constitucional, y fue ¨¦l quien consigui¨® desactivar la furiosa reacci¨®n de Fraga por verse excluido de las decenas de reuniones clandestinas en las que se iba forjando ese consenso sobre el nuevo texto fundamental. Interminables horas de conversaci¨®n sobre episodios de la historia de Espa?a y sobre aspectos puntuales y dif¨ªciles de orden jur¨ªdico terminaron haciendo comprender a Fraga que era la hora, no de la derecha franquista (AP), sino del entramado liberal-democratacristiano y tecnocr¨¢tico que representaba Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico (UCD). Fraga siempre reconoci¨® lealmente la influencia que hab¨ªa tenido su amistad con Peces-Barba a la hora de atemperar sus propias posiciones pol¨ªticas.
Peces-Barba se enorgullec¨ªa de su trabajo en la Comisi¨®n Constitucional, pero sobre todo de su paso por la presidencia del Congreso de los Diputados, que colm¨® sus ambiciones p¨²blicas. ¡°Para un profesor al que le apasiona el derecho y la pol¨ªtica, ?qu¨¦ mejor lugar que ese?¡±, reconoci¨® en muchas ocasiones. Su salida del Congreso, en 1986, se suaviz¨® por su r¨¢pida incorporaci¨®n a otro de sus proyectos m¨¢s importantes y queridos: la puesta en marcha de una nueva universidad p¨²blica en una zona de tradici¨®n obrera del sur de la Comunidad de Madrid, la Universidad Carlos III, hoy una de las m¨¢s prestigiosas de Espa?a.
A Peces-Barba no le gustaba hablar de ello, pero mantuvo siempre una espina en su coraz¨®n: la brutal e incomprensible campa?a contra ¨¦l que desarrollaron algunas asociaciones de v¨ªctimas del terrorismo, con el visto bueno del Partido Popular, cuando en 2004 el presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero le nombr¨® Alto Comisionado para el Apoyo a las V¨ªctimas de Terrorismo, algo que le dej¨® una herida dif¨ªcil de cerrar. Nunca comprendi¨® que sus antiguos compa?eros populares no salieran, enfadados, en su defensa y dieran fe de que nadie m¨¢s decente que el viejo experto en derechos humanos para cuidar la memoria de las v¨ªctimas. Alguna vez explic¨®, en voz baja y sin estridencias, que aquel suceso era un s¨ªntoma del peligroso deterioro que hab¨ªa ido experimentando la vida pol¨ªtica espa?ola. El deterioro de la vida democr¨¢tica espa?ola fue hasta el fin de sus d¨ªas su principal preocupaci¨®n.
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