Dos l¨ªderes y un m¨¢stil
Mas comparte con Rajoy la misma fe ciega en que solo hay un camino para conseguir los fines buscados, y un solo pacto posible, aqu¨¦l que sirva para reconocer sus propios planes
¡°El futuro se cancela por escasa participaci¨®n¡±. Esta frase, que creo que es de Sloterdijk, fue lo primero que se me vino a la mente despu¨¦s de contemplar la comparecencia de Rajoy en el Congreso. Nada, parece que no va a haber pactos. Nuestro presidente sigue a pi?¨®n fijo por la senda ¡°que hay que seguir¡±, sin hacer ninguna concesi¨®n a la oposici¨®n salvo la ret¨®rica de buscar coincidencias en las pensiones ¡ªel Pacto de Toledo obliga¡ª, la corrupci¨®n ¡ª?qu¨¦ menos!¡ª y la reforma administrativa. Nuestro destino est¨¢ trazado y ¨¦l, con maneras m¨¢s de gestor que de estadista, se limita a ejecutarlo. No gu¨ªa, administra. Y lo lleva bien, no parece inquietarle este papel. El rumbo es el adecuado porque la br¨²jula, la prima de riesgo ¡ªo sea, los mercados¡ª, nos dicen que es el camino. Las voces de los desesperanzados, esas que Rubalcaba se esforz¨® en transmitirle, quedaron, en palabras del portavoz del Grupo Popular, como meros ¡°cantos de sirenas¡±. En contraposici¨®n al caso de Ulises, Rajoy no solo se ha atado al m¨¢stil, sino que encima se ha tapado los o¨ªdos. Pero se ha olvidado de que la tropa, nosotros, los tenemos bien abiertos y poco a poco estamos cayendo en la cuenta de que, a este coste, ya apenas merece la pena llegar a destino alguno.
Lo m¨¢s curioso del caso es que ha conseguido que al fin haya oposici¨®n. La otra hoja de ruta de Rajoy, la que tiene para su propio partido, puede encontrarse con un escollo con el que no contaba, que el PSOE no se derrumbe. Precisamente, ?qu¨¦ paradoja!, en el momento en el que este estaba dispuesto a dejar de ser oposici¨®n si se le conced¨ªa la capacidad de compartir algunas decisiones clave en la gobernanza del pa¨ªs. Puede que sea una percepci¨®n err¨®nea, pero el desd¨¦n con el que se escenific¨® el rechazo al pacto ha permitido que los ciudadanos tomen conciencia de que el ¡°sistema¡± ya no es un bloque monol¨ªtico, el ¡°PPSOE¡±, al dictado de lo que otros deciden fuera de nuestras fronteras. Se ha trazado un rumbo alternativo que va m¨¢s all¨¢ de las meras declaraciones. Frente a los conceptos placebo de la macroeconom¨ªa est¨¢ndar ofrecidos por Rajoy se le han expuesto las dificultades bien reales de la gente normal. Prima de riesgo versus desempleo y pobreza. Es posible que esta alternativa no se pueda contraponer con tanta radicalidad, pero que al menos se nos explique por qu¨¦. ?Es incompatible atender a quienes m¨¢s sufren y a la vez cumplir con lo que nos exigen, o es que nuestros gobernantes no saben hacerlo? Y si lo que se nos pide va a tener estos costes, ?por qu¨¦ no tratamos de cambiarlo? Estas son las preguntas que nos hacemos todos y que no encontraron respuesta.
Lo dejo ah¨ª para la reflexi¨®n de cada cual. Ahora me interesa mirar m¨¢s all¨¢ del Ebro, porque all¨ª nos encontramos con otro l¨ªder que navega atado a su m¨¢stil y con los o¨ªdos sellados, ajeno a los ¡°cantos de sirenas¡± de quienes no comparten su rumbo, Artur Mas. Seguramente sea la ant¨ªtesis de Rajoy, tanto por personalidad como por los fines buscados, pero comparte con ¨¦l la misma fe ciega en que solo hay un camino para conseguirlos, y un solo pacto posible, aqu¨¦l que sirva para reconocer sus propios planes. Ahora ya sabemos que el derecho a decidir no se presenta como una pregunta, sino como un mero tr¨¢mite para santificar lo que ¨¦l ya ha decidido y lo que su Administraci¨®n se empe?a en presentar como mero fait accompli. Lo malo es que avanza en rumbo de colisi¨®n con la nave que pilota Rajoy, que en el tema de Catalu?a act¨²a con el mismo pi?¨®n fijo que con su pol¨ªtica econ¨®mica y de reformas.
Justo cuando m¨¢s necesitamos una pol¨ªtica dirigida al entendimiento mutuo se hace prevalecer la pol¨ªtica de la testosterona. Volvemos a esa pr¨¢ctica tan hisp¨¢nica de ver qui¨¦n tiene el m¨¢stil m¨¢s grande. Hay algo profundamente masculino en eso de no atender a quienes entonan las voces discrepantes. Son momentos en los que es tanto lo que nos jugamos que aquello que deber¨ªa prevalecer exige grandes dosis de cuidado y atenci¨®n a los que est¨¢n siendo excluidos; sentido y sensibilidad, flexibilidad y capacidad para ponerse en el lugar del otro. Esto no significa caer en la pusilanimidad y la indecisi¨®n, sino evitar entrar de nuevo en la l¨®gica de vencedores y vencidos, la maldici¨®n de nuestra historia. Si pactamos, todos perderemos algo, pero al menos habremos ganado el futuro.
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