Si hay voluntad pol¨ªtica¡
El latiguillo parece inocuo, pero suele tener un significado perverso
Hay latiguillos peligrosos. Este es uno de ellos. Se suele afirmar, con frecuencia, que una determinada actuaci¨®n puede llevarse a cabo ¡°si hay voluntad pol¨ªtica¡±. En principio, parece una obviedad. Voluntad equivale aqu¨ª a deseo: si desde un determinado poder p¨²blico se desea hacer algo se hace y si no, no. Y punto. La voluntad de hacer es un elemento esencial, no puede darse actuaci¨®n pol¨ªtica sin este imprescindible impulso, cualquier autoridad la ejerce a diario.
En principio, pues, el latiguillo parece inocuo. Pero normalmente, cuando se alega, suele tener otro significado, muy distinto, con frecuencia perverso, que lo adivinamos por el contexto en el que se pronuncia. En efecto, al invocar la voluntad pol¨ªtica lo que se pretende es, lisa y llanamente, saltarse la ley, prescindir del derecho, actuar sin l¨ªmites legales. Se atribuye la culpa s¨®lo a la decisi¨®n de quien desempe?a un cargo, no a que lo impida la ley.
En definitiva, lo que se quiere decir con la famosa voluntad pol¨ªtica es lo siguiente: ¡®ya s¨¦ que esto que pretendo es ilegal pero, como todos sabemos, la ley es interpretable, es decir, moldeable, como si fuera de plastilina, quien tiene poder puede darle el significado que quiera y si es recurrida ante un tribunal este mismo poder ya se encargar¨¢ de ejercer la conveniente presi¨®n para que el poder judicial no ponga objeciones¡¯. Tal concepci¨®n implica un grave desprecio para el Estado de derecho ya que sit¨²a al poder (al Estado entendido como conjunto de ¨®rganos) por encima y al margen de las normas (entendidas en su conjunto, como sistema que conforma un ordenamiento jur¨ªdico), es decir, del derecho.
Es m¨¢s, en el fondo, lo que se pretende con esta concepci¨®n es configurar un poder pol¨ªtico con voluntad ilimitada de mando, precisamente lo contrario de la idea de Estado de derecho, al prescindir de dos principios b¨¢sicos: la divisi¨®n de poderes (todo poder est¨¢ limitado por otro poder) y la supremac¨ªa del derecho (toda actuaci¨®n de un poder p¨²blico debe estar autorizada por una norma jur¨ªdica y dictado en forma de tal). Ambos principios est¨¢n estrechamente relacionados y van dirigidos a la misma finalidad: que un hombre no gobierne sobre otro sino que nos gobiernen ¨²nicamente las leyes y que estas tengan como objetivo la igual libertad de las personas.
Por tanto, desconf¨ªen de quienes hablan de voluntad pol¨ªtica. Incluso cuando hablan en nombre de una supuesta voluntad del pueblo, interpretada por ellos, en la mayor¨ªa de los casos lo que pretenden es saltarse las normas, vulnerar el derecho, es decir, que las personas deban obedecer a otras personas, en concreto a ellos, y no a las leyes, es decir, a todos.
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