Las utop¨ªas de Franco resisten
Localidades con top¨®nimos que homenajean a la dictadura se resisten a cambiar de nombre
El 9 de mayo de 1954, el General¨ªsimo y su esposa se levantaron para continuar su gira por Salamanca y Badajoz. Un viaje rutinario: inaugurar colonias, visitar religiosas en batalla contra las ¡°taras morales y f¨ªsicas¡± del campesinado y, por supuesto, bautizar pantanos. A mediod¨ªa, la comitiva parti¨® de Ciudad Rodrigo (Salamanca). La esperaba, a siete kil¨®metros de all¨ª, ¡°la masa campesina, agrupada en la flamante plaza del flamante poblado de ?gueda del Caudillo¡± con el objetivo de ¡°recibir de manos del General¨ªsimo los primeros t¨ªtulos de colonos que los redimen de la servidumbre del secano¡±. En respuesta a tanto agradecimiento, el dictador regal¨® un discurso sobre valores rurales y el oro de Rusia.
La fundaci¨®n de ?gueda ha quedado retratada en diarios de la ¨¦poca ¡ªOfensiva, Abc o La Voz de Mir¨®briga¡ª que glosan la presencia de insignes falangistas locales o c¨®mo el obispo al ver aparecer al dictador enton¨® una salve. Casi 60 a?os despu¨¦s, en Ciudad Rodrigo siguen llamando a ?gueda junto a otras cuatro pedan¨ªas (San Sebasti¨¢n, Conejera, Ivanrey y Sanjuanejo) ¡°los pueblos que hizo Franco¡±. Todos fueron levantados por una misma familia de constructores, los Mateo, y acumulan hoy una poblaci¨®n de alrededor de 200 personas. Estos detalles y muchos m¨¢s los da en el Ayuntamiento Tom¨¢s Dom¨ªnguez Cid, encargado del registro, secretario del alcalde e historiador aficionado. Su abuelo fue uno de los colonos de ?gueda. ¡°Era de Ciudad Rodrigo. All¨ª trabajaba una huerta diminuta y alquilaba burros. Imag¨ªnese el cambio cuando le dieron a ¨¦l y a sus 10 hijos una parcela, vacas y una casa enorme a precio muy ventajoso¡±, cuenta en su mesa del ayuntamiento sepultado por papeles. Eran d¨ªas felices, de matanzas y recogida de leche en el para¨ªso franquista, lejos de las estrecheces que se viv¨ªan en la ciudad. ¡°Comprender¨¢ por qu¨¦ no se plantea un refer¨¦ndum para cambiarle el nombre a ?gueda: la oposici¨®n de sus habitantes es total¡±, reflexiona Dom¨ªnguez. ¡°La historia pesa mucho¡±.
Es en el agradecimiento de los habitantes de estas viejas islas Utop¨ªa donde reside su resistencia a sacar a Franco de su top¨®nimo. Ocho n¨²cleos de poblaci¨®n (la mayor¨ªa no llega a municipio) siguen conservando en su nombre un homenaje al dictador: Llanos del Caudillo, en Ciudad Real; Bemb¨¦zar del Caudillo, en C¨®rdoba; ?gueda del Caudillo, en Salamanca; Alberche del Caudillo, en Toledo; B¨¢rdena del Caudillo, en Zaragoza; Guadiana del Caudillo y Villafranco del Guadiana, en Badajoz, y Villafranco del Guadalhorce, en M¨¢laga. Casi todos, antiguas colonias.
Aunque el art¨ªculo 15 de la Ley de Memoria Hist¨®rica es tajante con la obligaci¨®n de borrar denominaciones de calles y placas franquistas, resulta ambiguo respecto a los de poblaciones. Desde el fin de la dictadura, los cambios llegan con goteo. La mayor¨ªa, como en El Ferrol del Caudillo (1982) o G¨¦vora del Caudillo (el ¨²ltimo, en 2011), ha salido de una votaci¨®n en el pleno municipal. Otros prefieren hacer antes un refer¨¦ndum. Y a veces el resultado no es satisfactorio para los defensores de la ley. Es el caso de Guadiana del Caudillo, que rechaz¨® el cambio en marzo apoy¨¢ndose en lo desagradable de modificar una costumbre. Tambi¨¦n hay casos como el de Bemb¨¦zar, en donde se ha vuelto a utilizar el Del Caudillo despu¨¦s de quit¨¢rselo: la raz¨®n es que se creaban muchas confusiones postales con el cercano embalse de Bemb¨¦zar.
En nombre del general
- Ocho localidades mantienen en su nombre a Franco: Llanos del Caudillo, Bemb¨¦zar del Caudillo, ?gueda del Caudillo, Alberche del Caudillo, B¨¢rdena del Caudillo, Guadiana del Caudillo, Villafranco del Guadalhorce y Villafranco del Guadiana.
- Tambi¨¦n conservan nombre franquista localidades como Alcocero de Mola, donde se estrell¨® el avi¨®n del general; Quintanilla de On¨¦simo, en honor a On¨¦simo Redondo, fundador del JONS; San Leonardo de Yag¨¹e, por el capit¨¢n Juan Yag¨¹e, cari?osamente El carnicero de Badajoz; o Queipo de Llano,colonia dedicada a cultivar arroz.
Basta con poner un pie en ?gueda para percibir que el tema del top¨®nimo no gusta. El pueblo es muy peque?o: un cuadrado con 12 calles, perfectamente encalado y con una plaza central llena de flores y setos. Nada m¨¢s bajar del coche, un se?or mayor se acerca al reci¨¦n llegado y, al comentarle el objeto de su visita, se niega a hablar, dice, aunque pasar¨¢ hilando la hebra 20 minutos. Al preguntarle su nombre, se resiste a darlo: ¡°Soy el hombre que te encontraste debajo de un ¨¢rbol¡±.
¡°Yo estoy aqu¨ª desde antes de que se creara la colonia¡±, cuenta. ¡°Viv¨ªa en una finca en estos terrenos y de ni?os ven¨ªamos a ver las obras. No tenemos nada malo que decir y no nos gusta que vengan a molestarnos con la tonter¨ªa de cambiar el nombre. Franco nos dej¨® las tierras muy baratas a todos, hab¨ªa trabajo, trajeron vacas suizas¡¡±. El hombre remata la conversaci¨®n clavando con furia sus ojos muy azules: ¡°Se viv¨ªa bien cuando la gente a¨²n quer¨ªa trabajar. Luego vino lo de hacerse rico, el ladrillo, y ya ves. El que venga a molestar con el tema, no es bienvenido¡±.
?gueda lo ocuparon 539 personas procedentes de poblaciones de los alrededores. Hoy son oficialmente 112 habitantes. Seg¨²n el hombre encontrado bajo un ¨¢rbol, antiguo regente del bar, en realidad son 30, y el resto, visitantes estacionales. Ya no tienen escuela ni ayuntamiento, pero el pueblo en absoluto parece abandonado. En la calle hay una veintena de coches aparcados. Un par de mujeres mayores se escurren a sus casas al ver la conversaci¨®n con el forastero. Al avanzar por las calles, los postigos se cierran. Una de las v¨ªas se llama del General¨ªsimo; otra, de Jos¨¦ Antonio. El ambiente es limpio y suena de fondo el murmullo de las acequias sobre las que se levant¨® la agricultura de regad¨ªo. Ese fue el principal reclamo con el que el Instituto Nacional de Colonizaci¨®n cre¨® 300 de estas comunidades por toda Espa?a con campesinos de familia numerosa. Su misi¨®n era cultivar para alimentar a la regi¨®n. En definitiva, se trataba de reductos que deb¨ªan servir de vivero no solo alimenticio, tambi¨¦n moral: comunidades de rurales devotos, autosuficientes, antiurbanos y antiobreros. Una buena oportunidad para documentarse sobre el fen¨®meno llegar¨¢ este oto?o, cuando se estrene el documental Los colonos del Caudillo, en el que los directores Luc¨ªa Palacios y Dietmar Post parten de la historia de Llanos del Caudillo para plantear una reflexi¨®n sobre la memoria.
Mientras, la pol¨¦mica en torno a los homenajes al franquismo no remite. Esta semana, una sentencia ha obligado a Valencia a retirarle el t¨ªtulo de alcalde honorario al dictador. En Castell¨®n, la oposici¨®n ha pedido despojarlo de la medalla de oro de la ciudad. Y en otras localidades de los alrededores, la discusi¨®n contin¨²a, como en Algemes¨ª o Tous.
En 1954, Franco termin¨® su discurso en ?gueda con un sonoro ¡°?Arriba Espa?a!¡±. Ofensiva recoge que la respuesta popular al grito fue ¡°una estruendosa salva de aplausos que dura largo rato¡±. Casi 60 a?os despu¨¦s, el eco de aquellos aplausos sigue resonando.
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