Testigos del accidente:¡°Vi venir un torpedo enorme de polvo y ruido¡±
Los testigos hablan de un fuerte impacto antes de que ardiesen los vagones
Mari tend¨ªa la ropa junto a la huerta de su casa de Angrois, una parroquia rural a unos cuatro kil¨®metros de Santiago, enfrente de las v¨ªas del tren. A las 20.41 de ayer sinti¨® una ensordecedora explosi¨®n. ¡°Vi venir un torpedo enorme de polvo y ruido, pens¨¦ que era el tren se ven¨ªa contra m¨ª y me ech¨¦ a correr¡±, contaba a¨²n sin resuello a los periodistas. Enseguida, el fuego prendi¨® en algunos de los vagones, la zona se inund¨® de humo y el caos se apoder¨® del barrio.
La camarera del bar Tere, a 30 metros en l¨ªnea recta del siniestro, llam¨® en ese momento al 061 para pintar un panorama dantesco: ¡°Me dec¨ªan que me esperase, no me cre¨ªan pero yo solo le pod¨ªa decir que hab¨ªa muchos muertos¡±. En un bajo contiguo, el due?o del local habilit¨® un espacio para atender a los heridos en un improvisado hospital de campa?a. El jard¨ªn, delante del establecimiento, se llen¨® enseguida de personas ensangrentadas y con restos de esquirlas met¨¢licas en el cuerpo. En cuesti¨®n de minutos, empezaron a llegar camiones de bomberos, ambulancias y polic¨ªa con las sirenas a todo trapo. Algunos de los vecinos se apresuraron a bajar por su cuenta mantas, edredones y agua.
En medio de las casas, los paisanos comprobaron horrorizados c¨®mo uno de los vagones impact¨® contra el palco de la m¨²sica tras superar el muro de seguridad, de varios metros de altura. La chatarra acab¨® en medio del campo de la fiesta. ¡°Cuando llegu¨¦ a la zona, el vag¨®n todav¨ªa estaba movi¨¦ndose. Vi una mujer salir por la ventana¡±, relata un hombre, que de ni?o trabaj¨® con un carro de bueyes surtiendo las traviesas de esa v¨ªa, por la que ahora viajan los trenes de alta velocidad.
Del vag¨®n n¨²mero 7, uno de los ocho que descarrilaron y acabaron volcados, sale Ra¨²l Fariza, un norteamericano de Houston que llegaba a la ciudad para vivir las fiestas del Apostol tras visitar a unos famliares en Zamora. Fariza comprob¨® c¨®mo el convoy se sal¨ªa de la v¨ªa y tambi¨¦n vio a decenas de personas rodando por el suelo. Entre ellas, su mujer, Myrta. ¡°El impacto le arranc¨® el cuero cabelludo y estaba llena de sangre por todas partes¡±. Cuando la rescataron los servicios de emergencia, estaba viva. Este mismo viajero tambi¨¦n vio c¨®mo se rescataba a un beb¨¦, ¡°en principio, sano y salvo¡±.
Los relatos de los testigos compiten en horror. ¡°Yo iba con los cascos escuchando m¨²sica y no escuch¨¦ nada, solo cuando descarrilamos. Hab¨ªa gente destrozada, muchas personas sangrando, esto es horrible¡±.
En el vag¨®n contiguo, dos universitarios cuentan a¨²n con cara de p¨¢nico que sintieron el impacto y que enseguida se vieron ¡°rodeados de cad¨¢veres¡±.
"El instante del accidente ha desaparecido por ahora de mi mente", asegura la viajera Pilar Padilla. "Recuerdo el anuncio de que est¨¢bamos a punto de llegar a Santiago y despu¨¦s que el tren se volvi¨® del rev¨¦s. En ning¨²n momento perd¨ª el conocimiento. Todo lo que estaba en la parte superior de los asientos cay¨® sobre nosotros", asegura Pilar, quien iniciaba ayer sus vacaciones con destino a la residencia La Zapateira de A Coru?a, donde ten¨ªa previsto estar a finales de agosto. "Todo transcurri¨® muy r¨¢pido cuando me quise dar cuenta estaban los bomberos sac¨¢ndome del tren. Creo que fue por el tejado. Al instante me vi en una camilla y despu¨¦s me trasladaron al Hospital Policl¨ªnico La Rosaleda. Intento hacer memoria, pero es como si esos momentos de mi vida hubiesen desaparecido. No s¨¦ si alg¨²n d¨ªa recordar¨¦ o quedar¨¢ en mi mente". Pilar Padilla tiene rota una mu?eca y heridas en los pies.
Una vecina cuenta ante las c¨¢maras de Televisi¨®n de Galicia que las casas temblaron en toda la zona, que no escuch¨® el frenazo, solo el estruendo del impacto contra el muro. Siguen llegando hileras de ambulancias, bomberos, coches de protecci¨®n civil y algunos veh¨ªculos particulares. Agentes de polic¨ªa solicitan un mando ¨²nico que coordine todas las tareas de rescate. Se viven momentos de nerviosismo y la gente que quiere ayudar a veces entorpece el funcionamiento del operativo.
Al hospital Cl¨ªnico, situado a unos tres kil¨®metros del siniestro, no dejan de llegar heridos: en ambulancias, coches particulares y hasta en taxis. En la sala de Urgencias, una voz met¨¢lica va llamando por megafon¨ªa a los familiares de las v¨ªctimas que empiezan a acercarse a la cl¨ªnica. Enuncian los apellidos y, uno a uno, los m¨¦dicos van informando personalmente de la situaci¨®n de los heridos. O peor: trasladan el p¨¦same a los allegados de los fallecidos. Llegan personas rotas y desorientadas que suplican informaci¨®n. Muchas no obtienen respuesta porque a¨²n faltan varios vagones por excarcelar. El amasijo de hierros no ha permitido recuperar a¨²n todos los cad¨¢veres y en el Cl¨ªnico se suceden las escenas de desesperaci¨®n.
Los m¨¦dicos alertan de que se necesita sangre pero piden a los voluntarios que se desplacen hasta el centro de donaciones, junto al campus universitario. El hospital est¨¢ colapsado y precisa de toda la infraestructura para atender a los heridos. Los quir¨®fanos empiezan a programar las intervenciones quir¨²rgicas m¨¢s urgentes. Sobre las diez de la noche, el presidente de la Xunta, Alberto N¨²?ez Feij¨®o, llega al epicentro de la tragedia. ¡°Hay muertos, muchos muertos¡±, cuenta, desencajado, a un periodista de la cadena SER. El dr¨¢matico recuento empieza a engordar. Primero seis, despu¨¦s 10, m¨¢s tarde, 15 y luego treinta. A las 12 de la noche, son m¨¢s de 40. Y faltan todav¨ªa dos convoyes por revisar. Pinta mal: son los vagones m¨¢s da?ados por el choque. Uno de ellos est¨¢ calcinado.
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