Mascaradas
La apoteosis performativa de Podemos se celebr¨® por partida doble: en Vistalegre y ante sus ¡®followers¡¯
Para la c¨¦lebre fil¨®sofa progresista Judith Butler, las mascaradas son aquellas performances que ponen en escena la propia identidad, sea para inaugurarla, para reafirmarla o para transformarla. Es el caso del outing o salida del armario, cuando alguien anuncia en p¨²blico su opci¨®n homosexual. Una performatividad que se ha generalizado, pues gracias a los m¨®viles ahora todo el mundo puede escenificar en las redes sociales esas actuaciones performativas que les sirven para ostentar su pretendida identidad reforzando su narcisismo exhibicionista. Como por ejemplo los selfies: esas autofotos con famosos que sirven de carta de presentaci¨®n ante los dem¨¢s. Pura mascarada, pues el caso es disfrazarse de algo con impostado postureo para hacer de uno mismo en compa?¨ªa de alguien. Ahora bien, este giro performativo de Butler tambi¨¦n ha llegado al mundo de la pol¨ªtica, como revelan las tres mascaradas que hoy est¨¢n de m¨¢xima actualidad.
La mascarada m¨¢s anecd¨®tica es la del peque?o Nicol¨¢s, un compulsivo coleccionista de selfies publicitarios junto a conspicuos miembros de la ¨¦lite dirigente que le serv¨ªan para construirse un impresionante curr¨ªculum de relaciones institucionales: lo que hoy el marketing llama personal brand. Esto le asimilaba a multitud de otros tantos alevines del vivero dirigente: j¨®venes emprendedores que tratan de medrar acogidos al patrocinio clientelar de la FAES, las Nuevas Generaciones del PP y dem¨¢s instituciones locales, empresariales o ministeriales controladas por el partido en el poder. Pero la verdadera performance del peque?o Nicol¨¢s, su tour de force que le ha hecho conquistar la gloria medi¨¢tica, ha sido lograr que le descubran para que al fin se le reconozca como un simpar impostor excepcional.
Otra gloriosa mascarada, pero esta vez no individual sino colectiva, es la que han montado Iglesias y Monedero con su puesta en escena de Podemos, como gran movimiento mesi¨¢nico predestinado a redimir a Espa?a del pecado original cometido por los padres fundadores del r¨¦gimen de la transici¨®n. En este caso su apoteosis performativa se celebr¨® por partida doble. Presencialmente, la semana pasada en el palacio Vistalegre, donde se congregaron miles de fieles para escenificar un masivo selfie pol¨ªtico. Y vicariamente a lo largo de esta semana, mientras decenas de miles de followers virtuales confirmaban con su voto electr¨®nico las nuevas tablas de la ley. Una formidable mascarada en el sentido de Butler, a la que el propio Pablo Iglesias cit¨® el lunes pasado desde su esca?o en el Parlamento Europeo, cuando recomend¨® en persona una performance al presidente Juncker.
No obstante, la performance m¨¢s apote¨®sica ser¨¢ la mascarada de Mas: una fingida kermesse h¨¦ro?que como aquella flamenca filmada por Feyder. Se dir¨¢ que es un mero recuento de adictos y afines sin garant¨ªa contable, celebrado a modo de selfie soberanista para reforzar el frustrado narcisismo colectivo. Pero hay m¨¢s, pues ante el cantado fracaso de su consulta, Mas va a escenificar en masa una proclamaci¨®n performativa que le permita sostener al d¨ªa siguiente: ya somos naci¨®n y podemos ser Estado tambi¨¦n. Lo que se dice hacer un Butler: de la performatividad al empoderamiento. Y para ello poco importa que todo sea una mascarada celebrada en fraude de ley que deslegitima a las instituciones catalanas con absoluta inseguridad jur¨ªdica.
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