Espa?a, un mal menor para los sirios
El miedo a los naufragios dispara la llegada de sirios a Espa?a. Los refugiados prefieren asentarse en Alemania o Suecia, donde les ofrecen m¨¢s prestaciones
Hared y Dareen Al Sadi est¨¢n exhaustos. Han sobrevivido al naufragio de su patera en el Mediterr¨¢neo y a un a?o de traves¨ªa terrestre por bosques y desiertos con el peque?o Ubeid, de dos a?os y medio. Ahora esperan en Melilla el permiso para dar el salto a la Pen¨ªnsula y de ah¨ª al norte de Europa. Como ellos, cada vez m¨¢s sirios deciden venir a Europa por tierra pasando por Espa?a. Los miles de muertos en el Mediterr¨¢neo han propagado el p¨¢nico entre los refugiados, que crecientemente eligen Melilla como puerta de entrada a Europa. Desde aqu¨ª, aspiran a llegar hasta el norte de Europa. Espa?a es para ellos un mal menor; el peaje que tienen que pagar para no morir ahogados.
Solo en lo que va de a?o, han llegado a Melilla tantos sirios como en todo 2014. El a?o pasado, 3.094 sirios recalaron en la ciudad Aut¨®noma, en 2013 fueron 231, mientras que en 2012 entr¨® s¨®lo un refugiado. La tendencia es clara, pero las cifras son tambi¨¦n insignificantes en el contexto europeo. Espa?a concedi¨® protecci¨®n a 1.681 sirios en 2014, el 100% de los que los solicitaron, seg¨²n Interior, mientras Alemania aprob¨® 23.860 solicitudes y Suecia 16.295, seg¨²n Eurostat, pese a no ser puertas de entrada a Europa. El trato que all¨ª reciben por parte de los Gobiernos y la presencia de una nutrida di¨¢spora siria hace que estos pa¨ªses sean mucho m¨¢s atractivos que Espa?a para los refugiados.La Comisi¨®n Europea ha propuesto un reparto m¨¢s equitativo de hasta 20.000 refugiados sirios mediante cuotas de reasentamiento. Espa?a, que reasent¨® a 130 sirios el a?o pasado ha considerado la propuesta europea injusta y poco realista.¡°Hacemos un gran esfuerzo, seg¨²n nuestra capacidad¡±, argumentan fuentes oficiales.La inmensa mayor¨ªa de los casi cuatro millones de refugiados sirios han sido acogidos por L¨ªbano, Jordania y Turqu¨ªa.
El problema para muchos de los sirios que recalan en Espa?a son las huellas de las que todo el mundo habla aqu¨ª en Melilla. El Reglamento de Dubl¨ªn establece que deben pedir el asilo en el primer pa¨ªs europeo que pisen. El a?o pasado, Espa?a recibi¨® 5.052 requerimientos de pa¨ªses europeos ¡ªAlemania Suiza y Suecia sobre todo¡ª de demandantes de asilo que hab¨ªan pasado antes por Espa?a y que por lo tanto deb¨ªan volver, seg¨²n cifras del ministerio de Interior. ¡°Desde 2009 no ha dejado de aumentar el n¨²mero de procedimientos por Dubl¨ªn¡±, aseguran fuentes oficiales.
Doce horas en alta mar
Hace 20 d¨ªas que los Al Sadi y su hijo llegaron a Melilla. Ella, que so?¨® durante a?os con pisar Europa, se desmay¨® nada m¨¢s cruzar la frontera. Acto seguido pidi¨® asilo en las oficinas que el ministerio de Interior inaugur¨® esta primavera en Beni Ensar, la frontera con Marruecos. En una cafeter¨ªa de Melilla recuerdan los momentos m¨¢s traum¨¢ticos de su traves¨ªa. ¡°En Turqu¨ªa pagamos 18.000 euros y nos subieron a un bote con otros 150 sirios, que nos llev¨® hasta un barco m¨¢s grande en alta mar. Un temporal no nos dej¨® subir al buque. Estuvimos 12 horas en el mar, con unas olas terribles. Los beb¨¦s no paraban de llorar. Pasamos much¨ªsimo miedo¡±. Muchos ocupantes del barco se rindieron y prefirieron volver a Siria a la guerra. Los Al Sadi decidieron probar suerte por tierra.
Volaron a Argel y de ah¨ª hasta Magnia, cerca de la frontera argelina con Marruecos, donde un ej¨¦rcito de mujarrebs, como llaman los sirios a los traficantes, trasladan a los refugiados hasta el pa¨ªs vecino en medio de la noche por unos 300 euros, seg¨²n coinciden decenas de sirios entrevistados. ¡°Anduvimos durante horas por el bosque¡±, recuerda Hared, un exitoso agente inmobiliario, que muestra una cicatriz que la metralla ha surcado en su brazo. Su madre muri¨® bajo las bombas y al hermano de ella desapareci¨® de un d¨ªa para otro. ¡°En Siria no hay agua, no hay electricidad, no hay esperanza¡±, dice. ?Les gustar¨ªa quedarse en Espa?a? ¡°Nooo, ni pensarlo¡±, responden al un¨ªsono. Quieren llegar hasta Holanda y empezar su nueva vida. ?l quiere abrir un negocio y ella, terminar ingenier¨ªa. ¡°Tenemos dinero. Solo aspiramos a que nuestro hijo pueda ir a la escuela sin que le caiga una bomba en la cabeza¡±.
Hasta hace pocos meses, los sirios no quer¨ªan venir a Melilla, porque los tr¨¢mites se eternizaban y el Gobierno interpretaba que los solicitantes no pod¨ªan viajar a la pen¨ªnsula hasta que se resolvieran los expedientes. ¡°Cuando el r¨¦gimen sirio gaseaba a civiles, la gente que llegaba no ped¨ªa asilo. Nadie quer¨ªa quedarse aqu¨ª atascado¡±, explica Antonio Zapata, de la comisi¨®n de inmigraci¨®n del consejo general de la Abogac¨ªa. Ahora ya no. Cientos de sirios son trasladados cada mes a la pen¨ªnsula, donde se resuelve su expediente. El cambio de criterio a finales del a?o pasado, junto con el miedo a los naufragios, la apertura de las oficinas de asilo en la frontera en marzo, la obligatoriedad del visado en Argelia y sobre todo, la deriva de una guerra que no tiene visos de amainar han resultado en un fuerte incremento de la llegada de sirios a Melilla. Mientras en pa¨ªses como Suecia o Alemania la llegada de sirios ha provocado un impresionante esfuerzo log¨ªstico y tambi¨¦n pol¨ªtico, en Espa?a, el incremento de solicitantes no ha venido aparejado de una mejora sustancial de las infraestructuras de acogida ni en Melilla ni en la Pen¨ªnsula.
Al otro lado de la frontera, en Marruecos, un gran grupo de familias sirias espera en Beni Ensar, uno de los accesos fronterizos a Espa?a, donde pueden pedir asilo, el primer paso para iniciar su nueva vida en Europa. ¡°Somos sirios¡±, gritan los mayores, mientras un ni?o se cuelga de la extranjera para tratar de llegar al pa¨ªs vecino. En los hoteles y pensiones del centro de Nador, esperan tambi¨¦n multitud de sirios. Decenas de ellos son palestinos de Yarmouk el campo de refugiados palestinos en Damasco y el epicentro del horror sirio.
La gran mayor¨ªa de los que entra en Espa?a opta por pedir asilo, pero los hay tambi¨¦n que como Hared prefieren comprar o alquilar documentaci¨®n falsa y reducir las posibilidades de quedarse en Espa?a. El agente inmobiliario hab¨ªa puesto hac¨ªa meses las huellas en Holanda y como muchos otros sirios prefiri¨® esquivar las oficinas de asilo y evitar ser devuelto a Espa?a por Dubl¨ªn,? comprando un DNI espa?ol falso en Marruecos por 650 euros. Despu¨¦s de solicitar asilo, los sirios van al Centro Temporal de Inmigrantes (Ceti), donde ahora son abrumadora mayor¨ªa. El 80% de los 1.700 ocupantes son sirios y al menos 500 de ellos menores, seg¨²n las cifras de Ancur. El centro tiene capacidad para 480 personas y las condiciones de acogida son penosas.
En los alrededores del Ceti, el paisaje humano tambi¨¦n ha sufrido un cambio dr¨¢stico en meses. Apenas se ven ya subsaharianos. S¨ª abundan los carritos con beb¨¦s de familias sirias que matan el tiempo en medio del basural y con la valla que saltan los subsaharianos como tel¨®n de fondo. Cuentan los sirios del Ceti que les aterraba la posibilidad de un naufragio en una patera casi tanto como el paso por Libia, un pa¨ªs en el que reina la anarqu¨ªa y las milicias campan a sus anchas. Por eso, decidieron venir por Espa?a. Y dicen tambi¨¦n que su paso por el Ceti les ha acabado de convencer de que Espa?a no es un buen pa¨ªs para los refugiados. ¡°Aqu¨ª la vida no es buena. En el supermercado nos roban y la polic¨ªa ni se inmuta¡±, cuenta Wael, un joven que huy¨® de Alepo para no alistarse en el ej¨¦rcito de Bachar el Asad. ¡°?Es f¨¢cil pasar por Calais?¡±, pregunta otro, con un hermano en Londres.
A primera hora de la ma?ana del jueves, un gran barco zarpa de Melilla con 200 sirios a bordo rumbo a M¨¢laga en un traslado organizado por las autoridades espa?olas. Algunos llevan maletas grandes, mantas y ropa. Otros viajan con lo puesto. Es un momento cargado de emoci¨®n. Poner pie en la Pen¨ªnsula supone el inicio del fin de su huida. La mayor¨ªa son parejas j¨®venes con ni?os. En Siria han quedado sus mayores, los que decidieron invertir los ahorros de la familia en los que tienen mejor salud y m¨¢s a?os por delante. Kobane, Alepo, Damasco, Yarmouk, Homs. Proceden de las ciudades con las que se ha cebado la guerra. En este barco todos tienen una historia y todas son tr¨¢gicas. Umm Safi llora en su butaca cuando piensa en la suerte que ha corrido su familia en Alepo. Su marido en su f¨¢brica de m¨¢rmol, laminada por las bombas.
En la cubierta, una familia contempla la inmensidad del mar. Hay una niebla densa, pero no temen. Saben que este barco es de los que no se hunden. El padre de cuatro, Shadi Suede cruz¨® Argelia con uno de los ni?os en una mochila. Todo antes que Libia y la patera. ¡°Prefiero morir en Siria que en el Mediterr¨¢neo¡±. Alemania, Noruega, Suecia... el norte de Europa est¨¢ en la mente de casi todos. ¡°Somos gente con una profesi¨®n. En otros pa¨ªses hay ayudas mensuales para los refugiados y trabajo. En Espa?a, a los seis meses te dejan en la calle¡±, dice Emin Ehmed, un ingeniero de Kobane que ha empleado 3.000 euros para llegar hasta aqu¨ª. Pero en general, los pasajeros hablan poco, tambi¨¦n entre ellos. Las miradas andan perdidas. Cada uno con su propio trauma a cuestas, atravesados todos por la guerra.
Seis horas m¨¢s tarde, los montes de M¨¢laga asoman entre la neblina. En el muelle no hay familiares esper¨¢ndoles. Solo polic¨ªas con guantes de l¨¢tex y j¨®venes con chalecos de la Cruz Roja. Pero cuando el barco atraca todos son empujones para salir. Hay prisa por empezar la nueva vida.
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