¡°?R¨¢pido, a la s¨¦ptima planta!¡±
Los trabajadores de la mina fueron los primeros en acudir al rescate de sus compa?eros Estaban atrapados a 700 metros, y los subieron ellos mismos hasta la superficie
El turno de ma?ana de los mineros del Pozo Emilio del Valle de Santa Luc¨ªa, la explotaci¨®n propiedad de la Hullera Vasco Leonesa en el municipio leon¨¦s de Pola de Gord¨®n (3.900 habitantes), donde este lunes murieron seis mineros intoxicados por gas gris¨², hab¨ªa comenzado a las ocho de la ma?ana. A la una y media del mediod¨ªa, cuando solo faltaba hora y media para terminar la jornada, los tel¨¦fonos diseminados por las galer¨ªas subterr¨¢neas dieron la voz de alarma. Todos los mineros deb¨ªan acudir r¨¢pidamente a la rampa s¨¦ptima. Hab¨ªa una bolsa de gas gris¨² y varios compa?eros yac¨ªan inconscientes en el suelo.
¡°Nosotros est¨¢bamos en el corte de al lado, a unos 500 metro de la s¨¦ptima¡±, relata por tel¨¦fono un minero que, nervioso y emocionado, prefiere no dar su nombre. ¡°Hacia la una y media escuchamos el aviso por tel¨¦fono. ?R¨¢pido, todos a la s¨¦ptima planta! Dejamos el tajo y fuimos para all¨ª tan pronto como pudimos¡±. Al llegar a la rampa, a casi 700 metros de profundidad, se toparon con el horror.
¡°Hab¨ªa cuerpos en el suelo. Un compa?ero y yo llegamos los primeros y al momento comenzaron a venir los otros. Hab¨ªa muchos inconscientes en el suelo. Reanimamos a un compa?ero y lo sacamos de all¨ª, a donde se pudiera respirar. Lo intentamos con otro pero fue imposible. Estaba muerto¡±.
Aunque ninguno superaba los 45 a?os, los mineros que este mediod¨ªa se dejaron la vida en las entra?as de la monta?a leonesa, ten¨ªan a sus espaldas muchos kilos de carb¨®n. ¡°El que menos llevaba aqu¨ª hab¨ªa entrado en 1998¡±, expresa su compa?ero, conmovido, al tel¨¦fono.
La actividad hab¨ªa vuelto a la mina en junio, cuando la empresa levant¨® el expediente de regulaci¨®n de empleo que dej¨® a muchos sin empleo y sueldo durante varios meses. ¡°Ahora las cosas estaban mucho mejor. Hemos estado semanas y semanas en casa sin nada que hacer, esperando volver aqu¨ª¡±.
Ese lugar al que tantos anhelaban volver en una regi¨®n asolada por el paro y con un sector energ¨¦tico en declive desde hace a?os, les trajo la muerte. Al tel¨¦fono, aunque dolida, la voz que narra la desgracia suena contenida. ¡°Al principio fuimos nosotros los que sacamos los primeros cuerpos. Algunas estaban inconscientes y otros directamente muertos. Los llev¨¢bamos, a ratos arrastrados y a ratos en volandas, por unas escaleras de madera de 37 grados [de inclinaci¨®n] y unas galer¨ªas de menos de metro y medio de ancho y alguno m¨¢s de alto. Cuando salimos a la superficie vimos al m¨¦dico de la empresa y despu¨¦s ya llegaron varias ambulancias. A algunos los pudieron reanimar porque solo estaban inconscientes. A otros, no¡±.
En la superficie estaban las familias. ¡°Era lo que les faltaba¡±, se escuch¨® suspirar en la boca de la mina donde mujeres, hijos, padres y hermanos vagaban con el coraz¨®n en un pu?o en busca de noticias de sus seres queridos. ¡°Cuando sal¨ª de la ducha mi hermano hab¨ªa venido y estaba preguntando por m¨ª. Vi a la mujer de mi compa?ero, que est¨¢ embaraza de ocho meses, y le dije ¡®tranquila, el tuyo est¨¢ bien¡±.
Otros nombres, sin embargo, no escucharon ese alivio. La mujer, hoy viuda, y los dos hijos de Carlos P¨¦rez, ahora hu¨¦rfanos. La ni?a con apenas unas semanas de vida que no recordar¨¢ nunca la voz de su padre, Manuel Moure. La madre de Orlando Gonz¨¢lez, que ha visto como la tierra se ha tragado definitivamente a su hijo. O los v¨¢stagos del asturiano Jos¨¦ Luis Arias, que crecer¨¢n con la ausencia de un padre al que mat¨® el gris¨².
Los mineros hablan del gris¨² ¡ªun gas compuesto mayoritariamente por metano¡ª como un elemento m¨¢s del d¨ªa a d¨ªa. Saben que a veces aparece, de repente, y mata. Los del Pozo Emilio del Valle saben, adem¨¢s, que para combatirlo deben echar mano al cintur¨®n. All¨ª llevan, sujeto con correas, un autorrescatador. Los autorrescatadores son equipos de respiraci¨®n aut¨®nomos que permiten que los mineros respiren algo m¨¢s de media hora gracias a que el sistema, que trabaja con di¨®xido de potasio, es capaz de regenerar el aire expulsado por el propio individuo. Son 30 minutos capaces de salvar la vida. Pero no les dio tiempo.
¡°El efecto del gris¨² es inmediato. Dos de los compa?eros que entraron a la rampa siete detr¨¢s de nosotros para ayudar con el rescate, cayeron fulminados en cinco segundos. Tampoco hab¨ªan abierto el rescatador¡±, cuenta por tel¨¦fono un minero con m¨¢s de 20 a?os de experiencia.
Varios vecinos de la zona vinculados con la miner¨ªa se refieren al pozo Emilio del Valle como uno de los que m¨¢s respeta las medidas de seguridad. ¡°Esa mina es ejemplar pero, por mucha seguridad que quieras, la mina es la mina¡±, resume uno.
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