Mensaje de Felipe VI en su proclamaci¨®n ante las Cortes
Comparezco hoy ante Las Cortes Generales para pronunciar el juramento previsto en nuestra Constituci¨®n y ser proclamado Rey de Espa?a. Cumplido ese deber constitucional, quiero expresar el reconocimiento y el respeto de la Corona a estas C¨¢maras, depositarias de la soberan¨ªa nacional. Y perm¨ªtanme que me dirija a sus se?or¨ªas y desde aqu¨ª, en un d¨ªa como hoy, al conjunto de los espa?oles.
Inicio mi reinado con una profunda emoci¨®n por el honor que supone asumir la Corona, consciente de la responsabilidad que comporta y con la mayor esperanza en el futuro de Espa?a.
Una naci¨®n forjada a lo largo de siglos de Historia por el trabajo compartido de millones de personas de todos los lugares de nuestro territorio y sin cuya participaci¨®n no puede entenderse el curso de la Humanidad.
Una gran naci¨®n, Se?or¨ªas, en la que creo, a la que quiero y a la que admiro; y a cuyo destino me he sentido unido toda mi vida, como Pr¨ªncipe Heredero y -hoy ya- como Rey de Espa?a.
Ante sus Se?or¨ªas y ante todos los espa?oles -tambi¨¦n con una gran emoci¨®n- quiero rendir un homenaje de gratitud y respeto hacia mi padre, el Rey Juan Carlos I. Un reinado excepcional pasa hoy a formar parte de nuestra historia con un legado pol¨ªtico extraordinario. Hace casi 40 a?os, desde esta tribuna, mi padre manifest¨® que quer¨ªa ser Rey de todos los espa?oles. Y lo ha sido. Apel¨® a los valores defendidos por mi abuelo el Conde Barcelona y nos convoc¨® a un gran proyecto de concordia nacional que ha dado lugar a los mejores a?os de nuestra historia contempor¨¢nea.
En la persona del Rey Juan Carlos rendimos hoy el agradecimiento que merece una generaci¨®n de ciudadanos que abri¨® camino a la democracia, al entendimiento entre los espa?oles y a su convivencia en libertad. Esa generaci¨®n, bajo su liderazgo y con el impulso protagonista del pueblo espa?ol, construy¨® los cimientos de un edificio pol¨ªtico que logr¨® superar diferencias que parec¨ªan insalvables, conseguir la reconciliaci¨®n de los espa?oles, reconocer a Espa?a en su pluralidad y recuperar para nuestra Naci¨®n su lugar en el mundo.
Y me permitir¨¢n tambi¨¦n, Se?or¨ªas, que agradezca a mi madre, la Reina Sof¨ªa, toda una vida de trabajo impecable al servicio de los espa?oles. Su dedicaci¨®n y lealtad al Rey Juan Carlos, su dignidad y sentido de la responsabilidad, son un ejemplo que merece un emocionado tributo de gratitud que hoy -como hijo y como Rey- quiero dedicarle. Juntos, los Reyes Juan Carlos y Sof¨ªa, desde hace m¨¢s de 50 a?os, se han entregado a Espa?a. Espero que podamos seguir contando muchos a?os con su apoyo, su experiencia y su cari?o.
A lo largo de mi vida como Pr¨ªncipe de Asturias, de Girona y de Viana, mi fidelidad a la Constituci¨®n ha sido permanente, como irrenunciable ha sido -y es- mi compromiso con los valores en los que descansa nuestra convivencia democr¨¢tica. As¨ª fui educado desde ni?o en mi familia, al igual que por mis maestros y profesores. A todos ellos les debo mucho y se lo agradezco ahora y siempre. Y en esos mismos valores de libertad, de responsabilidad, de solidaridad y de tolerancia, la Reina y yo educamos a nuestras hijas, la Princesa de Asturias y la Infanta Sof¨ªa.
Se?oras y Se?ores Diputados y Senadores,
Hoy puedo afirmar ante estas C¨¢maras -y lo celebro- que comienza el reinado de un Rey constitucional.
Un Rey que accede a la primera magistratura del Estado de acuerdo con una Constituci¨®n que fue refrendada por los espa?oles y que es nuestra norma suprema desde hace ya m¨¢s de 35 a?os.
Un Rey que debe atenerse al ejercicio de las funciones que constitucionalmente le han sido encomendadas y, por ello, ser s¨ªmbolo de la unidad y permanencia del Estado, asumir su m¨¢s alta representaci¨®n y arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones.
Un Rey, en fin, que ha de respetar tambi¨¦n el principio de separaci¨®n de poderes y, por tanto, cumplir las leyes aprobadas por las Cortes Generales, colaborar con el Gobierno de la Naci¨®n -a quien corresponde la direcci¨®n de la pol¨ªtica nacional- y respetar en todo momento la independencia del Poder Judicial.
No tengan dudas, Se?or¨ªas, de que sabr¨¦ hacer honor al juramento que acabo de pronunciar; y de que, en el desempe?o de mis responsabilidades, encontrar¨¢n en m¨ª a un Jefe del Estado leal y dispuesto a escuchar, a comprender, a advertir y a aconsejar; y tambi¨¦n a defender siempre los intereses generales.
Y perm¨ªtanme a?adir, que a la celebraci¨®n de este acto de tanta trascendencia hist¨®rica, pero tambi¨¦n de normalidad constitucional, se une mi convicci¨®n personal de que la Monarqu¨ªa Parlamentaria puede y debe seguir prestando un servicio fundamental a Espa?a.
La independencia de la Corona, su neutralidad pol¨ªtica y su vocaci¨®n integradora ante las diferentes opciones ideol¨®gicas, le permiten contribuir a la estabilidad de nuestro sistema pol¨ªtico, facilitar el equilibrio con los dem¨¢s ¨®rganos constitucionales y territoriales, favorecer el ordenado funcionamiento del Estado y ser cauce para la cohesi¨®n entre los espa?oles. Todos ellos, valores pol¨ªticos esenciales para la convivencia, para la organizaci¨®n y desarrollo de nuestra vida colectiva.
Pero las exigencias de la Corona no se agotan en el cumplimiento de sus funciones constitucionales. He sido consciente, desde siempre, de que la Monarqu¨ªa Parlamentaria debe estar abierta y comprometida con la sociedad a la que sirve; ha de ser una fiel y leal int¨¦rprete de las aspiraciones y esperanzas de los ciudadanos, y debe compartir -y sentir como propios- sus ¨¦xitos y sus fracasos.
La Corona debe buscar la cercan¨ªa con los ciudadanos, saber ganarse continuamente su aprecio, su respeto y su confianza; y para ello, velar por la dignidad de la instituci¨®n, preservar su prestigio y observar una conducta ¨ªntegra, honesta y transparente, como corresponde a su funci¨®n institucional y a su responsabilidad social. Porque, s¨®lo de esa manera, se har¨¢ acreedora de la autoridad moral necesaria para el ejercicio de sus funciones. Hoy, m¨¢s que nunca, los ciudadanos demandan con toda raz¨®n que los principios morales y ¨¦ticos inspiren -y la ejemplaridad presida- nuestra vida p¨²blica. Y el Rey, a la cabeza del Estado, tiene que ser no s¨®lo un referente sino tambi¨¦n un servidor de esa justa y leg¨ªtima exigencia de los ciudadanos.
?stas son, Se?or¨ªas, mis convicciones sobre la Corona que, desde hoy, encarno: una Monarqu¨ªa renovada para un tiempo nuevo. Y afronto mi tarea con energ¨ªa, con ilusi¨®n y con el esp¨ªritu abierto y renovador que inspira a los hombres y mujeres de mi generaci¨®n.
Se?oras y Se?ores Diputados y Senadores,
Hoy es un d¨ªa en el que, si tuvi¨¦ramos que mirar hacia el pasado, me gustar¨ªa que lo hici¨¦ramos sin nostalgia, pero con un gran respeto hacia nuestra historia; con esp¨ªritu de superaci¨®n de lo que nos ha separado o dividido; para as¨ª recordar y celebrar todo lo que nos une y nos da fuerza y solidez hacia el futuro.
"En esa Espa?a unida y diversa cabemos todos"
En esa mirada deben estar siempre presentes, con un inmenso respeto tambi¨¦n, todos aquellos que, v¨ªctimas de la violencia terrorista, perdieron su vida o sufrieron por defender nuestra libertad. Su recuerdo permanecer¨¢ en nuestra memoria y en nuestro coraz¨®n. Y la victoria del Estado de Derecho, junto a nuestro mayor afecto, ser¨¢ el mejor reconocimiento a la dignidad que merecen.
Y mirando a nuestra situaci¨®n actual, Se?or¨ªas, quiero tambi¨¦n transmitir mi cercan¨ªa y solidaridad a todos aquellos ciudadanos a los que el rigor de la crisis econ¨®mica ha golpeado duramente hasta verse heridos en su dignidad como personas. Tenemos con ellos el deber moral de trabajar para revertir esta situaci¨®n y el deber ciudadano de ofrecer protecci¨®n a las personas y a las familias m¨¢s vulnerables. Y tenemos tambi¨¦n la obligaci¨®n de transmitir un mensaje de esperanza -especialmente a los m¨¢s j¨®venes- de que la soluci¨®n de sus problemas y en particular la obtenci¨®n de un empleo, sea una prioridad para la sociedad y para el Estado. S¨¦ que todas sus Se?or¨ªas comparten estas preocupaciones y estos objetivos.
Pero sobre todo, Se?or¨ªas, hoy es un d¨ªa en el que me gustar¨ªa que mir¨¢ramos hacia adelante, hacia el futuro; hacia la Espa?a renovada que debemos seguir construyendo todos juntos al comenzar este nuevo reinado.
"Encarno una monarqu¨ªa renovada para un nuevo tiempo"
A lo largo de estos ¨²ltimos a?os -y no sin dificultades- hemos convivido en democracia, superando finalmente tiempos de tragedia, de silencio y oscuridad. Preservar los principios e ideales en los que se ha basado esa convivencia y a los que me he referido antes, no s¨®lo es un acto de justicia con las generaciones que nos han precedido, sino una fuente de inspiraci¨®n y ejemplo en todo momento para nuestra vida p¨²blica. Y garantizar la convivencia en paz y en libertad de los espa?oles es y ser¨¢ siempre una responsabilidad ineludible de todos los poderes p¨²blicos.
Los hombres y mujeres de mi generaci¨®n somos herederos de ese gran ¨¦xito colectivo admirado por todo el mundo y del que nos sentimos tan orgullosos. A nosotros nos corresponde saber transmitirlo a las generaciones m¨¢s j¨®venes.
Pero tambi¨¦n es un deber que tenemos con ellas -y con nosotros mismos-, mejorar ese valioso legado, y acrecentar el patrimonio colectivo de libertades y derechos que tanto nos ha costado conseguir. Porque todo tiempo pol¨ªtico tiene sus propios retos; porque toda obra pol¨ªtica -como toda obra humana- es siempre una tarea inacabada.
Los espa?oles y especialmente los hombres y mujeres de mi generaci¨®n, Se?or¨ªas, aspiramos a revitalizar nuestras instituciones, a reafirmar, en nuestras acciones, la primac¨ªa de los intereses generales y a fortalecer nuestra cultura democr¨¢tica.
"Don Juan Carlos construy¨® los cimientos de un edificio pol¨ªtico que logr¨® la reconciliaci¨®n de los espa?oles"
Aspiramos a una Espa?a en la que se puedan alcanzar acuerdos entre las fuerzas pol¨ªticas sobre las materias y en los momentos en que as¨ª lo aconseje el inter¨¦s general.
Queremos que los ciudadanos y sus preocupaciones sean el eje de la acci¨®n pol¨ªtica, pues son ellos quienes con su esfuerzo, trabajo y sacrificio engrandecen nuestro Estado y dan sentido a las instituciones que lo integran.
Deseamos una Espa?a en la que los ciudadanos recuperen y mantengan la confianza en sus instituciones y una sociedad basada en el civismo y en la tolerancia, en la honestidad y en el rigor, siempre con una mentalidad abierta y constructiva y con un esp¨ªritu solidario.
Y deseamos, en fin, una Espa?a en la que no se rompan nunca los puentes del entendimiento, que es uno de los principios inspiradores de nuestro esp¨ªritu constitucional.
En ese marco de esperanza quiero reafirmar, como Rey, mi fe en la unidad de Espa?a, de la que la Corona es s¨ªmbolo. Unidad que no es uniformidad, Se?or¨ªas, desde que en 1978 la Constituci¨®n reconoci¨® nuestra diversidad como una caracter¨ªstica que define nuestra propia identidad, al proclamar su voluntad de proteger a todos los pueblos de Espa?a, sus culturas y tradiciones, lenguas e instituciones. Una diversidad que nace de nuestra historia, nos engrandece y nos debe fortalecer.
En Espa?a han convivido hist¨®ricamente tradiciones y culturas diversas con las que de continuo se han enriquecido todos sus pueblos. Y esa suma, esa interrelaci¨®n entre culturas y tradiciones tiene su mejor expresi¨®n en el concierto de las lenguas. Junto al castellano, lengua oficial del Estado, las otras lenguas de Espa?a forman un patrimonio com¨²n que, tal y como establece la Constituci¨®n, debe ser objeto de especial respeto y protecci¨®n; pues las lenguas constituyen las v¨ªas naturales de acceso al conocimiento de los pueblos y son a la vez los puentes para el di¨¢logo de todos los espa?oles. As¨ª lo han considerado y reclamado escritores tan se?eros como Antonio Machado, Espriu, Aresti o Castelao.
En esa Espa?a, unida y diversa, basada en la igualdad de los espa?oles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos; caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse espa?ol. Porque los sentimientos, m¨¢s a¨²n en los tiempos de la construcci¨®n europea, no deben nunca enfrentar, dividir o excluir, sino comprender y respetar, convivir y compartir.
Y esa convivencia, la debemos revitalizar cada d¨ªa, con el ejercicio individual y colectivo del respeto mutuo y el aprecio por los logros rec¨ªprocos. Debemos hacerlo con el afecto sincero, con la amistad y los v¨ªnculos de hermandad y fraternidad que son indispensables para alimentar las ilusiones colectivas.
"El Rey tiene que ser un referente de la ejemplaridad que demandan los ciudadanos en la vida p¨²blica"
Trabajemos todos juntos, Se?or¨ªas, cada uno con su propia personalidad y enriqueciendo la colectiva; hag¨¢moslo con lealtad, en torno a los nuevos objetivos comunes que nos plantea el siglo XXI. Porque una naci¨®n no es s¨®lo su historia, es tambi¨¦n un proyecto integrador, sentido y compartido por todos, que mire hacia el futuro.
Un nuevo siglo, Se?or¨ªas, que ha nacido bajo el signo del cambio y la transformaci¨®n y que nos sit¨²a en una realidad bien distinta de la del siglo XX.
Todos somos conscientes de que estamos asistiendo a profundas transformaciones en nuestras vidas que nos alejan de la forma tradicional de ver el mundo y de situarnos en ¨¦l. Y que, al tiempo que dan lugar a inquietud, incertidumbre o temor en los ciudadanos, abren tambi¨¦n nuevas oportunidades de progreso.
Afrontar todos estos retos y dar respuestas a los nuevos desaf¨ªos que afectan a nuestra convivencia, requiere el concurso de todos: de los poderes p¨²blicos, a los que corresponde liderar y definir nuestros grandes objetivos nacionales; pero tambi¨¦n de los ciudadanos, de su impulso, su convicci¨®n y su participaci¨®n activa. Es una tarea que demanda un profundo cambio de muchas mentalidades y actitudes y, por supuesto, gran determinaci¨®n y valent¨ªa, visi¨®n y responsabilidad.
Nuestra Historia nos ense?a que los grandes avances de Espa?a se han producido cuando hemos evolucionado y nos hemos adaptado a la realidad de cada tiempo; cuando hemos renunciado al conformismo o a la resignaci¨®n y hemos sido capaces de levantar la vista y mirar m¨¢s all¨¢ -y por encima- de nosotros mismos; cuando hemos sido capaces de compartir una visi¨®n renovada de nuestros intereses y objetivos comunes.
El bienestar de nuestros ciudadanos -hombres y mujeres-, Se?or¨ªas, nos exige situar a Espa?a en el siglo XXI, en el nuevo mundo que emerge aceleradamente; en el siglo del conocimiento, la cultura y la educaci¨®n.
Tenemos ante nosotros el gran desaf¨ªo de impulsar las nuevas tecnolog¨ªas, la ciencia y la investigaci¨®n, que son hoy las verdaderas energ¨ªas creadoras de riqueza; el desaf¨ªo de promover y fomentar la innovaci¨®n, la capacidad creativa y la iniciativa emprendedora como actitudes necesarias para el desarrollo y el crecimiento. Todo ello es, a mi juicio, imprescindible para asegurar el progreso y la modernizaci¨®n de Espa?a y nos ayudar¨¢, sin duda, a ganar la batalla por la creaci¨®n de empleo, que constituye hoy la principal preocupaci¨®n de los espa?oles.
El siglo XXI, el siglo tambi¨¦n del medio ambiente, deber¨¢ ser aquel en el que los valores human¨ªsticos y ¨¦ticos que necesitamos recuperar y mantener, contribuyan a eliminar las discriminaciones, afiancen el papel de la mujer y promuevan a¨²n m¨¢s la paz y la cooperaci¨®n internacional.
Se?or¨ªas, me gustar¨ªa referirme ahora a ese ¨¢mbito de las relaciones internacionales, en el que Espa?a ocupa una posici¨®n privilegiada por su lugar en la geograf¨ªa y en la historia del mundo.
De la misma manera que Europa fue una aspiraci¨®n de Espa?a en el pasado, hoy Espa?a es Europa y nuestro deber es ayudar a construir una Europa fuerte, unida y solidaria, que preserve la cohesi¨®n social, afirme su posici¨®n en el mundo y consolide su liderazgo en los valores democr¨¢ticos que compartimos. Nos interesa, porque tambi¨¦n nos fortalecer¨¢ hacia dentro. Europa no es un proyecto de pol¨ªtica exterior, es uno de los principales proyectos para el Reino de Espa?a, para el Estado y para la sociedad.
Con los pa¨ªses iberoamericanos nos unen la historia y lazos muy intensos de afecto y hermandad. En las ¨²ltimas d¨¦cadas, tambi¨¦n nos unen intereses econ¨®micos crecientes y visiones cada vez m¨¢s cercanas sobre lo global. Pero, sobre todo, nos une nuestra lengua y nuestra cultura compartidas. Un activo de un inmenso valor que debemos potenciar con determinaci¨®n y generosidad.
Y finalmente, nuestros v¨ªnculos antiguos de cultura y de sensibilidad pr¨®ximos con el Mediterr¨¢neo, Oriente Medio y los pa¨ªses ¨¢rabes, nos ofrecen una capacidad de interlocuci¨®n privilegiada, basada en el respeto y la voluntad de cooperar en tantos ¨¢mbitos de inter¨¦s mutuo e internacional, en una zona de tanta relevancia estrat¨¦gica, pol¨ªtica y econ¨®mica.
En un mundo cada vez m¨¢s globalizado, en el que est¨¢n emergiendo nuevos actores relevantes, junto a nuevos riesgos y retos, s¨®lo cabe asumir una presencia cada vez m¨¢s potente y activa en la defensa de los derechos de nuestros ciudadanos y en la promoci¨®n de nuestros intereses, con la voluntad de participar e influir m¨¢s en los grandes asuntos de la agenda global y sobre todo en el marco de las NN.UU.
Se?oras y Se?ores Diputados y Senadores,
Con mis palabras de hoy, he querido cumplir con el deber que siento de transmitir a sus se?or¨ªas y al pueblo espa?ol, sincera y honestamente, mis sentimientos, convicciones y compromisos sobre la Espa?a con la que me identifico, la que quiero y a la que aspiro; y tambi¨¦n sobre la Monarqu¨ªa Parlamentaria en la que creo: como dije antes y quiero repetir ahora, una monarqu¨ªa renovada para un tiempo nuevo.
Y al terminar mi mensaje quiero agradecer a los espa?oles el apoyo y el cari?o que en tantas ocasiones he recibido. Mi esperanza en nuestro futuro se basa en mi fe en la sociedad espa?ola; una sociedad madura y vital, responsable y solidaria, que est¨¢ demostrando una gran entereza y un esp¨ªritu de superaci¨®n que merecen el mayor reconocimiento.
Se?or¨ªas, tenemos un gran Pa¨ªs; Somos una gran Naci¨®n, creamos y confiemos en ella.
Dec¨ªa Cervantes en boca de Don Quijote: "no es un hombre m¨¢s que otro si no hace m¨¢s que otro".
Yo me siento orgulloso de los espa?oles y nada me honrar¨ªa m¨¢s que, con mi trabajo y esfuerzo de cada d¨ªa, los espa?oles pudieran sentirse orgullosos de su nuevo Rey.
Muchas gracias. Moltes gr¨¤cies. Eskerrik asko. Moitas grazas.
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